El VAR rescata a Suecia ante una floja Corea
El quinto penalti señalado en los últimos ocho partidos del Mundial propicia el triunfo de la selección escandinava, superior a un rival que no logró activar a sus mejores futbolistas
Corea del Sur se ha convertido en un clásico contemporáneo de la Copa del Mundo, un invitado que nunca falta a la mesa (la actual es la novena presencia consecutiva), pero rara vez llega al postre. Solo en dos de esas ocasiones superó la primera fase y su epopeya hasta semifinales en 2002 no hubiera resistido un paseo por el VAR. Incapaces de dar el salto, los coreanos llegaron sin brillo a Rusia y tiene pinta de que apenas van a ir más allá de aportar una cuota de universalidad a la competición. Cayeron ante Suecia y eso es un problema en un grupo que completan México y Alemania y en el que los germanos ya suman una derrota.
Todo se decidió con el ojo que todo lo ve, el del videoarbitraje que reparó lo que iba a ser una injusticia, un borrón de un colegiado que se había comido un penalti monumental sobre Claesson. Los Mundiales son laboratorios de tendencias y por lo que se ve anuncian un nuevo fútbol, uno en el que poco de lo que suceda en las áreas se irá al limbo. El que transformó el capitán Granqvist para Suecia fue el quinto penalti en los últimos ocho partidos del torneo, tres de ellos señalados por el VAR.
Al menos en Nizhny Novgorod se hizo justicia. Doblemente porque Suecia fue superior, debió ganar con suficiencia y acabó apretada, detalle que alerta también sobre sus carencias. Fue un mal y emocionante partido, inopinado en cuanto a su resolución porque los suecos hicieron un alarde de mala puntería en sus quince remates a puerta y mientras en la grada lucían pancartas que recordaban la ausencia de Ibrahimovic, talento que no participó en todo el proceso que llevó a los escandinavos a este Mundial.
Pero a Suecia no le sobra el talento. Corea partió alegre y audaz, pero a los diez minutos ya se había replegado para plantear a su rival un grueso problema porque a los suecos no se les caen del bolsillo las soluciones ante defensas cerradas. Se beneficiaron al menos de que el partido solo fuese en una dirección porque Corea fue incapaz de alzarse siquiera a la contra, taponada por la elección en el once de un delantero de casi dos metros que no parecía la mejor referencia para desplegarse en ese tipo de juego. En ese plan tanto Hwang, punta del Salzburgo, como Son, la estrella del Tottenham, quedaron constreñidos a evolucionar por los flancos, lejos de tener influencia en el juego. Así que Suecia se limitó a aplicar el martillo, a percutir y centrar, a tratar de sacar fruto de su superioridad física en el juego aéreo. Generó opciones de todos los colores y hasta pareció ganar confianza en el manejo de la pelota ante un oponente tan chato en el que apenas descollaba su novel portero, conocido en su país como el De Gea coreano.
Todo ese dominio y control no se reflejó en diferencias en el marcador, así que ya mientras caminaba por la segunda parte del partido a Suecia le empezó a apretar el reloj. En un Mundial donde tantas veces ha llegado ya lo inesperado mantenía Corea algo más que un hilo de vida. Pero apenas superada la hora de juego el VAR purgó lo que iba a ser un error arbitral y penalizó una entrada a destiempo del lateral Kim Miwoo. Transformó Granqvist, caudillo del equipo sueco, en una acción que sirvió para darle la victoria a su equipo. Pero lo que sucedió desde entonces hasta el final alerta sobre la debilidad de Suecia, que deberá exponer mucho más si quiere competir con México y Alemania por una plaza en los octavos de final. El equipo perdió el dictado del partido y acabó pidiendo la hora ante una nadería, más cuando Hwang pudo empatar en la prolongación y remató mal, reflejo de todo lo que había sucedido.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.