Estrella Roja, un campeón en el exilio
El cuadro yugoslavo logró el título en 1991 ante el Olympique de Marsella días antes de que comenzara la guerra
Curso 90-91. La Copa de Europa cumple 36 años de vida. A la avanzada escuela yugoslava, buen físico, mejor técnica y notable preparación psicológica, se le resistían las competiciones continentales. El Partizán había perdido la final de la Copa de Europa de 1966 ante el Real Madrid yeyé y el Estrella Roja había caído ante el Borussia de Moenchengladbach en la final de la Copa de la UEFA del 79.
Fundado en 1945, el Fudbalski club Crvena Zverda Beograd, el Estrella Roja, comenzó 12 años después su andadura en el torneo (56-57). Llegó hasta las semifinales, donde fue derrotado por la Fiorentina, posterior víctima del Real Madrid en la final. Este récord acaba de ser superado por el Leipzig, que se ha plantado en semifinales con 11 años de existencia. En la edición siguiente, su camino quedó truncado en cuartos por el Manchester United. Fue el último equipo que se enfrentó a los Busby babes antes del accidente aéreo de Múnich, donde la expedición inglesa hizo escala después de haber jugado en Belgrado (3-3).
En 1971 vuelve a clasificarse para las semifinales. Cae ante el Panathinaikos, dirigido por Puskas, por el valor doble de los goles. Los griegos perderían después la final en Wembley ante el Ajax de Cruyff. A finales de los 80, con su jugador leyenda, el extremo izquierda Dragan Dzajic, como secretario técnico, el Estrella Roja comienza a formar un gran equipo. En 1987 llegan Prosinecki y Sabanadzovic; en el 88, Pancev y Najdoski; en el 89, Savicevic, Belodedici y Jugovic, y en el 90 un joven Mihajlovic. Todos ellos, con el veterano Stojanovic en la portería, forman la base del conjunto que después de ganar la Liga y la Copa en su país en 1990 asalta contra todo pronóstico la Copa de Europa.
Un campeón inesperado al que no se le pueden regatear méritos. Llegó invicto a la final de 1991: cinco victorias y tres empates. Eliminó sucesivamente al Grasshopper, al Glasgow Rangers, al Dinamo de Dresde y al mismísimo Bayern Múnich en las semifinales. Los yugoslavos ganaron el primer partido en el Olímpico (1-2) y sobrevivieron en casa con un postrero gol de Augenthaler en propia puerta (89′). En la final le esperaba el Olympique de Marsella, gran favorito después de haber eliminado al Milan de Sacchi, dos veces campeón de Europa, en los cuartos de final.
Según se acercaba la fecha de la final de Bari, 29 de mayo, la tensión política crecía en Yugoslavia y se vivía un ambiente prebélico que no era precisamente propicio para disputar un partido de fútbol de tanta trascendencia. La plantilla era un mosaico de la situación del país. El once de esa final estaba formado por un jugador serbokosovar (Stojanovic); tres montenegrinos (Sabanadzovic, nacido en Bosnia Herzegovina, Marovic y Savicevic); dos macedonios (Najdoski y Pancev); un serbocroata (Mihajlovic); un croata (Prosinecki); dos serbios (Jugovic y Binic) y un rumano, el único no yugoslavo (Belodedici), que había sido campeón de Europa con el Steaua en 1986. Todos dirigidos por un serbio trotamundos, Ljubovic Petrovic.
No fue una buena final, pero dieron réplica a un rival cuajado de internacionales: Papin, Balón de oro ese año, Amorós, Bolí, el brasileño Mozer, el inglés Waddle, el ghanés Pelé. El partido llegó a los penaltis tras el 0-0 y ahí el acierto del Estrella Roja fue pleno (victoria por 5-3). Marcaron Prosinecki, Binic, Belodedici, Mihaljovic y Pancev. Amorós falló el primero francés. El Estrella Roja se convertía en el decimoctavo campeón de la competición y Yugoslavia, que estaba a punto de desintegrase como tal, el noveno país en conseguirlo.
Su futuro deportivo está marcado por la situación política que se agrava a partir del verano. Le toca defender el título y todo son inconvenientes. El equipo se desintegra a la par que el país. Pierde a cinco titulares de la final: Prosinecki (Real Madrid), Stojanovic, Sabanadzovic, Marovic y Binic. El técnico se marcha al Espanyol. Y lo que es peor, se ve obligado a jugar todos los partidos como local fuera de Belgrado. La guerra no da tregua.
Es la última edición de la Copa de Europa como se entendía entonces. Se estrena un modelo de competición con una liguilla final de ocho clubes divididos en dos grupos. Los dos campeones disputarían la final. Después de la sanción por los incidentes de Heysel, un equipo inglés, el Arsenal, vuelve a la competición.
Diáspora de jugadores
El Estrella Roja juega las dos primeras eliminatorias, contra el Portadown y el Apollon, en Szeged, la ciudad húngara más cercana a casa (163 kilómetros). Pero en la liguilla busca estadios con mayor capacidad. Contra el Anderlecht, en el estadio del Honved de Budapest, a 368 kilómetros, y contra el Panathinaikos y la Sampdoria, en el del CSKA de Sofía, más de 700.
A pesar de las bajas y de jugar en el exilio, el equipo compite. Conquista en diciembre la Copa Intercontinental tras derrotar al Colo Colo (3-0) y queda segundo en su grupo de la Copa de Europa penalizado por la postrera derrota en casa ante los italianos. Se queda a dos puntos de repetir final. Se hubiera enfrentado al Barcelona de Cruyff en Wembley. Ese sí que es el principio del fin. Acaba la temporada y la diáspora se multiplica: Savicevic (Milan), Pancev (Inter), Jugovic (Sampdoria), Mihajlovic (Roma), Belodedici (Valencia), Stosic (Mallorca), Najdoski (Valladolid), Lukic (Atlético), Ratkovic (Celta)… y así hasta un total de 22 jugadores.
Emilio Soriano Aladrén (Zaragoza, 74 años), uno de los mejores árbitros españoles de la historia con un gran prestigio internacional, dirigió al Estrella Roja dos partidos de aquellas dos Copas de Europa. Su memoria funciona: “En la 90-91, cuando fueron campeones, les dirigí en el partido de Dresde. Lo tuve que suspender en el minuto 75 por graves incidentes del público alemán. No fue por un tema deportivo. Eran cuestiones políticas. El Estrella Roja ganaba 1-2 y comenzaron a lanzar los adoquines de las gradas al campo. Llamé al delegado del partido, el presidente de la Federación holandesa, Van Praag, y lo suspendimos de mutuo acuerdo. Le dieron por ganado el partido a los yugoslavos por 0-3. Entonces eran uno de los mejores equipos que yo he visto jugar al fútbol. Gran técnica individual”.
A la temporada siguiente, pitó uno de los partidos en el destierro. “Fue en Sofía contra el Panathinaikos. Apenas había aficionados yugoslavos en las gradas. Ya no estaba Prosinecki, por ejemplo. Tenían que ganar obligatoriamente porque se estaban jugando la posibilidad de estar en la final. Ganaron. Ya no tenían tanta superioridad sobre los contrarios”.
Desde entonces hasta 2018, 26 años después, el Estrella Roja no volvió a disputar un partido de Copa de Europa. Un desarraigo mucho más largo que el propiciado entonces por la Guerra de los Balcanes y que destrozó al más que posiblemente mejor equipo (y último campeón) del Este de la historia.
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