Pogacar, un tigre con apariencia de lindo gatito
El ganador del Tour, detectado a los 10 años, ha sorprendido siempre por su fuerza, su calma y su amor por el ataque
Que Tadej Pogacar era un ciclista excepcional en casi todos los sentidos lo descubrió su entrenador, el alavés de Laguardia Íñigo San Millán, un día de mayo de 2019, en la Vuelta a California. La víspera de la etapa reina atacaron en un repecho Higuita y Bennett, dos de los más fuertes, y Pogacar no les siguió, se quedó en el pelotón que en el descenso los alcanzó. Sorprendido por su pasividad, San Millán le preguntó si no se sentía bien, que qué extraño que los dejara ir, y Pogacar, todo sonrisas, todo calma siempre, le respondió que no, que estaba perfecto, que simplemente había preferido quedarse en el pelotón para ver la cara de los demás favoritos, oír su respiración, observar sus gestos. “Así ya sé quién está bien y quién está mal”, le dijo a San Millán, tan sobrado a los 20 años. “Y solo están bien, justamente, Higuita y Bennett, los que atacaron”. A Ambos les vigiló y les derrotó al día siguiente en el Monte Baldy, y ganó la Vuelta a California.
“Como ya sabíamos que físicamente era tremendo, con la fisiología excepcional de una bestia, ese detalle ya nos confirmó que su fuerza mental era tan grande, por lo menos, si no más”, añade San Millán, que conoce todos los secretos del organismo del ganador del Tour más joven desde 1904, el segundo más joven de la historia, que este lunes cumple 22 años, y carga con una biografía de apariencia tan plana, una vida tan normal, que es complicado entender cómo ha podido concebir tal elemento engañoso, tal tigre con apariencia de ronroneante gato doméstico. “Es un joven pleno de curiosidad que quiere saber en cada momento por qué se hacen así las cosas, los entrenamientos, la alimentación, todo, y quiere comprender la ciencia”, añade San Millán. “Y es un joven de apariencia despreocupada, muy tranquilo, que ataca porque quiere ganar y no tiene miedo a perder, porque quiere ganar pero no teme la derrota. Y mientras otros temen explotar, él pasa de ese miedo, es su valentía, y se aprovecha”.
“Es un joven de apariencia despreocupada y, mientras otros temen explotar, él pasa de ese miedo y se aprovecha”, explica su entrenador
Es hijo de una profesora de francés y de un diseñador industrial de Komenda, a 20 kilómetros de Liubliana, la capital de Eslovenia, un país de dos millones de habitantes y un tanto por ciento muy elevado de campeones globales, pues están Roglic y Pogacar, y también Luka Doncic, claro. Conoció a su novia, la también ciclista, y pianista, Urska Zigart, un 14 de febrero en una concentración de juveniles, y con ella vive en un apartamento mínimo en Mónaco, como 40 profesionales del ciclismo más. Le entrenó y le hizo crecer de juvenil el sprinter esloveno Andrej Hauptman, aquel ciclista que quedó tercero tras Freire y Bettini en el Mundial de Lisboa, quien cuenta cómo se descubrió su potencial ya a los 10 años, fruto de un plan de detección de talentos financiado por el estado, y cómo fue quemando etapas sin compasión. Ganó el Tour del Porvenir a los 19 y a los 20, aconsejado por Hauptman, que encontró a su lado trabajo de director en la estructura de Mauro Giannetti y Joxean Matxin, ya lideraba al UAE en la Vuelta después de convertirse en California en el ciclista más joven que ganaba una carrera del WorldTour.
Capacidad de recuperación
La ronda española supuso su primer duelo con Roglic, la primera intuición que tuvo el veterano esloveno de que el compatriota joven se interpondría siempre en su camino. Ganó tres etapas —novena, 13ª y vigésima—, casi tan simétricamente distribuidas como las del Tour —novena, 15ª y 20ª—, en el que los números capicúas —su dorsal, 131; su tiempo en la contrarreloj de la coronación, 55.55— han acompañado su mayor virtud física, su capacidad de recuperación nunca vista, y terminó tercero. Y no le ganó la Vuelta a Roglic porque, como recuerda Eusebio Unzue, uno que no creía al 100% que Roglic lo tuviera ya hecho antes de la contrarreloj, su fuga en Gredos fue contrarrestada por su Movistar en pleno para defender la segunda plaza de Valverde, y Roglic, sin equipo y débil, se acopló a su rueda.
“Vimos tan claro en California que su capacidad de recuperación era muy buena que decidimos entonces hacerle debutar en la Vuelta sin objetivos ni nada”, recuerda San Millán, quien en la Universidad de Colorado analiza metabolónicamente miles de datos celulares de los ciclistas que sigue, y deduce el estado muscular de cada uno, y concluyendo que Pogacar sabe sufrir una barbaridad y lava el lactato como nadie durante el esfuerzo, lo oxida y lo expulsa de la sangre, y que es capaz de manejarse a más de 400 vatios acumulando menos de 10 milimoles, una nadería, de lactato, el veneno que suelta el tubo de escape del organismo tras quemar combustible en los músculos. “Decidimos que hiciera la contrarreloj del Tour sin potenciómetro para que no se obsesionara con los números, y calculamos, viendo sus números en las etapas anteriores que andaría a 400 vatios, pero calculando después con la velocidad de subida y todo concluimos que llegó a 415 durante casi una hora, a 6,4 vatios por kilo, prácticamente los mismos números que en el Peyresourde en la octava etapa, su obra maestra hasta el momento”.
“Los grandes campeones nacen así”, dice de él Greg LeMond
Y en la contrarreloj en la que le guió el instinto provocó uno de los más grandes cataclismos que se recuerdan en el Tour, un amanecer muy sonoro.
“Los grandes campeones nacen así”, dice Greg LeMond, que habla de Tadej Pogacar, de la manera tan lemondianamente espectacular en que, para ganar su primer Tour en su primera participación, y sin haber cumplido aún los 22 años, dejó en la nada al gran favorito, al Primoz Roglic que una hora, 36 kilómetros, antes de terminar el partido ya pensaba que lo había dominado todo. Como Fignon en el 89, más o menos.
Campeón para rato
Los grandes campeones del pasado, LeMond, Merckx, que alcanzó la luna también en su primer Tour, a los 24 años, alaban a Pogacar, y esperan considerarlo pronto uno de los suyos y creen en él pese a que los responsables de su equipo sean los mismos que hace 12 años abandonaron el Tour de noche y en bloque al frente del Saunier Duval para evitar a la policía después de que su figura entonces, Riccardo Riccò, fuera detenido tras dar positivo y tras las exhibiciones pirenaicas de Piepoli y Cobo, quienes acabarían con suspensiones por dopaje. “Espero que nadie dude de él”, dice en L'Équipe LeMond, quien siempre destacó por sus críticas y dudas sobre Lance Armstrong. “Para mí es un gran ganador”.
Y grandes campeones del casi presente, como Contador, están felices: “Es un honor que él diga que empezó viéndome a mí correr. Y lo que me ha enganchado es que ha sido un corredor que no ha tenido miedo a atacar. Que corredores jóvenes con tanto talento te admiren siempre te gusta. Tenemos Pogacar para rato”.
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