La etapa reina del Tour de la burbuja se corre el día de descanso

Paralelo al de la carretera, se disputa el Tour de la pandemia y las burbujas, que el lunes, día descanso, disputará su primera etapa reina: entre sábado, domingo y lunes, los cerca de 660 componentes de la llamada burbuja de carrera (30 personas por cada uno de los 22 equipos: corredores, auxiliares, directores, cocineros, conductores, médicos) deberán pasar la segunda ronda de test PCR. Si dos miembros de un mismo equipo, y no importa si son corredores o masajistas, dan positivo, ese conjunto deberá dejar el Tour. Correrán rumores el lunes por la noche, pero el Tour ha anunciado que hasta el martes por la mañana no se emitirá un comunicado conjunto ASO (organizador de la carrera)-UCI (Unión Ciclista Internacional), haciendo públicos los resultados.

“Si todo pasa razonablemente bien, creo que el Tour llegará a París”, aventura Eusebio Unzue, el director del Movistar, que prefiere no hablar hipotéticamente. “Solo con los resultados tendremos una radiografía exacta de cómo estamos”. El Tour, que salió de Niza hace nueve días, justamente una de las zonas rojas, las más afectadas por el contagio en Francia, ha recorrido de este a oeste prácticamente todo el sur del país, departamentos con más o menos casos, más o menos restrictivos en sus normas sanitarias. Y el sábado hubo 8.550 nuevos casos, 400 menos que el viernes, de todas maneras.

La organización, que ha prohibido cualquier contacto no regulado entre las diferentes burbujas de las carreras –las ruedas de prensa son por vídeo conferencia, en las zonas mixtas, estrictamente controladas, los periodistas se sitúan a dos metros de los corredores, y todos enmascarados, no hay besos en el podio, sino distancia—y los equipos, sin embargo, han cuidado hasta el extremo lo que estaba en su mano. Cuando se bajan de la bici los corredores inmediatamente se enmascaran, y enmascarados se mueven en los hoteles, y cada equipo come en su comedor privado comida elaborada en sus cocinas de campaña por sus propios cocineros. “Y no, no hemos hablado con el Tour de un número mínimo de equipos para evitar que el Tour se suspenda definitivamente si varios tienen que dejar la carrera”.

Las cunetas de los puertos, desiertas cuando el primer paso por los Alpes, revientan de aficionados en los fronterizos Pirineos. Llegan de España en masa. Aparcan sus coches y furgonetas en los pueblos y de los vehículos sacan sus bicicletas. A los puertos, por la Covid 19, no se puede subir más que a pie o en bici, y los globeros, sin motores que les aturdan, organizan su festival. Son tantos en el Peyresourde el sábado, en Soudet y Marie Blanque, el domingo, que revientan todos los cordones sanitarios, la distancia, las máscaras, el límite de personas amontonadas, y corren al lado de los ciclistas sin más caras, y se acercan y les chillan, y las fotos asustan a los equipos, que viven en el alambre y ven cómo la estanqueidad de sus burbujas, que ellos primorosamente han cuidado, corre peligro.

“En los últimos kilómetros del Peyresourde hubo tantos aficionados como siempre ha habido”, dice Tom Dumoulin, el corredor holandés del Jumbo. “Parece que la gente se ha olvidado de que el coronavirus sigue ahí. Y nosotros queremos llegar hasta París”.

“Tenemos que cruzar los dedos”, añade Cédric Vasseur, director del Cofidis. “Nosotros hemos hecho todo lo que podíamos hacer, pero nadie puede estar seguro al 100% de que no habrá casos”.