Los niños de la cueva de Tailandia, estrellas por un día en River Plate
Los Jabalíes Salvajes dejan por primera vez su país y viajan a Buenos Aires, invitados por el COI a los Juegos Olímpicos de la Juventud
Fue una metáfora de la nueva vida de los Jabalíes Salvajes. Así como los niños tailandeses salieron a comienzos de julio de la cueva Tham Luang en la que habían estado encerrado 18 días, este domingo egresaron del túnel del estadio Monumental, en Buenos Aires, para jugar un partido contra una escuela formativa de River Plate. El entrenador y líder del grupo, Eakapol Jantawong, y sus 12 muchachos subieron los escalones que también recorrieron Lionel Messi, Diego Maradona, Alfredo Di Stéfano, Andrés Iniesta, Pelé, Michel Platini y Carlos Valderrama, entre otros próceres, y entraron a un templo del fútbol mundial. Ahora las estrellas son ellos.
Lo que para muchos jóvenes ya supone una experiencia excitante para los niños que le escaparon a la muerte fue además su regreso a los campos de juego y su presentación ante el mundo. Los espera una agenda intensa. La FIFA los había invitado a presenciar la final del Mundial Rusia 2018 y el Barcelona y el Manchester United los convocó para pasar unas semanas en sus instalaciones. Pero los chicos que conmovieron al mundo –y movilizaron un rescate de 10.000 personas, incluidos dos mil soldados y 200 buzos de diferentes países- recién dejaron Tailandia el jueves pasado. Invitados por el Comité Olímpico Internacional (COI), llegaron a Buenos Aires este sábado, pocas horas antes de que comenzara la tercera edición de los Juegos Olímpicos para la Juventud.
No competirán oficialmente en Argentina, pero aprovecharon la visita para jugar el primer partido internacional de la historia de los Jabalíes Salvajes, el pequeño club de Mae Sai, en el norte de su país. Entraron a la cancha de River Plate haciendo un saludo reverencial y rieron como lo que son, chicos de entre 11 y 16 años, cuando la traductora les dijo que estaban dentro del vestuario que utiliza Brasil en los clásicos sudamericanos. “Y si la selección de Tailandia jugara algún día en Buenos Aires, también se prepararía acá”, les agregó la interprete. Los chicos se habían vestido con las camisetas de su club pero finalmente jugaron con la indumentaria alternativa de River, el equipo local, en cuyos dorsales estaban inscriptos sus nombres.
Podría haber pasado como un partido informal, de ocho jugadores contra ocho en dos tiempos de 20 minutos y en un campo de juego de 40 metros por 20. Pero el entrenador del equipo, Jantawong, lo preparó como lo que también era: la presentación internacional de los Jabalíes. En la charla técnica que dio en el vestuario visitante del Monumental les mostró a sus futbolistas la táctica a utilizar en una tableta y durante el entretiempo desplegó botellas de agua mineral sobre el césped y replanteó el diseño táctico: 3-3-2.
Jantawong, de 25 años, el líder que mantuvo la calma en la cueva, cuando los chicos tuvieron que sobrevivir absorbiendo la condensación de las paredes subterráneas, también se calzó los botines, lució la cinta de capitán de su equipo y, como es el único que habla algo de inglés, interactuó con el árbitro y los rivales, chicos argentinos de entre 12 y 15 años. Ante cualquier roce mínimo en el juego, los Jabalíes Salvajes se llevaban las manos a la altura del pecho y les pedían perdón a sus rivales y al árbitro, una plegaria desacostumbrada en el fútbol argentino, incluso en sus categorías formativas.
Con sus padres presentes en las tribunas del Monumental, que agitaban banderas tailandesas y gritaban “Moo Pae Su Su”, “Vamos vamos Jabalíes Salvajes”, el equipo más querible del mundo se repuso de un comienzo adverso, 0-1, y llegó a tomar una distancia parcial de 3-1 gracias a los goles del propio Jantawong, de Somophong Jaiwong y de un autogol de un defensor de River tras un remate de Prachak Sutham. También se lució el arquero, Peeraphat Somphianghai, con varias atajadas, aunque al final el equipo argentino llegó al empate 3-3. Así como antes del partido los Jabalíes habían realizado una pequeña danza, una especie de haka, tras su finalización fueron a saludar con una reverencia a sus compatriotas, una delegación de 37 personas.
Los niñoss dejaron el Monumental para almorzar con el presidente del COI, Thomas Bach, este lunes visitarán la Villa Olímpica y el martes viajarán a Estados Unidos. Un grupo se trasladará a Nueva York y otro a Los Ángeles. Algunos hablarán ante la misión de Tailandia en la ONU y otros harán presentaciones televisivas. Su regreso al fútbol ya es monumental.
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