Eterno ridículo del Barça
El equipo azulgrana claudica de forma estrepitosa ante una gran Roma en los cuartos de final de la Liga de Campeones
La Ciudad Eterna, la misma que coronó a un espléndido Barça en 2009, condenó anoche a un equipo decadente que ha penado por los campos de Europa hasta caer irremediablemente ante un adversario que difícilmente ganará la Champions como la Roma. Ya pasó el año pasado también en cuartos con la Juve y el anterior con el Atlético. Y se ha repetido ahora con una ventaja de 4-1. No conviene olvidar que no pudo ganar el Barcelona en la cancha del Olympiacos ni de la Juve, se impuso al Sporting por un gol en propia portería de Coates y si empató en Stamford Bridge fue por un tuya-mía de Messi e Iniesta. Han sobrevivido los azulgrana con los goles del 10, las jugadas episódicas, los errores ajenos y el factor Camp Nou hasta claudicar de forma estrepitosa en Roma.
El remonte giallioroso fue tan rotundo como anunciado desde que Dzeko remató a los seis minutos a la red de Ter Stegen. El marcador por una vez desmintió a los azulgrana e incluso el dios Messi se quedó desnudo en el Olímpico. No se recordaba en cualquier caso una derrota tan cruel con Valverde en el banco desde la Supercopa. La imbatibilidad y la solvencia defensiva tan elogiadas para defender los buenos resultados y construir un nuevo relato europeo quedaron en una anécdota ante las embestidas de la Roma. Aunque puede parecer inesperada, la mala relación con el gol y la dificultad para completar buenos partidos han larvado la caída cruel de Roma.
No ha sabido corregirse el Barça durante el curso ni tampoco en el partido del Olímpico. No atinó Valverde, que dispuso en la vuelta la misma alineación que en la ida, como si no se hubiera disputado la contienda del Camp Nou. Quería el entrenador que no pasara nada, resguardado el equipo en un 4-4-2. A los giallorosi les convenía por contra un encuentro nuevo, desde la alineación hasta el plan de juego, nada que ver con el de Barcelona. Así que Di Francesco dispuso una zaga de tres centrales, dos carrileros que funcionaban como extremos y una pareja de delanteros potentes: Dzeko y Schick. La pauta la marcaba el entusiasta Nainggolan. Y el belga le dio sentido a la propuesta local mientras se encogían los azulgrana, desfigurados y sometidos por la Roma.
Los italianos marcaron nada más empezar, a la que Nainggolan profundizó para la carrera de Dzeko y el bosnio le ganó la espalda a Alba y Umtiti, para después controlar la bola y rematar sobre la tardía salida de Ter Stegen. Un gol ya visto en octavos con el Shakhtar. La verticalidad y selectividad de la Roma contrastaban con la inestabilidad del Barcelona. Nadie estaba tranquilo en el Barça. Dzeko sacaba de quicio a los centrales y Busquets no conseguía dar pausa ni continuidad al juego ante la presión de los muchachos de Di Francesco. El fútbol físico italiano forzaba múltiples errores en el bando azulgrana y no había manera de dar con Messi.
Al Barça le cuesta mucho jugar en campo contrario en la Champions. Las noticias de Roma, sin embargo, eran peores que las de Turín, Lisboa, Londres o el Pireo. Los barcelonistas eran un flan, recostados en su área, permeables ante el fútbol directo del contrario, reiterativos en el rechazo y la cesión de córneres, inseguros en la salida del cuero, amnistiados por Schik. A falta de posesiones y de transiciones, inocuo por el costado izquierdo, destemplado Semedo, la munición barcelonista quedó reducida a dos faltas de Messi. A Valverde le pareció, sin embargo, que no era una cuestión de jugadores sino de fútbol y no cambió a nadie en el descanso con 1-0. Excesivamente temeroso, expectante, no fue consciente de que su equipo no le tomaba el pulso al encuentro ante la satisfacción de la Roma.
Como fruta madura
Los goles fueron llegando como fruta madura y por la vía abierta por Dzeko. Activado por Nanggolan como en el 1-0, el bosnio picó la espalda de Piqué y forzó el penalti que supuso el 2-0 de De Rossi. Tampoco se dio por enterado el Barça mientras Di Francesco refrescaba al equipo con dos balas como Ünder y El Shaarawy. No cambiaba Valverde, perdía el tiempo Ter Stegen, no atacaban Luis Suárez ni Messi y la defensa quedaba expuesta a cualquier accidente, a un tercer remate de Dzeko o al córner que remató Manolas, ya sin Iniesta.
El remonte final estaba escrito desde el inicio después de constatar la vulnerabilidad del Barça, su desestructuración, falta de autoridad y de crédito, también de rebeldía, convertido en un cordero degollado en el Olímpico de Roma.
Bartomeu: “Es un golpe fuerte, un día muy triste”
Los jugadores del Barcelona desfilaron absolutamente hundidos hacia el vestuario del Olímpico de Roma. Ninguno de ellos se paró como es habitual para dar su opinión sobre el césped. Habló el presidente Josep Maria Bartomeu. Fue concluyente: “Ha sido un golpe fuerte, un día muy triste”.
“Han sido mejores. Nos han dominado, nos han encerrado, nos han hecho una presión, se lo han creído. Y cuando uno se lo cree... Nos han ganado en todos los terrenos. No hay ninguna explicación. Lo tenemos que analizar”, sentenció el dirigente azulgrana. “Me sabe muy mal por la afición, por los socios. La tristeza la llevo y felicito a la Roma. Un día muy triste. Se ha visto el juego. Lo analizaremos. El mensaje es de que lo siento por los aficionados”, concluyó el presidente.
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