La Premier enseña su músculo
City y Chelsea han llegado a la final de la Champions desde sus referencias de juego: una presión alta asfixiante, con los delanteros como primeros defensores que obliga a sus rivales a arriesgar mucho
Bueno, pues ya está completo el cartel de la final de Champions 2020-21. Sin sorpresas en los partidos de vuelta, Manchester City y Chelsea confirmaron sus buenos resultados en la ida para presentarse en una final que, de tan inglesa, podría jugarse hasta en Wembley y que Estambul disfrute la de la temporada que viene.
Los dos equipos ganaron desde sus referencias de juego, posesión, buen dominio del balón, amplitud y búsqueda de los espacios en el caso del City; y ritmo, intensidad, verticalidad en el de los Stamford Bridge. ¿En común? Una presión alta asfixiante, con los delanteros como primeros defensores y recuperadores, que obliga a sus rivales a arriesgar mucho en la salida de balón con el consiguiente peligro en la pérdida.
Hermoso duelo el que se presenta para una final en la que el Chelsea, con un título y otra final jugada, es el veterano en estas lides visto que el City acude por primera vez en su historia a la gran final del fútbol europeo. Es tan nueva la experiencia para los dos clubes que entre sus jugadores solo Mateo Kovacic, con el Real Madrid, ha conquistado este magno evento.
Pero si hay alguien que conozca esas lides y esos momentos es Pep Guardiola, entrenador del Manchester City, que ya las ha vivido como jugador y como entrenador del FC Barcelona. Parecía que este era el reto que le faltaba completar a Pep para que su periplo por Alemania e Inglaterra fuera considerado de éxito, como si todo lo demás producido desde el juego, la competición y los títulos locales se dieran por concedidos de antemano. Y conociendo a Pep, seguro que primero querrá asegurar la Premier con ese partido el sábado contra… el Chelsea, que le puede permitir cerrar lo local para prepararse para Estambul. Ese partido del sábado, el de las pasadas semifinales de la FA Cup y muchos otros van a ser destripados y leídos en todas las direcciones para proporcionar a sus jugadores el mejor plan para ese encuentro decisivo.
Y en el lado de los de Tuchel, un par de curiosidades. La última vez que el Chelsea jugaba la final de la Champions, su portero era Petr Cech, maravilloso guardameta siempre recordado por ese casco con el que se protegía tras sufrir una lesión en el cráneo. Cech llegó a Stamford Bridge desde Rennes, sin hacer mucho ruido, casi desconocido. El mismo viaje y casi las mismas circunstancias que ha vivido Edouard Mendy, portero hecho a sí mismo, que supo sobreponerse a todas las dificultades para relanzar su carrera en Reims y tras un paso meteórico por Rennes plantarse en la portería del Chelsea. Aquí lo vimos como el que iba a quitar el puesto a Kepa Arrizabalaga, pero para Edouard es la culminación de una carrera tortuosa pero de una enorme determinación. Ya lo han podido comprobar con ese par de paradas a Benzema con las que sostuvo a su equipo cuando fue demandado y, por lo que le conozco, no creo que la presencia de la Orejona vaya a alterarle mucho.
La segunda casualidad viene del banquillo. Cuando el Chelsea ganó su Champions había cambiado de entrenador en el mes de marzo y Villas-Boas dejó su sitio a Di Matteo. Esta temporada, Lampard fue sustituido por Tuchel en enero, cuando parecía que la temporada de los blues se iba por el desagüe. Y Tuchel, que a su vez había sido despedido del PSG (con el que llegó a la última final de Champions), ha hecho del Chelsea una máquina equilibrada y ambiciosa. Un equipo que sabe atacar y que sabe organizarse extraordinariamente en fase defensiva. Justo lo que decían que no tenía el PSG.
Como decía el alemán, no es el espíritu de revancha el que le mueve. Simplemente ha encontrado un club focalizado en ganar. Mentalidad fuerte y un campeonato ultra exigente donde siempre hay que dar el 100%. Y desarrollar el carácter de los jugadores. Tal vez por eso la Premier tiene a dos representantes en la gran final.
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