El atletismo australiano se prepara en Ávila para Londres
El atleta Arturo Casado organiza la concentración previa al Mundial de los fondistas entrenados por Nic Bideau
Mientras dan vueltas sin camiseta por la pista de atletismo de Ávila un día de julio que abrasa, los atletas australianos bien pueden repetirse la máxima de su idolatrado Ron Clarke. “Entrenarse debe ser como tomar el sol”, decía uno de los mejores fondistas de la historia. “Si tomas demasiado el sol en muy poco tiempo, te quemas. Si tomas muy poco, no coges color. Si tomas lo justo podrás tomar más el día siguiente, pero si estás unos días sin hacerlo, pierdes el moreno…” Y si ellos no lo supieran, para enseñárselo está allí Nic Bideau, cronómetro en mano en una curva a la sombra. “Hay que entrenar lo suficiente para que tenga efecto pero no tanto que al día siguiente no puedas seguir entrenado”.
Nic Bideau es el eslabón viviente que conecta el atletismo de los años 60 en Oceanía con el siglo XXI, el entrenador que revive las enseñanzas del neozelandés Arthur Lydiard, el padre del entrenamiento de fondo con Peter Snell, la filosofía y la escuela que dio luego a Clarke y John Walker. “Estoy en Ávila con mi grupo porque me invitó Arturo Casado, el atleta español”, dice Bideau mientras se toma un té al mediodía en el hotel de la ciudad en el que durante casi tres semanas se aloja con un fisio y 17 atletas de su club, el Melbourne Track Club. “Ocho de mis atletas disputarán la próxima semana el Mundial de Londres, pero aclimatarnos allí era complicado porque llueve mucho y hace frío. Y buscaba un sitio cálido, pero no tan caluroso como Madrid, y a una altitud media, unos 1.100 metros, y Arturo me propuso Ávila. Aquí todo es ideal, y hasta la comida es muy buena…” Entre los atletas, está la pareja de oro del fondo australiano, el milquinientista Ryan Gregson y la obstaculista Genevieve LaCaze.
Nic Bideau sabía de Casado desde que el atleta madrileño ganó los 1.500 del Europeo de Barcelona en 2010, pero Casado solo se puso en contacto con él el pasado invierno. “Este grupo tenía una aplicación de Internet en la que colgaban todos sus entrenamientos y a mí me pareció muy interesante”, dice Casado, quien, aunque hace unos meses, leyó su tesis doctoral en Ciencias de la Actividad Física, sigue siendo un espíritu curioso, deseoso de conocer los mejores métodos de entrenamiento. “Vi que entrenaban mucho menos que lo que se llevaba en Europa, a menos ritmos y con intensidades muy variadas, y que su clave era mejorar la base aeróbica con menores cargas. Y hablé con él a través de mi mánager, Miguel Mostaza, y todo se arregló rápido y muy bien para que vinieran a Ávila, donde el ayuntamiento ha colaborado con todo”.
La regeneración de Hamza Driouch
Hamza Driouch es un atleta catarí nacido en Marruecos que se hizo famoso por tres razones. En 2012, a los 17 años ganó el Mundial juvenil de 1.500; pocos meses después fue suspendido por dopaje y, mientras estaba suspendido, siguió entrenándose con el sulfuroso entrenador somalí Jama Aden, responsable del atletismo de Catar, y se hizo fotos haciendo de liebre en los entrenamientos que Mo Farah, el gran atleta inglés, llevaba a cabo en Etiopía. Poco después, Driouch, nacido en 1994, desapareció de la circulación. Pero ha reaparecido. El mes de julio lo ha pasado en Ávila, entrenándose a las órdenes de Bideau.
Driouch no habla ni quiere salir en los periódicos, pero el entrenador australiano explica por qué ha acabado entrenando a un chaval que representa todo lo contrario de lo que él proclama. “Él dijo a Nike que no quería volver a entrenar con técnicos árabes, que quería a un entrenador que entendiera solo el atletismo limpio. Cuando los de Nike me pidieron que le entrenara, lo primero que pensé fue decir no, pero ellos insistieron y me dijeron que antes de decidir hablara con el atleta y escuchara su historia”, dice Bideau, y cuenta la vida de un chaval al que a los 14 años llevaron de Marruecos a Catar y puesto bajo las órdenes de un entrenador que, según le contó el chico, le decía que tenía que recibir sus inyecciones, y le aseguraba que eran vitaminas… “Y yo me dije, vale, voy a coger a este atleta para ver si puede volver a correr rápido entrenando limpio… Nos va a tomar mucho tiempo, para él es una lucha y no se siente como se sentía antes, pero si persistimos y persistimos, y vuelve a correr los 1.500 en 3.34m o 3.35m, será la suya una historia bonita la que pueda contar”.
La curiosidad de Casado no solo es teórica. Lo quiere saber todo y los atletas de Bideau se han prestado a ello. Después de las series, el fisiólogo Josu Gómez, al que ayuda la atleta Jacqueline Martín, les saca muestras de sangre de la oreja para medir el lactato y responden a las preguntas sobre su fatiga subjetiva. “Estoy colaborando con una investigación del maratoniano irlandés Mark Kenneally con el fisiólogo español Jordan Santos”, dice Casado. “Intentamos demostrar que sin doping se puede alcanzar grandes rendimientos también”.
De alto rendimiento sabe bastante Bideau, nacido en 1961, quien entró en el atletismo como periodista deportivo y como amigo de John Walker, el neozelandés campeón olímpico de 1.500m en Montreal 76. Ha entrenado al fondista Craig Mottram y a Benita Johnson-Willis, campeona del mundo de cross, pero es sobre todo conocido por su tormentosa relación pasional y de entrenamientos con Cathy Freeman, la atleta aborigen australiana que se convirtió en el símbolo de los Juegos de Sidney 2000, donde encendió el pebetero en la ceremonia inaugural y después ganó los 400m. Al mismo tiempo, y así lo cuenta Freeman en su autobiografía, Bideau mantenía otra relación con la atleta irlandesa Sonia O’Sullivan, con la que tuvo dos hijas y finalmente se casó. “Ayudé a Cathy a ganar el oro, ”, dice Bideau. “Y en la carrera siguiente, el mismo 25 de septiembre, Sonia quedó subcampeona olímpica de los 5.000m. Qué día”.
Por las tardes, a la hora del café Bideau charla con Casado y le cuenta aventuras de un pasado rico y discuten de entrenamiento y de la filosofía del atletismo. “Hablamos un montón de deporte y dopaje, y de los asuntos turbios del pasado… La verdad es que me fastidian mucho. Arturo y yo estamos en la misma longitud de onda y comprendo muy bien su postura en España y cómo intenta mejorar las cosas, y cómo quiere demostrar que sin dopaje se puede alcanzar un gran nivel”, cuenta Bideau. “Y también me fascina su curiosidad, todo lo que quiere aprender sobre cómo entrenamos y vivimos. Sin dopaje nunca podremos dominar el atletismo mundial, pero el año pasado en Río tuvimos seis finalistas y vamos en la dirección correcta. Este año quizás no, ni el próximo, no sé cuándo, pero vamos a crecer y regresaremos a las medallas. Arturo tiene futuro como entrenador”.
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