Teresa Portela: “Cuando tenía 28 años ya me recordaban la edad”
La palista se rearma de moral para convertirse a los 39 en la española con más participaciones en unos Juegos
Teresa Portela (Cangas, Pontevedra; 37 años) vive en una casa con jardín. Todo un lujo en estos días de confinamiento. “Me siento privilegiada y todo”, dice. “Saber que tienes un espacio adonde poder salir y que te dé el aire es una maravilla”, asume. La palista, cinco diplomas olímpicos, 34 medallas en Europeos y Mundiales, pasa estos días encerrada en casa con su marido, David, y su hija, Naira, de seis años. Cumplidos en pleno encierro, por cierto. Portela, Teri para los amigos, trata de mantenerse activa mientras asume que no viajará a Tokio este verano, cuando iba a participar en sus sextos Juegos y a convertirse en la deportista española con más participaciones olímpicas (en hombres, seis suman el waterpolista Manel Estiarte y el jinete Luis Álvarez Cervera, y siete García Bragado).
“Ojalá que empiecen a descender los casos”, suspira. Y cuando lo dice no piensa en nada más que en la salud de todos. No piensa en que en apenas un mes, el 5 de mayo, cumplirá 38 años, lo que significa que llegaría a los Juegos en 2021 ya con 39. No es poca cosa para una especialista en el K1-200m, tremenda explosividad. Pero ella, asegura, nunca se fijó demasiado en su edad. “Cuando tenía 28 años ya me recordaban la edad, pero yo me guío por mi día a día, por cómo evoluciono y cómo mantengo mis tiempos. Tendré un año más, sí, pero no quiero pensar en eso. Quiero pensar en lo que conseguí hasta ahora y en por qué no puedo hacerlo un año después”, señala. Veinte años en la élite le dan la confianza necesaria.
El verano de 2020 iba a ser “súper bonito e ilusionante”, indica, pero aunque se pospongan los Juegos el reto sigue ahí: “Nos replantearemos la temporada y ya está”. No será la primera vez que lo hace. Cuando decidió que quería ser madre, en 2014, tampoco fue nada fácil. “Parece que nunca es el momento. No sabía cómo resultaría mi día a día, pero sí que mi rutina diaria iba a cambiar; no sabía si seguiría con el deporte de élite, todo eran dudas”. Pero tiró, como siempre, de constancia y sacrificio. Intentó mantener la forma durante el embarazo. Volvió a entrenarse al mes de dar a luz. Y 17 meses después logró la medalla de bronce en el Mundial y la clasificación para los Juegos de Río. En 2019 repitió. Otro bronce y a Tokio.
Portela mantiene la misma filosofía y el mismo positivismo ahora. “Intento entrenarme cada día: hago algo de bicicleta, trabajo con un ergómetro que tengo y hago ejercicios de core. Intento también mantener una rutina con mi hija, que si no esto puede ser un descontrol absoluto. Nos levantamos temprano, desayunamos, yo entreno, ella ve dibujos, comemos, hacemos la siesta, jugamos”...
La incertidumbre, primero, y el definitivo aplazamiento de los Juegos después llevaron a Teri por una serie de estados de ánimo: agobio, angustia, alivio y, también, frustración. “En el momento en que dijeron que se aplazaban pensé: ‘Ok, sé que tengo que mantenerme activa, dispongo de un año para volver a coger la forma’. Sentí alivio, pero el justo. Llevas toda la vida entrenándote para esto. Y toda esta temporada tenía un objetivo en mente: los Juegos. Por eso sientes frustración; porque has trabajado mucho y no puedes llegar a eso que te propusiste”, reflexiona. Y que en su caso —fue cuarta en Londres 2012 y se quedó fuera del podio por dos centésimas; había sido quinta en Atenas 2004 y Pekín 2008 y sexta en Río 2016— no se reduce a conseguir ese metal olímpico que se le resiste. “Todos queremos medallas de oro, pero a veces también quiero esa sensación de saber que he dado todo: que la competición salga bien, como yo la preparé, para tener esa sensación de bienestar, independiente de si es medalla o no lo es”.
Hoy todavía no ha terminado de salir de esa batidora de sensaciones. “Seguimos sin saber hasta cuándo vamos a estar en esta situación. En casa uno no puede entrenarse como debe. Yo necesito estar en mi piragua, salir a remar, y ahora eso no puede ser. Ahora lo único que puedo hacer es mantenimiento. Estar en casa un mes sin entrenarme es una barbaridad para un deportista de élite”, indica.
Para matar el tiempo, ahora que ni ella ni su marido trabajan —cerraron el centro de fisioterapia que tienen en O Grove al inicio de la crisis sanitaria: “un fisio no puede siquiera mantener la distancia de seguridad”—, lee. Devora, más bien. Como hizo con Todo esto te daré, de Dolores Redondo.
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