El presidente de Colombia da la salida a su ‘Vuelta de la Paz’
La carrera que comenzó el martes se convierte en una imagen del poder del ciclismo en la vida del país de Nairo Quintana
Colombia es tan ciclista porque el ciclismo es muy colombiano. Lo dice el presidente del país tan ciclista, Juan Manuel Santos, que voló de Bogotá a Palmira, entre las cañas de azúcar del Valle del Cauca, pagada a Cali y su salsa, para dar la salida a la Colombia Oro y Paz, la carrera que lo cambiará todo, prometen: las figuras consagradas en el extranjero vuelven al país para competir orgullosos.
La víspera miles de aficionados llenaron las gradas del campo de fútbol de Palmira para jalear a los corredores, que se presentaron entre himnos y discursos dando la vuelta a la pista en sus bicis. Nairo, Urán, los Henao, Pantano, el Puma Atapuma, Bernal, y los extranjeros también, recibieron tratamiento de figuras anheladas antes de que un chaparrón violento acortara el acto. Una imagen de popularidad que en Europa solo podría verse en Bélgica u Holanda, por ejemplo. “Los grandes ciclistas nacen en las montañas colombianas que son unas montañas muy lindas pero muy difíciles de escalar, y estos ciclistas se convierten en nuestros héroes, en nuestros ídolos, en nuestro ejemplo”, dice Santos, que este verano dejará la presidencia. “Es un círculo virtuoso, se alimenta lo uno con lo otro, y afortunadamente, porque eso es lo que las sociedades necesitan”.
Un intelectual, José Orlando Melo, acaba de publicar la Historia mínima de Colombia, que, como recuerda el escritor Héctor Abad, termina con una frase lúcida: “Esta violencia es la gran tragedia de la sociedad colombiana del último siglo y constituye su mayor fracaso histórico”. Y Nairo Quintana, el ciclista más aplaudido, el que, por su peso deportivo y como personaje sensato, desencadena la nairomanía allí por donde aparece, se hace una foto con el presidente, que quiere pasar a la historia como el mandatario que acabó con la violencia que tanto impregna la historia de Colombia, y declara trascendente: “Solo gracias a la paz se pueden organizar eventos así en este país”.
Inteligente, el presidente recibe el pase y lo remata. “Sin duda alguna tiene razón Nairo, sin duda alguna. Hace unos años muchos no querían venir a Colombia por miedo, porque no les dejaban... Las compañías de seguros no le hacían pólizas, no podían transitar las carreteras que hoy transitan”, dice Santos. “La paz nos está abriendo oportunidades de todo tipo. Una de ellas es carreras como la que hoy estamos viviendo”. Y la historia le da contendido a su retórica. La Vuelta a Colombia nació en 1951, cuando Colombia vivía la llamada Era de la Violencia. Para demostrar que Colombia existía y que se podía organizar la carrera, un ciclista, Efraín Forero, el Indomable Zipa, fue en bicicleta de Bogotá a Manizales atravesando por una carretera de barro el Páramo de Letras, el puerto que culmina a 3.660 metros y que desde entonces es la ascensión símbolo del ciclismo colombiano. “El deporte en general une a los países; el ciclismo nos une a todos los colombianos”, dice el presidente de Colombia. “La Vuelta a Colombia nació en las épocas más duras, y el deporte fue siempre un factor de unión y no de desunión”.
Menos de tres horas después, el pelotón embocó el sprint en la avenida que lleva al campo de fútbol. Miles de personas en las cunetas. Nairo se cayó, pero no fue nada. Unos raspones que no ponen en peligro la paz ni su carrera, por supuesto. Victoria de Fernando Gaviria, el sprinter de La Ceja, la última figura del país del mundo que más campeones ciclistas produce. Por necesidad y por determinismo histórico, porque Colombia es, eso, ciclismo.
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