El Barcelona es Lewandowski
El ariete resuelve en el tiempo añadido un partido pésimo de los azulgrana ante un Valencia tan bravo como diezmado por las lesiones
A falta de fútbol, el Barça vive de los goles de Lewandowski, que ya cuenta 18, 13 en la Liga. El escorzo del ariete polaco después de una jugada de Raphinha en el tiempo añadido rescató al equipo azulgrana en un mustio partido disputado en Mestalla. Los encuentros del Barça en Valencia son de los más largos de la Liga. Algunas de sus mejores victorias han llegado en el tiempo añadido, como este sábado, justo cuando más desmoralizado parecía el equipo de Xavi. Lewandowski se presentó en el momento oportuno y su gol propició un triunfo tan personal como el de Mallorca. Un guiño a fin de cuentas a Villa el día en que se homenajeaba al asturiano de Tuilla que tantos goles metió con el Valencia y el Barcelona. Los barcelonistas festejaron el tanto como si hubieran ganado la Liga. A veces melancólico, en ocasiones angustiado, siempre paralizado por la eliminación de la Champions, el Barça se extravió en Mestalla. La suya fue una actuación descorazonadora hasta que acertó Lewandowski.
El Valencia se aplicó muy bien de salida en la presión sobre Busquets, Eric y Koundé. Tapó la línea de pase y procuró no conceder espacios al Barcelona. La exigencia defensiva era máxima para los delanteros de Gattuso. Cavani apenas duró un cuarto de hora en la cancha mientras Mamardashvili se aturrullaba con el balón en los pies cada vez que se citaba con Ansu Fati. El delantero se soltaba rápido de las marcas, indetectable para medios y defensas, y pisaba con frecuencia el área del Valencia. No había manera, sin embargo, de que acabara la jugada y cuando por fin enfocó el arco y encontró la red estaba en fuera de juego para alivio de la encendida grada de Mestalla.
No atinaba Ansu, se equivocaba Dembélé y no comparecía Lewandowski. Al compás de Pedri, más participativo y decisivo como interior que de falso extremo, el Barcelona jugaba demasiado cómodo y excesivamente confiado ante un frágil y diezmado Valencia. El listado de bajas aumentaba —Nico, Ilaix, Musah, Diakhaby— y la dificultad del partido era tanta que la hinchada tomó conciencia de que se imponía ayudar más que pedir en un ejercicio de supervivencia que pasaba necesariamente por la misericordia del Barça. Infalibles contra el Villarreal y Athletic, cuando convirtieron tres y cuatro ocasiones en goles, los azulgrana no sabían cómo rematar al Valencia.
El partido llegó muy abierto al descanso porque a cambio de un remate al palo de Lewandowski, Eric García —sustituido más tarde por lesión— y Marcos Alonso cargaron con una tarjeta amarilla —pudo ser roja en el caso del madrileño— después de una mala defensa sobre Marcos André y Kluivert. Necesitaban los azulgrana generar más fútbol para ganar y cerrar mejor su defensa para no ceder puntos en un feudo tan encrespado como propicio si se tiene en cuenta que allí solo habían perdido uno de los últimos 15 partidos —2-0 en la temporada 2019-2020—. Las desatenciones azulgrana son constantes en cada partido, también en Mestalla. Únicamente una mano de Marcos André invalidó un gol de Samuel Lino.
La jugada retrató a la zaga, desde Jordi Alba hasta Balde, torpes con y sin balón, de la misma manera que quedó retratado Marcos Alonso. La falta de contundencia azulgrana animó al Valencia y obligó a intervenir a Xavi. Intentó reaccionar el Barcelona con la entrada de Raphinha, Ferran y Gavi y la salida de Busquets. Al equipo de Gattuso, sin embargo, le llevaban los demonios ante el clamor de Mestalla. No respondían en cambio los azulgrana, muy desnortados y preocupados después de la caída de Koundé. La lesión del central fue tan alarmante como frívola pareció la entrada de Piqué. Al central le costó salir del banquillo y ponerse las botas para acabar el desdichado choque de Mestalla.
El encuentro decayó progresivamente mientras los futbolistas caían derrengados por el esfuerzo ante la impotencia de Xavi y la impaciencia de Gattuso. Los azulgrana se dejaron llevar por la corriente, faltos de juego y de ritmo, muy expuestos e irritables, conscientes de que la concesión de cualquier punto comprometía su condición de rival del Madrid en la Liga. No había futbol ni jugadas en el bando azulgrana, desesperante desde el descanso, cuando en la última acción se presentó Lewandowski. El gol permite ganar tiempo a la espera de que Xavi encuentre el equipo después de no parar de cambiar jugadores sin que se sepa muy bien a qué juega el Barça. El único reconocible es Lewandowski.
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