El Celta sobrevive a una imprudencia
Un gol de Iago Aspas da el triunfo a los vigueses tras jugar tres cuartas partes de partido en inferioridad numérica ante un Leganés sin pegada
En un momento decisivo de la temporada, el Celta aprieta los dientes y se aferra a la permanencia en la categoría. Encadena tres jornadas sin perder, algo que no había conseguido esta campaña, y apenas ha caído una vez en las últimas siete jornadas. Suma y suma el equipo vigués, que ante el Leganés se dispuso para jugar una final por la salvación y la ganó tras jugar tres cuartas partes del duelo con diez hombres. El refuerzo anímico para los celestes es proporcional al mazazo para el rival, al que el partido le puso la victoria delante, pero no supo agarrarla.
Ahora el equipo madrileño está a cinco puntos del gallego y con el golaverage igualado, a expensas de un cómputo general que a estas alturas favorece al Celta, que se refuerza en lo anímico, que ya sabe que el éxito llega por el talento, pero también por el esfuerzo y la fe. Hace dos semanas al Sevilla le remontó para ganar, en el Bernabéu rescató un empate que supo a triunfo y contra un rival directo se sobrepuso a un rosario de dificultades para alzar los brazos victorioso. “Hemos aprendido a competir”, resumió al final Iago Aspas, otra vez decisivo.
El partido no se puede entender sin lo sucedido a los veinte minutos, cuando Bradaric, el último en llegar al Celta, cometió una imprudencia. El mediocentro croata acudió impetuoso, tarde y con los tacos de su bota derecha por delante a una disputa con Bustinza. Acciones similares se resolvieron en el pasado con una amonestación y templando gaitas, pero el árbitro se sacó la tarjeta roja del bolsillo y llenó de aire el fol de miles de gaiteiros. El VAR no le desdijo porque con el reglamento en la mano la decisión tampoco tiene mayor discusión. Todo se alteró: el Celta, su banquillo, la grada, el árbitro y hasta el Leganés, que se había diseñado para contener hasta madurar el partido y se encontró con el goloso fruto de la victoria dispuesto a ser degustado.
El Leganés había empezado mejor que el Celta, audaz por más que su alineación anunciase cautelas. “Nos chingaron”, dijo el vasco en la previa, con la caja del club llena y la nómina de futbolistas más vacía. Tras la semana en la que se quedó sin Braithwaite y sin opción de reemplazo, Aguirre se armó con sus acostumbrados tres centrales y envió a Bustinza al carril derecho para suplir a un hombre de un perfil muy diferente, el lesionado Aitor Ruibal. En la izquierda repitió con doble lateral y no faltó tampoco el par de pivotes. Nadie tuvo dudas en el inicio para hacerse fuertes, amenazadores también para el rival en las acciones a balón parado. Kevin Rodrigues exigió al poco de empezar al meta Rubén Blanco, mientras el Celta se ponía en marcha como un diésel. La expulsión de Bradaric le frenó en seco cuando buscaba velocidad de crucero.
El Celta ya hace unas semanas que renunció al 4-3-3 que promovía Óscar García Junyent a su llegada. Ese dibujo que gusta a la grada, también al palco, se ha matizado aún más con la llegada de Bradaric, que levantó un peaje en la medular junto al turco Okay. De pronto una de esas barreras se alzó y el Leganés se animó a tratar de explorar un terreno que no había previsto conocer. Para empezar se hizo con el control de la pelota, no tanto del juego. A empellones avanzó el Leganés, sin renunciar a su plan inicial en cuanto a hombres y disposición hasta que, al descanso y en el inicio de la segunda parte, Aguirre retocó para dar cancha a Óscar y Assalé por Eraso y Silva.
El matiz era, obviamente, más ofensivo. Pero Aguirre no cambió el dibujo hasta que, al poco de superar la hora de partido, se vio con un gol en contra. La única que tuvo la embocó el Celta y le dolió al Leganés como un puñal. Lo clavó Iago Aspas, que está muy por encima de toda esta brega por la salvación. Es otro nivel y también mucha calle. Solo él se las apañó para despistar a toda la zaga del Leganés, que le creyó en fuera de juego, y buscar un remate inverosímil que se fue a la red a cámara lenta.
Esa ventaja proporcionó un subidón al Celta porque llegó justo después de una tarjeta roja al visitante Óscar. El centrocampista talaverano había acudido, con tanto ímpetu como lo había hecho minutos antes Bradaric, a un balón dividido con Rafinha. También con los tacos al aire. Pero en el último momento los bajó e impactó con el cuerpo sobre el brasileño. El árbitro, quizás con el criterio excitado por la acción de la primera parte, desenfundó de nuevo la roja. EL VAR, aquí sí, le desdijo y le llevó al amarillo. Justo en ese momento, cuando cundía la desesperanza en la parroquia local porque cada vez que la moneda iba al aire salía cruz, marcó Aspas.
Con media hora por jugar, el Leganés se reordenó. El técnico local vació el campo de delanteros, Aguirre renunció a algún defensa. Pero ni cosquillas le hizo al Celta, que se ordenó en torno a su área y no permitió ni intentos a un rival que encontró un telón en los últimos metros.
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