Morbidelli impone su pilotaje delicado y gana el GP de Teruel
Rins y Mir, algo más líder de MotoGP, completan el podio en una carrera que solo acabaron 15 pilotos
Hace no tantos años, el Mundial de Motociclismo respondía a la operación matemática más básica: dos más dos. No existían más que dos fábricas: Yamaha y Honda. Apenas había cuatro pilotos en los que poner el ojo. La suma fue redonda con la llegada de Casey Stoner a Honda. De modo que las victorias se las repartían Lorenzo, Rossi, Pedrosa y el talentoso australiano. Cualquier resultado que se saliera de esa quiniela solía tener explicación.
Apenas la lluvia o una caída inesperada daban pie a que en la foto del podio apareciera un actor secundario. Aquella dicotomía la rompió la refrescante irrupción en MotoGP de un irreverente Marc Márquez, a quien el tiempo y su agresivo pilotaje dejaron como único referente de la categoría reina del motociclismo. Ausente el hombre a batir, lesionado, y recluido en casa el único superviviente de aquellos cuatro fantásticos, Valentino Rossi, un puñado de chicos sin apenas palmarés han tomado las riendas de MotoGP. Como en el teatro de Bertolt Brecht o en Los figurantes de José Sanchis Sinisterra, los actores secundarios son hoy los que ganan carreras, suben al podio y adelantan a los protagonistas de una obra que, a pesar de celebrarse en plena crisis sanitaria (o quizá por eso mismo), ha ganado en emoción y capacidad de sorpresa.
En Alcañiz, casi todo el intríngulis lo aportaron este domingo Morbidelli y Rins, lanzados y decididos en cuanto se apagó el semáforo. Ni siquiera un pequeño toque en la salida frenó al italiano, convencido de poder imponer su ritmo desde las primeras curvas, como ya hiciera unos domingos atrás, con su primera victoria de la categoría en el circuito de Misano. No hubo nadie más que el de Barcelona capaz de perseguirle. Delicado en su pilotaje el primero, con una Yamaha satélite, finísimo y elegante el segundo, con la constante Suzuki, cuidadosos ambos con el desgaste de las gomas, la perfección de su trazada les convirtió en dos líneas paralelas. Nunca llegaron a juntarse. Primero y segundo en Teruel animan un campeonato que se desató el mismo día en que Márquez perdió el control de su moto en Jerez, durante la primera carrera del año.
Hubo muchas más sorpresas este domingo. Lo fue asistir a la enésima carrera reivindicativa de Pol Espargaró, que descubre una KTM bastante constante, también agresiva, como su estilo al manillar. Adelantó a los protagonistas: a Quartararo y a Viñales, casi sin despeinarse. Y también a otro secundario: Zarco (Ducati), que insiste en reivindicarse como un gran piloto, por bien que se permita tener días malos. Cuarto el catalán, quinto el francés, abrigaron un podio que completó Mir (Suzuki), impulsado por su coraje en las primeras curvas –salía el 12º y en pocos segundos ya era quinto– y por la responsabilidad ya asumida de defender el liderato de la general. No vaya a ser que el Mundial se acabe mañana. Que en tiempo de pandemia y ajustado ya el toque de queda, como en la más bruta de las ficciones, nunca se sabe. No le perdió la cara a la carrera en ningún momento el mallorquín, que aunque incapaz de seguir el ritmo de su compañero Rins, tuvo muy claro que no podía quedar por detrás de Viñales. Y en ese adelantamiento lo apostó todo.
Por su parte, ni el propio Maverick, ni Quartararo demostraron tener la mordiente y la picardía que se les exige a los actores principales de la trama. Séptimo y octavo, incapaces de mimar esos neumáticos cuyo rendimiento se mostró comprometido en Aragón, imposible pilotar su Yamaha en una pista con tan poco agarre, afirman ambos, no hacen más que pensar en llegar a Valencia para ver si el cambio de aires les ayuda a arreglar los que dos carreras decepcionantes en tierras aragonesas se han llevado por delante. Suerte que solo son 14 y 19 puntos los que todavía les separan de Mir cuando todavía quedan 75 en juego.
Ya se ha visto como en este campeonato el piloto mejor preparado para la victoria puede desaparecer del mapa en menos que tarda en abrirse el telón y empezar el sainete. Este fin de semana, por ejemplo, fue tan alucinante ver a Takaaki Nakagami, piloto satélite de Honda, lograr la pole position el sábado como decepcionante fue verlo por los suelos en apenas cuatro curvas. Cómo entristece ver a un outsider quedarse sin moto en un pispás. Lo mismo duraron Binder y Miller. Alex Márquez siguió el mismo camino, el de los boxes, a falta de diez giros y tras otra fantástica remontada. Con los abandonos de Bagnaia y Aleix Espargaró la carrera terminaría con solo 15 pilotos en pie.
Así fue este gran premio de Teruel, el segundo consecutivo en el circuito de Alcañiz. Era tan larga la lista de aspirantes a la victoria como empieza a serlo la de aspirantes al título, al que ninguno quiere renunciar. No quisieron hacerlo ni Morbidelli (a 25 puntos de Mir en la general), ni Rins (a 32), compañeros de equipo de los dos chicos en los que se posaron todas las miradas hace semanas: Quartararo y Mir; guías del pelotón esta vez, líderes este domingo de la revolución de los figurantes.
En un Mundial tan loco nadie quiere descartarse. Solo alguien con la experiencia de Dovizioso, que sabe que los 28 puntos que le separan hoy del líder son demasiados teniendo en cuenta que sus sensaciones con la Ducati nunca han terminado de ser buenas. El 13r puesto en Alcañiz no ayudó.
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