Tour de Francia 2022: así es la primera etapa de montaña entre Tomblaine y Super Planche des Belles Filles
En cuatro de las cinco veces que se ha subido, quien se vistió de amarillo en el puerto vertical de los Vosgos ganó el Tour: Wiggins en 2012, Nibali en 2014, Froome en 2017 y Pogacar en 2020
Si hay un final cuyo resultado pueda revelar lo que es el Tour, quiénes son los más fuertes, quiénes ganarán, ese es el de la Planche des Belles Filles (bueno, ahora, desde su prolongación en más de un kilómetro sin asfaltar en 2019, la Super Planche), que el viernes se asciende con Tadej Pogacar de amarillo. El asesino regresa al lugar del crimen siempre. Solo tiene una década de presencia en el Tour. Solo se ha subido cinco veces, pero quien ganó allí el amarillo en cuatro de ellas llegó a París de amarillo. Solo falló 2019, el año de la inauguración de la Super Planche. Llegó una fuga. La única vez que los favoritos del Tour no se jugaron la victoria en la rampa vertical. Ganó Teuns. Se puso de líder Ciccone. El ganador final, Egan Bernal, esperó a la penúltima etapa, a la abreviada etapa del Iseran, para vestirse por primera vez de amarillo.
“No sé”, dice Enric Mas, el mejor de los españoles en el Tour, cargado de moral y de esperanza después de haber sobrevivido sin mayores daños la primera semana, tan temida. “Después de temer a los demás en terreno enemigo, llega el momento en que otros me teman a mí. He subido la Planche dos veces, en 2019 y 2020, y tengo un recuerdo bonito, pero duro [corría entonces como gregario de Julian Alaphilippe y entró a medio minuto de su líder y los demás hombres fuertes del Tour del 19]. Es un puerto en el que se pueden picar algunos segundillos arriba, pero espero que para mi persona no haya mucha diferencia”.
Hace 10 años, en 2012, Chris Froome era casi un desconocido para las gentes del ciclismo, excepto para los que habían seguido atentamente la Vuelta a España. Aquel Tour se inauguró la subida a la Planche des Belles Filles, presentada al mundo como un descubrimiento en los Vosgos, una subida corta, de no más de seis kilómetros, pero tremendamente vertical, con 500 metros finales al 20%. Ganó Froome y se vistió de amarillo Brad Wiggins, su líder. En un monte que le da sombra a la hermosa Nôtre Dame des Champs, en Ronchamps, de Le Corbusier, quedó así formalmente inaugurada la dinastía Sky-Ineos. Era la séptima etapa. Al Tour del 12 le quedaban 14 etapas. Solo las disputas internas entre los amigos-enemigos, Wiggins, líder designado, Froome, el ciclista más fuerte, dieron interés a las dos semanas finales. En 2014, décima etapa, con Froome caído y retirado, ganó Vincenzo Nibali, quien el mismo día alcanzó un maillot amarillo que llevó hasta París, el único italiano que lo ha conseguido desde el 98 de Marco Pantani. En 2017 ganó otro italiano, Fabio Aru, pero alcanzó el maillot Froome. Era la quinta etapa. Allí comenzó el inglés a ganar su cuarto y último Tour.
Por razones de situación geográfica, en la esquina nordeste del hexágono, hacia Suiza, la Planche, o Super Planche también este año (una ascensión hasta 1.140 metros de altitud, 7 kilómetros al 8,7%, con dos escalones del 22% y el 24% en los últimos 1.500m), se subía habitualmente en la primera semana, pero en 2020 se rompió la rutina por partida doble. Se subió en la penúltima etapa y se hizo contrarreloj. Quien llegó de amarillo, Roglic, lo perdió; quien ganó el amarillo allí, Pogacar, ganó el Tour.
El esloveno, joven, casi un niño, llega de amarillo. ¿No teme perderlo? ¿Caer en la maldición? “No, no me preocupa en absoluto”, responde. “Podría haber esperado hasta la Planche para coger allí el maillot, y además está allí toda mi familia, y tengo muchas ganas de que me vean, no veo el momento, pero el equipo ha trabajado muy bien en las cuestas de Longwy y tenía que rematar su trabajo”.
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