Alcaraz tiene fondo de armario: del chaqué al mono de trabajo
Acostumbrado a dominar los partidos, el español suma su tercera remontada del curso y refuerza su aprendizaje para remar a contracorriente: “Sé adaptarme”
Irrumpe Carlos Alcaraz en la sala de conferencias como quien accede al confesionario, feliz de haber sorteado una durísima tarde frente al finlandés Emil Ruusuvuori (2-6, 6-4 y 6-1, tras 2h 16m) y dispuesto a la vez a asumir la penitencia por haber tirado la raqueta contra la arena en un instante de confusión. “He fallado un resto al segundo saque que no tocaba, una bola que tampoco tocaba fallar…”, introduce el de El Palmar. “Ha sido una parada mental. Yo no apoyo ese tipo de cosas, pero hoy me ha salido y me arrepiento; lo he hablado con Juan Carlos [Ferrero, su entrenador]… Lo bueno es que me he dado cuenta y he rectificado, y eso me ha hecho mejorar”, añade con cara de chico bueno, viniendo a recordar que solo tiene 19 años y, por tanto, todavía muchas cosas que aprender.
Una de ellas, esencial si quiere llegar a convertirse en el gran campeón que desea y que los especialistas auguran, consiste en destrabar partidos tan complicados como este último; tan áspero, tan a trompicones y tan cuesta arriba, porque durante un buen rato, hablando a las claras, Alcaraz tuvo al menos un pie fuera del torneo de Madrid. Va interiorizando el concepto, y a buen seguro que no olvidará este 28 de abril, fecha del cumpleaños de su padre y también la de un duelo de lo más peliagudo, a remolque hasta que Ruusuvuori (41º del mundo, 24 años) perdonó cinco bolas para lograr el break, en el segundo set, y firmó de esa forma el acta de despedida.
“Muchas veces no conseguimos disfrutar o jugar a nuestro mejor nivel, y hay que aceptar eso con humildad. A veces hay que hacer otro juego, aunque no sea mi estilo. Excepto el tercer set, en el que he jugado un poco más como a mí me gusta, había que ponerse el mono de trabajo; aunque no disfrutase tanto como en otros partidos, había que sacarlo adelante”, se explicaba ante los periodistas, en uno de esos días que hacen criba y que diferencian a los buenos de los mejores, y a estos de los excelentes. Para llegar allí donde sueña, el chico ya sabe que no basta con lo bonito, y que cuando vienen tan mal dadas como en este caso, el triunfo tiene un valor doble.
No es la primera vez que Alcaraz escapa a una situación de emergencia. Ya remontó ante Fabio Fognini y Nicolás Jarry en Río de Janeiro, y en Barcelona tuvo que sobreponerse a dos espinosos pulsos con Roberto Bautista y Alejandro Davidovich. Incide su equipo en la idea de que debe aprender a remar a contracorriente, y la predisposición del jugador contribuye. Si tiene que pelear en el barrizal, lo hace. No le queda otra. Todos los tenistas dominantes a los que pretende emular lo hicieron, desde el modélico Nadal hasta el mismísimo Federer, que en ocasiones también tuvo que deshacerse del frac y ponerse el buzo de la limpieza.
Descifrar qué está pasando
“El lema de mi abuelo [”cabeza, corazón y cojones”] ha estado más presente que nunca; he tenido que echarle las tres ces en todo momento”, describía antes de abandonar la Caja Mágica y pensar en el búlgaro Grigor Dimitrov, el escollo de este domingo (no antes de las 20.00, Movistar y Tdp); “en ese momento [ante las cinco opciones de rotura del nórdico], te pasan muchos pensamientos por la cabeza, pero he estado ahí todo el rato; he estado todo el rato pensando que podía, que iba a tener una pequeña oportunidad al resto, y a partir del break [logrado a continuación por él] hemos encadenado una buena dinámica”.
Aunque absorbe rápido, Alcaraz no deja ser un chico de su edad y de su tiempo. Se entrega a las peticiones de Ferrero, pero lógicamente le cuesta comprender algunos códigos del profesionalismo que para alguien de 19 años pueden parecer triviales y que en realidad son indispensables. Se unieron la determinación de Ruusuvuori y las circunstancias: un estreno y además en Madrid, con la familia y los amigos en la grada. No es un marco cualquiera la Caja Mágica, donde los tenistas deben adaptarse a una velocidad de la pelota superior al la del resto de los torneos disputados en tierra batida.
En una tarde muy plomiza, Alcaraz supo aguantar la tempestad y darle la vuelta a la historia. Incómodo, solicitó cambiar el cordaje de su raqueta sobre la marcha para ganar tensión –añadió un kilo más– y en el instante decisivo, logró el viraje que necesitaba. “Hay que saber diferenciar qué está pasando. Soy un jugador agresivo, pero Emil estaba jugando a un ritmo que no me permitía hacer el mío. No sabía cómo hacerle daño… Había que intentar que los puntos duraran un poco más. Me adapto mucho a las circunstancias, y si hay que ponerse el mono de trabajo lo hago perfectamente, porque me siento cómodo con ello”, concluyó el número dos del mundo.
Exigido física y sobre todo mentalmente, el murciano consiguió progresar y siguieron su estela Davidovich (6-3 y 6-4 a Albert Ramos), Bautista (4-6, 7-6(5) y 6-3 a Halys) y Jaume Munar (por retirada de Griekspoor). Cedieron Nuria Párrizas (6-3, 4-6 y 6-2 para Kudermetova) y Roberto Carballés (6-7(6), 7-5 y 6-0), y se despidió Casper Ruud, cuarto en la ATP. Este sábado intervendrán Bernabé Zapata (Daniel Evans), Paula Badosa (ante Coco Gauff; no antes de las 16.00, Dazn) y Rebeka Masarova (Maria Sakkari) en el último turno.
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