Muguruza y el oasis espiritual de África
La española, ausente durante mes y medio por el desgaste físico y mental, decidió parar y recargar pilas en la sabana para abordar con garantías la gira sobre tierra
Cuando Garbiñe Muguruza alza la bola para servir, e intentar sellar su estreno, la megafonía sufre un lapsus y en la central de la Caja Mágica de Madrid se oye la voz de una señora. La tenista contiene el golpe, interrumpe la maniobra y cuando vuelve a intentarlo de nuevo, el rumorcillo continúa. A la pausa le sigue un resoplido, después una bocanada de oxígeno y, ahora sí, por fin, la española (7-5 y 6-2 a Ajla Tomljanovic, en 1h 36m) le pone la rúbrica al partido con una volea y alza los brazos. Lo hace, eso sí, “en perfil bajo”, según transmiten desde su equipo; sin exceso de efusividades ...
Cuando Garbiñe Muguruza alza la bola para servir, e intentar sellar su estreno, la megafonía sufre un lapsus y en la central de la Caja Mágica de Madrid se oye la voz de una señora. La tenista contiene el golpe, interrumpe la maniobra y cuando vuelve a intentarlo de nuevo, el rumorcillo continúa. A la pausa le sigue un resoplido, después una bocanada de oxígeno y, ahora sí, por fin, la española (7-5 y 6-2 a Ajla Tomljanovic, en 1h 36m) le pone la rúbrica al partido con una volea y alza los brazos. Lo hace, eso sí, “en perfil bajo”, según transmiten desde su equipo; sin exceso de efusividades por eso de que acumulaba 48 días de inactividad (65 sin lograr una victoria) y estos días madrileños suponen un volver a empezar, una reactivación del motor. Mente limpia, manos a la obra otra vez. El hombro izquierdo está recuperado, y hay que subirse de nuevo al tren.
“Lo he llevado bien, porque mi cuerpo lo necesitaba”, dice la número nueve del mundo, a quien, no es ningún secreto, se le resiste la capital española, donde nunca ha conseguido sortear la tercera ronda y acumula unos cuantos disgustos. Cuestión de coco, por encima de todo. “Me encantaría jugar bien aquí y cada año vengo con esa mentalidad, trabajando fuerte, así que a ver si esta vez hay por fin un clic”, introduce. “Madrid siempre me ha generado presión. Considero que es un torneo muy importante porque es el único [femenino] que tenemos aquí, así que una siente más presión”, admite después de un periodo depurativo de mes y medio que comenzó el 13 de marzo, al día siguiente de caer contra Allison Riske en Indian Wells.
Aquella derrota fue especialmente llamativa, encajando un parcial de 12 juegos a 1 tras haber firmado un rosco de entrada. Sin embargo, cuerpo y mente le pedían un parón. No asistió a Miami ni a Charleston, ni tampoco al compromiso clasificatorio de la Billie Jean King Cup con España, en tierras neerlandesas. “Sobre todo por el hecho de refrescar y aclarar un poco los objetivos, de echar de menos la competición porque el calendario es muy largo y muy duro, y a veces te sientes un poco atropellada por la cantidad de torneos que hay”, explica; “en ocasiones viene bien saltarse uno o dos, para así volver a entrenar y a recuperar bien, y a afrontar los torneos que vengan con mejor energía. No se trata de seguir un calendario porque sí”.
Durante el paréntesis, Muguruza (28 años) se echó la mochila a la espalda (“sin pensarlo dos veces”) y recorrió con su pareja Zimbabue y Botsuana, durante dos semanas. Una apuesta por la aventura en la sabana africana (safari, puestas de sol, cataratas, bailes con tribus africanas…), con el objetivo de conservar esa adrenalina que la hace sentirse viva y recargar así las pilas de cara al regreso a la competición.
No es nueva la receta. En 2019, cuando estaba intentando enderezar el rumbo tras conquistar Roland Garros (2016), Wimbledon (2017) y ascender a la cima mundial, ya se refugió espiritualmente en África. Entonces también hizo un safari y subió junto a una amiga el Kilimanjaro (Tanzania, 5.895 metros de altitud), en lo que se tradujo como una experiencia renovadora. En una situación muy diferente, mucho más favorable ahora, ha repetido la fórmula para destacar en la gira sobre arcilla.
300 victorias en la WTA
“Sentía que lo necesitaba. Tenía dolor en muchas partes, se acumulaba. Le dije a mi equipo que deberíamos tomarnos al menos diez días de descanso para que mi cuerpo se recuperase naturalmente. En cuanto paré, mi hombro mejoró, también mi pierna y mi espalda; todo empezó a estar donde debía. También dije que necesitábamos centrarnos más en la tierra batida. Sentí que no pasaba nada si me saltaba uno o dos torneos, si después iba a volver encontrándome mejor”, abunda en inglés.
Tras convertirse en noviembre en la primera española en conquistar la Copa de Maestras y volver a la primera línea de fuego, su rendimiento mermó en el primer trimestre de la temporada; tres segundas rondas (Sídney, Open de Australia y Dubái), una tercera (Doha) y el tropezón con Riske en California le invitaron a la reflexión, y ella, chica de estímulos y vibraciones, echó el freno hasta desembarcar en Madrid.
“Tenía las dudas lógicas porque había pasado tiempo desde el último partido”, reconoce tras resolver el debut con buena nota y lograr su victoria 300 en el circuito de la WTA. “He salido sin pensar mucho, con pocas expectativas; la última vez que jugamos me ganó… Así que he intentado hacerle jugar muchos rallies (peloteos)”, prolonga sabiendo que se encontrará en la siguiente estación del torneo a la ucrania Anhilina Kalinina, la 37ª del mundo y superior este viernes a Sloane Stephens (7-5 y 6-4). Lo hará sin bajar un punto la guardia. “¿Más relajada por haber ganado hoy? Lo dudo...”, afirma Muguruza, con ganas de lucirse en Madrid: “Quiero demostrar mi talento”.
Puedes seguir a EL PAÍS Deportes en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.