Van der Poel gana en Flandes tras destrozar a sus rivales en el Koppenberg
El ciclista neerlandés cogió ventaja en una complicadísima rampa que la mayoría de sus rivales subió a pie, y se mantuvo en cabeza durante 45 kilómetros
Habla el campeón: “El Koppenberg era ridículamente duro”. Y no exagera Matthieu Van der Poel. Sólo sus grandes habilidades como ciclocrossista le mantuvieron sobre la bicicleta mientras por detrás se desarrollaba una masacre que no pudo presenciar porque bastante tenía con mantener el equilibrio, mirar al frente y patear los pedales.
A 45 kilómetros para la meta, en el lugar que todos los ciclistas temen, y adoran los aficionados que acuden al Tour de Flandes, patrimonio universal del ciclismo belga, Iván García Cortina comenzó a ascender entre los adoquines puntiagudos con un puñado de segundos de ventaja. Se había dejado ver bastante el corredor del Movistar, aguantó entre los grandes y afrontó en cabeza la colina en la que el empedrado dicta sentencia. Siguió hasta la mitad de la cuesta; Pero el desarrollo no le dio para más. A punto de caerse, se bajó de la bici y quiso volver a pedalear, vano intento con las ruedas patinando, y de resbalón en resbalón con los tacos de las zapatillas.
𝐋𝐨𝐜𝐮𝐫𝐚 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐊𝐨𝐩𝐩𝐞𝐫𝐛𝐞𝐫𝐠 🤯
— Eurosport.es (@Eurosport_ES) March 31, 2024
𝐅𝐥𝐚𝐧𝐝𝐞𝐬 𝐞𝐧 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐝𝐨 𝐩𝐮𝐫𝐨 ❤️🔥
Cortina y casi todo el pelotón tienen que echar pie a tierra y Van der Poel tira de habilidad para irse en solitario.#RVV24 | #LaCasadelCiclismo pic.twitter.com/Y1xlopagEN
Por detrás ya estaba en cabeza el campeón del mundo, poderoso en sus pedaladas, cauteloso en su actitud frente al terreno resbaladizo y habilidoso cuando se le cruzaba la bicicleta. Solo Van der Poel y dos más, Jorgenson y Pedersen, llegaron a la cima del Koppenberg montados sobre su máquina. El resto subió empujando la bicicleta, como si en vez de adoquines hubiera un tramo de escaleras.
Ahí comenzó la escabechina, el principio del fin para la carrera, porque la diferencia mínima de Van der Poel se fue incrementando durante los 45 kilómetros que restaban. Era ridículamente duro, dijo el campeón, pero los otros lo acusaron más, entre ellos, los españoles García Cortina y Oier Lazkano, ambos siempre en cabeza hasta el momento fatídico. De experiencias como las de Flandes, que llevan las fuerzas al límite, se aprende. El Koppenberg los remató, aunque el viejo Kwaremont, o el Paterberg, o la Mareborrestraat les machacaron el cuerpo. También a Van der Poel, claro: “He llegado con el depósito vacío”, pero el campeón neerlandés sabe cómo manejarse mejor que nadie. Por eso ha ganado por tercera vez el monumento flamenco; por eso se une a la restringida lista de campeones del mundo que ganaron vestidos con el maillot arcoíris. El anterior fue Sagan.
Se había comportado como uno más hasta el Koppenberg, respondiendo a ataques como los del valiente Lazkano, o sosegando sus impulsos cuando Pedersen malgastó energías en una aventura a dos con Vermeersch, muy lejana todavía a la meta, pero a esa distancia de 45 kilómetros, sideral para el común de los ciclistas, fue el más hábil, el más decidido y el más fuerte cuando tocaba, y alcanzó la meta con más de un minuto de diferencia con Luca Mozzato. Polit fue tercero por la descalificación de Michael Matthews.
En la prueba femenina, la favorita Lotte Kopecky solo pudo ser quinta en una carrera ganada por Elisa Longo-Borghini, que llegó a la meta junto a Kasia Niewiadoma, que fue segunda, y su compañera de equipo Shirin van Anrooij. Las tres cogieron ventaja en el descenso del Paterberg.
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