María Conde e Irati Etxarri, los caminos del relevo generacional
Las jóvenes talentos de USK Praga y Cadí La Seu ganan protagonismo en la Euroliga y la Liga Femenina e impulsan la transición en la selección española
En 2013, Amaya Valdemoro y Elisa Aguilar acompañaron hasta el último escalón del podio a la mejor generación de jugadoras españolas de la historia. Y, en este 2021, Laia Palau firmó una nueva herencia subrayando las claves del viaje de las mujeres de la canasta. Ese en el que a base de ensamblar podios construyeron una rampa de lanzamiento. “Ha sido una pelea por la visibilidad y la repercusión, para mejorar las condiciones y para dignificar nuestro trabajo. Ahora tenemos que afianzarnos, disfrutar y cuidar lo conseguido… Seguir añadiendo piezas y conquistando cosas”, dejó dicho la capitana en su retirada de la selección, certificando de forma simbólica otro relevo generacional.
Una transición en la que, además de la precoz Raquel Carrera y la clarividente Maite Cazorla, destacan otras dos piezas valiosas de la cantera de talentos. María Conde (Madrid, 24 años y 1,86m), que lidera al USK Praga en la Euroliga a una media de 16,6 puntos por partido y ya secunda a Alba Torrens en la absoluta (con la que consiguió un oro europeo en su debut en 2017). Y también Irati Etxarri (Pamplona, 23 años y 1,89m), que esta temporada está siendo la mejor jugadora de la Liga Femenina Endesa al frente del Cadí La Seu (con 18 puntos y 21 de valoración media) y brilló con fuerza en su segundo partido como internacional. Con 21 puntos cada una en el triunfo ante Rumanía (107-52), Conde y Etxarri constataron que el futuro ya está aquí. Dos ejemplos de juicio, determinación y energía positiva.
María Conde llegó al baloncesto “casi por azar”. Después de crecer jugando al fútbol junto a su hermano menor en equipos de chicos, se decantó por la canasta y entró en la cantera del Estudiantes. Con apenas un año de experiencia en la Liga Femenina 2, en edad junior, emprendió su gran viaje. “Algunas jugadoras de generaciones anteriores a la mía ya habían salido de España, por la incertidumbre en nuestra liga, y decidí marcharme a EE UU (a la Universidad de Florida State)”, explica la alero madrileña. No completó los cuatro cursos previstos y, a mitad del camino, regresó a Europa, pero ya no deshizo la maleta. Un vuelo con paradas en Girona, Cracovia y Polkowice hasta alcanzar una sorprendente madurez competitiva en Praga —”Quiero pelear por la Euroliga”, recalca— y también en la selección (46 internacionalidades).
“A mí también me contactaron desde EE UU, pero aposté por quedarme y crecer conforme iba creciendo la liga de nuevo. Así vengo cogiendo carrerilla en estos años”, contrapone Etxarri. “La FEB hace un trabajo muy bueno para cuidar y proyectar el talento en categorías de formación. Luego cada una toma el camino que considera mejor para llegar a la élite. La fórmula es esfuerzo y humildad”, prosigue la jugadora navarra. Madelén Urieta la amadrinó en el Araski de Vitoria y después dio el paso de salir de su entorno para asumir definitivamente los rigores del profesionalismo. De dominar la Liga a debutar con la selección. “Mis padres tenían claro que volaría pronto, pero saben que sé cuidarme sola. Estar aquí ya es un sueño. Ahora el siguiente nivel es sentirme parte absoluta del equipo a base de continuidad. Hasta que no se conciba el equipo sin mí”, ambiciona la ala-pívot del Cadí La Seu.
“El verdadero cambio que empieza ahora”, anunció Miguel Méndez en su estreno como seleccionador. “Las jugadoras que en los últimos tiempos fueron entrando para rejuvenecer el equipo y completar las convocatorias ahora van a pasar directamente al quinteto titular o a la primera rotación”, explicó el técnico, que predicó con el ejemplo ante Rumanía con un quinteto de 24,6 años de media y Alba Torrens como única senior.
Si la historia reciente de la selección femenina de baloncesto se condensara en quintetos, resultarían tres grupos representativos del extraordinario viaje emprendido en la última década. El de la España que fue: integrado por Laia Palau (12 medallas), Anna Cruz (8), Marta Xargay (7), Laura Nicholls (9) y Sancho Lyttle (4). El de la España que sigue siendo: formado por Silvia Domínguez, Cristina Ouviña, Alba Torrens, Laura Gil y Astou Ndour (con 30,6 años de media, y 30 medallas y 687 partidos internacionales de experiencia). Y el de la España que es y será: construido en torno a Maite Cazorla, Ángela Salvadores, María Conde, Irati Etxarri y Raquel Carrera (con 23 años de media y un horizonte infinito). Recursos en todas las posiciones para barnizar de optimismo una transición ya encarrilada. Pretérito pluscuamperfecto, presente continuo y futuro inmediato. Con una nómina de talentos en ciernes que tiene además el refuerzo de Laia Flores, Laura Quevedo, María Araujo y Nogaye Lo, en la frontera de los 25 años, y de Aina Ayuso y Paula Ginzo, por debajo de los 23. Y también el respaldo imprescindible de otras coleccionistas de medallas como Leticia Romero, Queralt Casas, Leo Rodríguez, Tamara Abalde, Andrea Vilaró y Belén Arrojo, para aportar el cemento intergeneracional.
“En la selección estamos viviendo un momento de cambio y lo fundamental es estar aquí y formar parte de esto”, retoma Conde. “Todas queremos continuar con el proyecto que se empezó hace tantos años y poner nuestro granito de arena en esta historia. Amaya, Laia, Alba, Silvia, Marta, Anna… crecí viéndolas competir. Ellas fueron las que me hicieron soñar. Y estoy aquí para completar esos sueños”, cierra Conde. “En la despedida de Laia pensaba en lo bonito que puede llegar a ser esto. En todas las experiencias que te puede dar el baloncesto y en los premios a los que te puede llevar la perseverancia. Yo también quiero vivirlo”, completa Etxarri.
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