“Antes de jugar contra mí, Federer se cenó una pizza”
Los españoles Alex Corretja, Joan Balcells, Albert Ramos y Pablo Andújar relatan la experiencia de jugar contra el genial extenista suizo, de sus inicios a la veteranía
El largo viaje profesional de Roger Federer, sellado anoche en Londres, registra 163 partidos contra rivales españoles. El legendario suizo ganó 124 y perdió 39 de ellos, con solo once afortunados que pueden presumir de haberle vencido alguna vez; el primero en conseguirlo fue Juan Carlos Ferrero (Auckland, 2000) y el último Pablo Andújar (Ginebra, 2021). Solamente hay cinco jugadores que han dirimido los duelos contra él con un balance positivo: Rafael Nadal (24-16), Alex Corretja (3-2) y el trío que le batió en el único precedente, formado por Sergi Bruguera (2000), Francisco Clavet (2000) y el propio Andújar. Todos ellos coinciden en algo: el privilegio de haber compartido pista con el gran genio. Cuatro de los agraciados relatan su experiencia en primera persona.
Alex Corretja: “Intentábamos desesperarle con bolas altas, tirarle hacia atrás”.
Desde bien pequeñito, Roger era alguien que impresionaba porque jugaba a una velocidad muy alta. Se giraba muy bien con la derecha, escondía muy bien los golpes con el saque y tenía un revés cortado muy incómodo; defensivamente tenía un revés liftado que a la altura de la cintura era bueno, pero que le hacía cometer errores si la bola le llegaba alta porque a él le gusta mucho jugar dentro de la pista.
Nosotros, por el estilo español, intentábamos hacerle daño con la altura; tratábamos de tirarle lo más atrás posible y que se desesperara, pero ya veías que la velocidad de piernas era altísima. Era un jugador muy agresivo y eso, a su vez, le hacía fallar bastante, pero en la etapa que jugó contra mí [entre 2000 y 2003, triunfos en Roland Garros (2) y Gstaad para el barcelonés] ya era muy explosivo y tenía un potencial tremendo; tenía muchísimo talento y se desplazaba muy bien por la pista.
Más allá de la elegancia y la forma que tiene de moverse, su sola presencia genera admiración. Su modo de caminar, e incluso de vestir, le llega a la gente. Su legado va a perdurar para siempre. Es un icono del deporte mundial y yo lo pondría a la altura de Michael Jordan o Tiger Woods. Son gente única, diferentes, con un carisma innato y que allá donde van, son venerados por la gente. Él pertenece a esa estirpe, impresiona. A pesar de conocerle, de haber jugado contra él y de haberle entrevistado, cada vez que se dirige a mí sigue impactándome por lo que transmite. Es un deportista muy, muy especial.
Joan Balcells: “Le hacía saque-red y se rebotó un par de veces”.
Jugamos en 1999 en el challenger de Espinho (Portugal), sobre tierra batido y bajo techo. No lo conocía mucho y él era seis años más joven, pero ya tenía mejor ranking que yo, ya había sido número uno júnior y ya le había ganado a Moyà. Pero nadie podía imaginar que llegaría a alcanzar lo que ha alcanzado, porque además estaba por ahí Pete Sampras haciendo historia.
Con el revés flojeaba un poco, así que le hacía saque-red y le buscaba por ahí. Las pasaba un poco canutas. El tío estaba mosqueado, porque en aquella época tenía mal carácter y viendo que le insistía mucho por ese costado, se cogió un par de rebotes. No quería perder ni de broma. Después pasó lo que pasó, que cambió el tenis y también moldeó su carácter.
Su juego es maravilloso, pero yo destacaría por encima de todo que nunca ha tenido problemas con nadie. Ha sido siempre un señor. En el tenis se suelen decir cosas durante el partido, pero él siempre ha sabido estar en su sitio. Me quedo sobre todo con su comportamiento y también con su capacidad para permanecer tanto tiempo arriba. Y desde el punto de vista técnico, entonces ya era impecable. A la que le dejabas entrar con la derecha ya no había remedio; te desbordaba.
Albert Ramos: “Cada vez que podía, iba a verlo entrenar”.
Le gané en 2015, en la segunda ronda de Shanghái. Fue un partido muy igualado. En el primer set, él estaba sacando los juegos con el servicio con mucha más facilidad que yo; el segundo me lo ganó fácil y en el tercero fui aguantando hasta que a la primera que tuve, le hice el break. Creo que solo puedes vencerle si lo haces perfecto y él no tiene el día.
La tarde previa, yo acababa de jugar en la primera ronda contra Querrey y coincidimos en el club a la hora de la cena. Él estaba comiéndose una pizza, muy relajado, y mi entrenador me dijo: ‘Mañana le vas a ganar, porque mira cómo está…’. Yo le dije que era imposible, y ahora siempre me lo recuerda.
La sensación que se tiene cuando se juega contra él es, básicamente, la de que es muy rápido en las maniobras. Casi siempre está atacándote y es muy difícil hacerlo defender, no te deja. Te obliga a estar alerta, porque te puede contratacar con un gran slice de revés o con un bote pronto. Además, es muy difícil leerle el saque porque aguanta mucho el golpe, hasta el último momento, y lo coloca a la perfección.
Todo el mundo ha disfrutado mucho de verle jugar, y yo el primero. Cuando estábamos en un torneo y tenía la oportunidad de verle entrenar, especialmente en Wimbledon, me quedaba porque cada vez que tocaba la bola era increíble; allí el sonido de su bola, tanto en el impacto como a la hora de salir, era especial. Me quedo con su elegancia y su clase, saltan a la vista, y con el hecho de que ha hecho disfrutar mucho a la gente. En el vestuario siempre ha sido bromista, muy tranquilo y muy cercano a todos.
Pablo Andújar: “Sabía que tengo hijos y me regaló un cómic dedicado”.
Afronté el partido contra él muy nervioso, pero conseguí evadirme y gracias a eso le gané [en Ginebra, el curso pasado]. Después de muchos años en el circuito quería jugar algún día contra él, así que me sentí liberado. Fue muy especial para mí. Eso sí, hay que decir que él no estaba a su mejor nivel. Le había visto jugar muchas veces y me impresionaba sobre todo esa capacidad que tiene para hacer lo que le da la gana con la pelota. Crea arte. Tiene una creatividad que no tiene nadie. Lo hace todo tan plástico, tan perfecto, que parece increíble.
Me quedo con su clase, pero sobre todo la que tiene a la hora de aceptar ciertas derrotas, algunas de ellas durísimas para él como la de Wimbledon [2019] contra Djokovic. Ha tenido mucha clase a la hora de ganar, pero también a la de perder. Deja un legado muy bonito para los tenistas, para los deportistas y en general para la vida. Me quedo con lo buen deportista que es.
Tengo una anécdota que habla muy bien de cómo es realmente. Después de haberle ganado el año pasado en Ginebra, en la antesala de Roland Garros, estaba en el vestuario de la Chatrier y un día vino con un cómic infantil suizo superfamoso porque sabía que tengo hijos y me dijo: me gustaría regalarte esto para ellos. Y le dije: ¡Esto me lo tienes que firmar! Me preguntó su nombre y escribió una dedicatoria. Es un fuera de serie.
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