La eterna vuelta al mundo de Tamara Echegoyen
La primera española en hacer la Volvo Ocean Race, competición que “te destroza físicamente”, empieza, sin descansar, su camino hacia Tokio con nueva tripulante y dice que busca situaciones que la lleven al límite
Sopla viento de noreste y hay que esperar a las dos de la tarde para que baje la marea y poder salir al agua. Es martes 9 de octubre, el termómetro marca 20 grados. En el Centro de Alto Rendimiento situado en la bahía de Santander, Tamara Echegoyen y Paula Barceló despliegan velas, sueltan amarras, fijan otras con nudos. El centro tiene techos altísimos, el sol se cuela por las enormes cristaleras y el único ruido que se escucha es el de la escoba de la señora de la limpieza. Hay un gimnasio, un salón con comedor y nevera y, al lado, el taller de reparación. En una de las paredes está el cuadro de honor de la vela olímpica española. Salen, entre otros, la propia Echegoyen, oro en Londres en la Elliot 6 Match Race y diploma en Río en 49erFX; y figura también Santiago López-Vázquez, su entrenador, que en Sidney fue cuarto en el 49er.
Tamara es la primera mujer española en haber dado la vuelta al mundo en vela. Lo hizo sin más experiencia que la de la vela olímpica, muy diferente a la oceánica. Durante nueve meses compartió 20 metros de barco con otros ocho tripulantes. Recorrieron 45.750 millas náuticas (casi 85.000 kilómetros). No dormía más de tres horas seguidas, su cabeza pensaba en guardias y no en días. Pasó miedo, sueño, cansancio... Aprendió de cero y a marchas forzadas. “Tú te pones un nivel de exigencia, una Volvo lo desborda. Físicamente te destroza. No me di cuenta de donde me había metido hasta que navegamos por el océano Sur”, cuenta.
Nada más terminar la última etapa, a finales de junio, se subió a otra embarcación, la del 49erFX, para competir en el Mundial de Aarhus y empezar a preparar los Juegos de Tokio. Su compañera en Río decidió dejarlo por lo que Tamara, a sus 34 años, tiene otra tripulante. No es como empezar de cero, pero casi. Paula Barceló, que tiene 22 y es licenciada en Medicina, ganó un proceso de selección en el que no sólo se miden aspectos técnicos y físicos, sino también psicológicos. La modalidad del 49erFX requiere tal coordinación que las dos regatistas tienen que navegar como si fueran una. Llevarse bien y compenetrarse es imprescindible.
“El cuerpo se recupera poco a poco de una vuelta al mundo. Lo que más me costó fue recuperar la rutina del sueño y eso que estaba reventada. La primera semana que tuve libre a mediados de agosto estuve siete días durmiendo todo el día”, detalla Tamara. “No puedes más, pero tienes que seguir. En la Volvo he pasado situaciones físicas a la que nunca había llegado en ninguna de mis campañas olímpicas”, añade. Llegó todavía entrenando a la salida de la Volvo. El entrenamiento más largo que había hecho era de cuatro días, la primera etapa duró seis, la segunda 19…
“Todo lo que los demás me contaban sobre la vuelta al mundo era verídico, lo que no sabía era que iba a vivir cosas que son imposibles de explicar. Da igual que te digan que es muy dura, jamás podrás imaginarte lo que pasa en medio del océano Sur hasta que estás allí y pruebas el agotamiento físico”, relata. “Hasta que no estás en ese océano no te das cuenta de lo que es una Volvo Ocean Race, de los peligros y exigencia que tiene. El agua está a dos grados, es inmenso, con borrascas muy duras, olas; te acostumbras a estar rodeada de paredes de olas por todos los lados. Es impresionante. Y el frío, que se te mete hasta dentro”, dice.
Exigencia física y psíquica
Lo cuenta sin sufrimiento, sentada en una cafetería. “Al final el cuerpo se acostumbra a todo. No digo que fue fácil, porque no lo es. Si me preguntas si mañana haría otra Volvo, te diría que no. Si me preguntas si en 2021, te digo que sí del tirón. La exigencia física y psíquica fue mortal, el cuerpo necesita desestresarse. Me ha servido, porque he refrescado la mente para esta campaña olímpica y porque psicológicamente ahora estoy mucho más preparada para afrontar cualquier tipo de frustración”, explica. Normalmente, una campaña olímpica se prepara en cuatro años, esta será exprés porque para Tokio quedan dos. El Mundial de Nueva Zelanda de 2019 otorgará una plaza para los Juegos.
Se ríe Tamara cuando se le dice que es un culo inquieto que no ha parado de cambiar de modalidad desde Londres 2012. “Me gusta retarme a mí misma. Estar siempre en la misma clase consiguiendo resultados no es un reto para mí. Sé que es difícil mantenerse arriba en la misma competición, pero no te deja crecer como deportista. Si te quedas siempre en todo lo que controlas, jamás llegas a aprender nada más de lo que controlas. Busco situaciones que me llevan al límite. No es cómodo estar siempre fuera de la zona de confort, pero para mí es la única forma de crecer”, concluye.
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