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Los atletas Orlando Ortega y Fernando Carro, en el duro camino del regreso

Ambas figuras del atletismo español, parados desde Tokio por las lesiones, han buscado en Sudáfrica la paz interior y la motivación para volver a ser grandes en el Mundial de Budapest y en los Juegos de París

Carlos Arribas
Orlando Ortega y Fernando Carro
Selfi de Orlando Ortega con Jesús Ramos, a la izquierda, y Fernando Carro ante la pista de hierba de Potchefstroom.Orlando Ortega

Cosas que pueden pasar una mañana de diciembre en Potchefstroom, a 11.000 kilómetros de distancia de Madrid, 160 horas de coche a través de toda África, donde después de desayunar se cruzan Fernando Carro y Orlando Ortega, ¿tú por aquí también?, como hacía más de un año que no se cruzaban por ahí, entonces en Tokio, en la Villa Olímpica, cuando ambos iban a ser figuras del equipo español de atletismo y ambos, con la mano en el muslo, los isquios, el terror, abandonaron lesionados.

Y desde entonces, almas en pena, apenas han competido Carro y Ortega, plusmarquistas nacionales, respectivamente, de 3.000m obstáculos (8m 5,69s) y 100m vallas (13,04s), que anuncian que se están recuperando y que volverán a ser ellos, y la señal de la salud, la paz interior que encuentran, es el placer que descubren corriendo descalzos por la pista de hierba del campus universitario de Potchefstroom, a 1.300m de altitud, en el corazón de Sudáfrica, respirando el espíritu de Zola Budd, la atleta sudafricana que desafió a todas corriendo descalza sobre el tartán, y el de Peter Snell, el neozelandés que batía los récords del medio fondo en pistas de hierba.

Y allí, gozando de un tiempo primaveral —con algunos chaparrones inauditos que inundan la pista y se hacen fotos corriendo con el agua por la cintura— y de un ambiente de turismo de atletas de elite, estuvieron hasta Navidades. Vida de atleta, siempre en ansia, y en Sudáfrica, aislado del ruido, cuida el espíritu, la cabeza traicionera.

“La felicidad de correr descalzo en la hierba, jeje, buena metáfora de cómo me encuentro”, dice Carro, en Sudáfrica siguiendo la senda abierta una semana antes por Adrián Ben, y hace años por Arturo Casado, ambos pupilos también del entrenador Arturo Martín.

El atleta de San Blas hace apenas 10 meses se operó de los dos calcáneos, el hueso del talón, y después de un verano dedicado a las carreras de asfalto, con zapatillas de placa y buenos calcetines para que el tendón de Aquiles sufra menos, ya cree que se encuentra preparado para volver a su vida, que es el 3.000m obstáculos, prueba de la que fue fue subcampeón de Europa en 2018. “Me encuentro sano y emocionalmente bien. He corrido un cross con clavos y no me resentí nada. Todo son buenas sensaciones”, dice Carro, quien, como su compañero de viaje, el fondista de Moratalaz Jesús Ramos, correrá el 31 la San Silvestre vallecana.


Fernando Carro en Sudáfrica.
Fernando Carro en Sudáfrica.

A Ortega, vallista de distancia corta y mucha velocidad y potencia, le gustaría también correr descalzo en la hierba, pero su carrera, le obliga a golpear al suelo tan fuerte como pueda, hasta hacerle daño, y siempre calzado. “Son impactos muy bruscos y muy fuertes. Pero me gusta, me gusta la sensación cuando corro un poco para soltar”, dice el atleta que en Sudáfrica se entrena con sus amigos chipriotas, con el atleta Milan Trajkovic y con el técnico Antonis Giannoulakis, su anterior entrenador. “Comparto entrenamiento, pero no hago lo mismo. Mi entrenador, mi padre, no pudo venir a este viaje, apoyado en todo momento por la federación española”.

Lejos del frío que les disgusta, y de la soledad del entrenamiento, tocan la paz interior, que Ortega cree haber alcanzado ya hace un par de meses, cuando se casó. “Eso ha sido un plus en mi vida personal. Estoy superfeliz, supercontento y superorgulloso de la familia que tengo. Y, ahora con mi esposa, pues qué te puedo decir. Llegar a casa y estar ahí con mi esposa, con la familia, es algo maravilloso, impresionante. Una estabilidad emocional que ayuda mucho a salir adelante. Mis primeras Navidades casado. Primeras Navidades en familia”, dice el atleta, nacido en Artemisa (Cuba), hace 31 años, que en 2015 se estableció en España, y triunfó, y asegura que sigue con deseos de grandeza. “Nos mueve el hambre. Si no tuviera motivación, si no tuviera esa hambre que me caracteriza, no estaría aquí intentándolo todavía, ¿no? De cabeza estoy muy bien, estoy muy tranquilo, me siento muy feliz, ahora que las lesiones me permiten entrenar. Gracias a Dios, la lesión está recuperada. Gracias a Dios, no me molesta, no ha dado ningún tipo de señal de existencia, ningún síntoma”.

Cuando, los pulmones llenos de aire limpio y la cabeza libre de malos pensamientos, vuelvan al mundo real, el de las competiciones y las competencias, ambos se encontrarán con que ese mundo ya no es el mismo. “Desapareces un año y al volver te encuentras con otra cosa, tanto ha subido el nivel. La pista cubierta está prohibitiva este año, con Katir, Mechaal, Ndikwemenayo…”, dice Carro, de 30 años, que hace unos meses sopesaba dejar los clavos y los obstáculos y pasarse al asfalto, al maratón, pero seguirá en lo suyo, en la prueba que siempre le ha alimentado, y en los caminos y ríos de Sudáfrica ha recuperado las grandes sensaciones que buscan los obstaculistas, pues todos saben que su carrera se inventó en África, que los 3.000m obstáculos no dejan de ser una domesticación del campo a través. “No tengo prisa por pasarme a la ruta. Tengo que hacerlo desde una posición privilegiada, no como si fuera el último refugio”.

Ortega, el intocable hace nada en las vallas españolas, regresa y se encuentra con que en su ausencia ha crecido hasta casi sobrepasarle Asier Martínez, el navarro 10 años más joven que ya ha sido finalista olímpico, medallista mundial y campeón de Europa de los 110m vallas, y una marca de 13,14s, a una décima de su récord nacional.

Y crece rápido también Enrique Llopis, otro veinteañero. “Son dos chavales que lo están haciendo muy bien y, ojalá, como siempre he dicho, ojalá, que lo sigan haciendo muy bien. Y que en su carrera deportiva sigan brillando como lo han estado haciendo hasta ahora”, dice Ortega, que confiesa que no vio por televisión la final de Múnich en la que Asier Martínez derrotó por una milésima a Pascal Martinot Lagarde. “Pero me esperaba, me esperaba un resultado así. Me lo imaginaba. Sabía. Yo hice un pronóstico yo mismo de quiénes podían ser los medallistas y me esperaba algo así. Y ahora serán mi competencia, y me puede venir bien, claro, por qué no. A cualquiera le puede venir bien un poco de competencia. Yo, como siempre he dicho, mi mayor competencia siempre he sido yo. Siempre he sido yo mismo en intentar mejorar cada año, cada temporada que hago, esa es mi mayor competencia. No, no me preocupo por resultados de otros atletas ni nada”.

Carro seguramente no hará temporada de pista cubierta, y Ortega aún lo duda, dice que irápoco a poco, día a día. Piensan los dos en el Mundial de Budapest, el próximo agosto, y en los Juegos de París, en julio del 24. Ninguno tiene más planes fijos. Decidirá su cuerpo. El espíritu, parece, ya lo tienen preparado para el regreso, el camino siempre más duro de los campeones que fueron.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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