Las Palmas respira a costa de un Betis que se desploma
El toque de Jonathan Viera manda en un partido que a su conclusión coloca en una delicada situación a Quique Setién
Las Palmas puso fin a una racha de cinco partidos sin ganar con un justo triunfo ante el Betis, que se desploma. Jonathan Viera gobernó con jerarquía un encuentro donde su rival, el Betis, ofreció las peores sensaciones de la temporada. No queda nada del juego brillante con el que Setién deleitó en los albores de la competición. Tímido y bloqueado, el conjunto andaluz ofreció una imagen timorata, extrañamente metido atrás y con nervios con el balón en los pies. En su regreso a Las Palmas, el cántabro fue incapaz de hacer reaccionar a un equipo que sufrió el pasado jueves un duro varapalo en la Copa. Setién, que sigue atado a un estilo que considera intocable, se encuentra ahora en una situación delicada después de que el Betis acumule ya seis encuentros sin ganar. En el estadio Gran Canaria, lo peor no fue la derrota del Betis. Más bien las sensaciones de un equipo que se encuentra en caída libre. Perdida la capacidad de liderazgo de jugadores como Joaquín y Guardado, con Javi García lesionado y una defensa muy débil, resulta complicado explicar cómo un equipo que había iniciado la temporada como un cohete se encuentre ahora herido y sin capacidad de reacción. La victoria de Las Palmas es estupenda. Viera mandó y tocó. Calleri marcó y el meta Adán salvó en un buen puñado de ocasiones a los andaluces, perdidos en su marasmo. No hay quién entienda a este Betis. Las Palmas respira y con esta victoria se coloca a dos puntos de la salvación.
La cara con la que Setién se dirigía a los vestuarios a la conclusión del primer tiempo decía muchas cosas. El técnico cántabro expresaba preocupación y también frustración porque su proyecto de Betis se deteriora cuando nadie lo esperaba. Donde antes había toque rápido, verticalidad y fútbol, ahora solo hay apatía e incapacidad. En el colmo de la impotencia, no hubo ni un atisbo de rebeldía en el conjunto bético después de caer de forma contundente en la Copa, derrotado por el Cádiz con goleada incluida. Las señales negativas que daba el Betis después de cinco partidos sin ganar fueron bien aprovechadas por un rival, Las Palmas, que también pasa por un momento preocupante. Los canarios, a su forma, con un toque a veces desesperante pero con ciertas dosis de calidad, le fueron ganando la partida a un Betis inoperante, sin capacidad para sacar el balón, donde hasta falló uno de sus elementos más fiables, el meta Adán. Que el madrileño conceda una falta indirecta en el área pequeña por cesión es una muestra de la confusión que reina en el grupo bético.
Las Palmas no aprovechó el regalo de Adán, pero sí se fabricó una jugada fantástica, propia de su fútbol. El movimiento de Remy desarmó a la lenta defensa andaluza, que echa mucho de menos a Feddal, recién salido de una lesión y en el banquillo. Tana le dio un buen pase a Calleri, que batió a Adán en su salida. El gol tranquilizó a los locales y paralizó a los jugadores del Betis, impotentes ante el toque de los canarios. El equipo andaluz, demasiado a la expectativa, estuvo muy lejos de ese equipo que en los inicios de la Liga mordía y presionaba en el campo rival. Ni el inexistente fuera de juego pitado a Camarasa al filo del descanso puede disculpar la mala actuación bética. Todo eso se reflejaba en el rostro de Setién, muy señalado en esta crisis andaluza.
Joaquín pudo meter al Betis en el partido, pero su disparo fue al palo. Se trató de la ocasión más clara del equipo andaluz, que fue la imagen de la incapacidad en sus intentos por darle la vuelta al resultado. Viera se movió con inteligencia para cuajar un partidazo, mientras que en el Betis apenas había síntomas de rebeldía ante una derrota que se antojaba segura. Adán evitó un resultado más doloroso para un equipo sumido en una profunda confusión. Perdido el empuje inicial y el nuevo aire impulsado por Setién, el Betis se ha instalado en una dinámica muy peligrosa. Ahora es el momento de los dirigentes béticos, que deben decidir entre seguir apoyando a su entrenador o dar el enésimo golpe de timón deportivo a una entidad que siempre se mueve en un ambiente convulso.
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