Márquez pide calma y logra su sexta victoria en Austin
El piloto de Honda ofrece una exhibición en el gran premio de Las Américas por delante de Viñales y Iannone
Ondeó la bandera a cuadros por décima vez en suelo americano. Para él. Nadie más ha vuelto a ganar una carrera en los Estados Unidos desde que Marc Márquez llegó a MotoGP. Estos circuitos anchos, más que las pistas europeas, que giran siempre en dirección contraria a como lo hacen las agujas del reloj, le gustan. Los domina. Por eso no sorprendió a nadie verle ofrecer una exhibición, como había hecho en este Circuito de las Américas los cinco años anteriores. Como había hecho antes en Laguna Seca. O en Indianápolis.
Difícil dudar de Márquez. Incluso este domingo en que cargaba a sus espaldas con toda la presión acumulada después de las últimas semanas, señalado como está por ser un piloto demasiado agresivo; avisada como está Dirección de carrera, que endurecerá las penas a partir de ahora. Difícil dudar de Márquez. Incluso en este gran premio de las Américas en que volvió a ser sancionado, esta vez antes incluso de que arrancara la carrera. Y por una acción mucho más sutil que aquellas que le castigaron en Argentina.
El de Honda, que se llevó la pole de calle este sábado, tuvo que salir sin embargo desde la cuarta posición de la parrilla. Pero eso no cambió en nada su plan. Como, avisó, tampoco le cambiarán quienes le acusan de irreverente. Que una cosa es aprender de los errores y otra modificar el estilo de uno. Y eso, dice, no está en juego. Aunque este domingo, en Texas, se guardara sus mejores maniobras para otro día.
Cuando cruzó la meta, después de 20 giros en solitario, una delicia en los cambios de dirección, pura magia en las frenadas, se levantó sobre la moto y pidió calma con las manos. “Ha sido un fin de semana largo, he sentido una motivación especial, una presión especial, pero me gusta”, concedería después. Cuando Márquez recupera el pulso pasan estas cosas. Que no hay quien pueda con él. La tabla de tiempos de la carrera dice que Maverick Viñales, segundo en Austin, terminó a tres segundos y medio de aquel. Pero lo cierto es que el de Honda le sacaba siete segundos a falta de una vuelta. Su último giro fue un paseo. Dos minutos y diez segundos para tomarse un respiro en soledad. Para asimilar lo que es capaz de hacer y cuánto campeonato quede por delante. No le preocupan las críticas, advierte. Y no se molestará en responder. Porque cuando Márquez recupera la calma, habla en la pista. Como este domingo en Austin.
La cuarta posición en la parrilla le situaba en el lado bueno de la pista, justo por detrás de Viñales, primero. Y llegó a la primera curva, con toda su pendiente, con ese ángulo tan cerrado, en segunda posición, detrás de Iannone, excelente en aceleración. Y aguardó a la frenada de la curva 12, esa en la que acaba la recta más larga del trazado, 1’2 kilómetros para tirar de toda la potencia de su nuevo motor. Allí adelantó al italiano. Y allí terminó la pelea por la victoria.
A partir de entonces solo tuvo que demostrar por qué es el mejor. Y por qué no hay mejor trazada que la suya, salvaje, en esta pista pintada de estrellas, vertiginosa en sus primeros virajes, tan técnica en los últimos, que combina curvas velocísimas, con otras en primera marcha, tantas curvas enlazadas que lo que para él es pura diversión para algunos puede llegar a ser un martirio. Bien porque no llegan en las mejores condiciones físicas –bien lo sabe Pedrosa, séptimo solo semana y media después de ser operado de una fractura de radio distal–, bien porque no acaban de entenderse con su moto, caso, todavía, de Lorenzo, que acabó 11º, superado primero por un convaleciente Pedrosa, y luego por Rabat, Miller y Aleix Espargaró. Superado por su Ducati.
Iannone, que con esta Suzuki más completa, más amable y fácil de llevar ofrece este curso su mejor versión, trató de aguantar a rueda de Márquez. Y lo hizo en los primeros giros. A duras penas. El español apretó para bajar ya en la tercera vuelta el crono de los dos minutos y cuatro segundos (nadie más lo logró). Volvió a hacerlo en la quinta (la vuelta rápida de la carrera), y de nuevo en la sexta. Y así sentenció la prueba. Dejó al italiano a tres segundos y medio. Una distancia insalvable, especialmente porque en ningún momento le recortaron distancias, ni él ni Viñales, que les seguía de cerca. Al revés. Márquez fue alejándose poco a poco. Y cada vez más. Hasta recorrer la magnífica pendiente que lleva a la curva uno en soledad una vuelta tras otra.
Al cabo de ocho vueltas Viñales adelantó a Iannone en esa primera curva. No es la moto más potente de la parrilla, pero definitivamente la Yamaha ha mejorado su motor. Al cabo de unos minutos se iba al suelo Crutchlow, que rodaba en un segundo grupo y que perdía así el liderato del Mundial, que ahora ostenta Dovizioso, quinto, por detrás de Rossi, que perdió pronto el contacto con Iannone, finalmente tercero. Y que dio así un nuevo podio a Suzuki después del que logró Rins dos semanas atrás. Esta vez, sin embargo, no terminó la carrera.
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