Eugenio López-Chacarra, el golfista bendecido por Seve Ballesteros
El golfista madrileño, con licenciatura universitaria, veraneaba de niño con el cántabro y tras dar el salto al LIV ganó en pocos meses su primer torneo, ahora tercero en Valderrama
“¡Qué buena, chaval!”, le felicitó Sergio García entre abrazos y cerca de la zona del putting green después de la jornada del viernes. “¿Y eso?”, preguntó Rahm, que también estaba cerca. “Se ha hecho -3″, le explicó el capitán de los Fireballs. “¡Felicidades!”, reaccionó el León de Barrika. Y Eugenio López-Chacarra (Madrid; 24 años), sin efusividad pero sonriente, aceptó los elogios. “Sí que estaba contento, pero es que cuando sales de este campo es como si acabaras una batalla contra un dragón. Además, le quedaban 36 hoyos, estaba concentrado”, resuelven desde su entorno. Por la noche, en la casa que está de alquiler estos días y compartiendo con los hijos de Raúl González Blanco, grandes amigos (y gran madridista él), sí que hicieron un brindis con la familia por la excepcional vuelta. Este sábado se mantuvo de pie, -2 en total y a cinco golpes del líder Lahiri. López-Chacarra, Chaqui, como le llaman, sabe que está en su sitio. Ese que un día le dijo que alcanzaría Severiano Ballesteros.
Aficionado su abuelo Eugenio y su padre Ignacio al golf, ambos santanderinos, pronto encontraron en el campo de Pedreña su lugar predilecto. Tenían, además, gran amistad con la familia Ballesteros, por lo que Chaqui recibió de bien niño consejos impagables de la persona que revolucionó el golf en España y también en Europa, ganador de cinco majors (dos Masters y tres Open Británicos). “Empecé en el golf con Vicente Ballesteros (hermano) y también tuve la suerte de pasar ratos con Seve, ya que hasta jugamos algún par 3. Recuerdo que me enseñó todos sus trofeos y me dijo que nunca es demasiado trabajo y que siempre puedes hacer más para que las cosas salgan bien”, explica Chacarra a EL PAÍS tras la segunda jornada del LIV, una cultura de trabajo que lleva a rajatabla. Pero ninguno vio tan claro lo que le predijo Seve al padre de ese niño. “Ignacio, tú no te preocupes que este chaval llega seguro”, sentenció. No falló. Pero lo suyo se lo ha trabajado Chacarra.
Con 11 años, Eugenio entró en el Centro de Tecnificación de Madrid bajo la tutela de Antonio Barquero, su entrenador hasta que se marchó a la Universidad de West Forest, ya con 18. “Era tan trabajador como competitivo”, recuerda Antonio; “porque en el primer torneo que jugamos, él ganó su hoyo y ya me preguntó cómo iban el resto”. Por entonces, toda vez que jugaba en hoyos de pares 3, era un genio en el juego corto. Pero al pasarse a las maderas y al drive encontró una regularidad sensacional. “En ninguna competición le hemos buscado bolas fuera del campo”, desliza Antonio, que acompaña a la familia estos días en Valderrama. Una cualidad que ha mantenido en el tiempo, pues en Estados Unidos —tras West Forest fue fichado por la Universidad de Oklahoma— dejaba a todos boquiabiertos por su juego largo, incluso en los tres torneos que jugó como amateur en el PGA Tour. Ocurre, sin embargo, que en este último año algo fallaba con el drive.
Por un lado no daba con el palo. “Se había quedado con un modelo antiguo y la marca ya no lo fabricaba más y tampoco quedaba nada en stock…”, aclaran de su entorno; “hasta que encontró un drive Titleist y le puso una varilla que usó en el College y vuelve a tener esa confianza”. También sucede que después de un año y medio con dolores inhumanos al punto de que había días que no podía andar, su cadera está bien desde hace un mes. “Es que me pusieron una infiltración en Oklahoma mal y me salió un ganglio de líquido que me iba rozando. Ahora, sin embargo, ya puedo poner carga en la cadera izquierda cuando golpeo a la bola”. Y él, fiel al consejo de Seve, no para de hacerlo, pues ayer (como cada día después de torneo) se quedó tirando bolas en el campo de prácticas.
“Es muy trabajador. Es de los que hay que sacar del range porque siempre quiere mejorar”, apuntan desde su círculo íntimo. Y ha sido una constante en su vida con todo. Como con los estudios. “A mí me prometió que acabaría la carrera, pues lo que se empieza se acaba”, revela su padre; “siempre le dije que esto solo suma y que nunca sobra”. Y cumplió, incluso cuando ya estaba jugando en el LIV después de recibir un cheque de alrededor de 10 millones por firmar con los saudíes. Tanto es así que, durante el torneo de Bangkok de 2022 tuvo que hacer un examen on-line. Se salió de esa y acabó los estudios, la doble carrera de Gestión Deportiva y Finanzas, y Psicología. Curiosamente, en Bangkok venció —único español hasta la fecha en hacerlo en el LIV— y ganó un cheque de casi cinco millones de euros (el mayor premio recibido por un deportista español). “Ese día”, apostilla su padre; “se dio cuenta de que podía ganar a los mejores, antes solo lo pensaba”.
Madridista irredento, amigo de futbolistas como Marcos Alonso —estaba ayer en Valderrama para darle su apoyo— y Morata, también del piloto Carlos Sainz, hermano de Carolina —que también está en la Universidad de Wake Forest despuntando con los palos y cerca del profesionalismo—. el que fuera número dos del mundo amateur en la época universitaria, sigue dando pasos en el competitivo mundo del golf, pues ya disputó el US Open pasado y ahora coge ritmo y protagonismo en el LIV. En Valderrama va tercero. Algo que a Seve, seguro, no le extrañaría.
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