Douvikas arrastra al Celta hasta los cuartos
El Valencia, que venía de ganar cuatro partidos seguidos, se ve sorprendido por el equipo de Benítez y se despide de la Copa en Mestalla
Anastasios Douvikas está en racha. La Copa está encumbrando al delantero griego, que lleva tres rondas marcando goles a pares. La última, ante un Valencia demasiado permeable atrás, que se despide de la competición ante una afición que volvió a llenar Mestalla y que se quedó sin la celebración esperada. Venía el Valencia crecido por su pasado más reciente. Cuatro victorias seguidas -tres en la Liga y una en la Copa- que habían alicatado su confianza. Una racha que no conectaba desde hacía más de dos años. Demasiado tiempo. Y en una noche ventosa y tibia, se disponía a gozar de una eliminatoria de la Copa del Rey. Pero el Celta de Rafa Benítez, otro que adora la hinchada de Mestalla, se apresuró a desmontar esta velada idílica y avanza hasta los cuartos de final.
El Celta sorprendió con dos goles muy rápidos. El 0-2 dejó descolocado a todo el mundo. A los que iban con botas de tacos y a los que llegaron con bocadillo y ganas de fútbol. La zaga blanquinegra, demasiado cándida sin Mosquera, parecía invitar a los delanteros del Celta a hacer maldades. Un fallo en un despeje de Jaume acabó con un sorprendente remate de espaldas de De la Torre que abrió el marcador. Y un derribo de Diego López sobre Miguel Rodríguez dentro del área, apenas tres minutos más tarde, llevó al árbitro a señalar un penalti que Douvikas, muy activo durante toda la primera parte, convirtió en ese inesperado 0-2. Un resultado especialmente inquietante en una eliminatoria sin vuelta.
El Valencia no podía especular y se lanzó al ataque. Una ofensiva sin patrón. Por despecho. Javi Guerra alargó su ya célebre zancada, pero esta vez sus pasos iban más rápidos que su cabeza. El equipo de Baraja era un caos, pero encontró una ayuda en un despeje involuntario con el codo de Miguel Rodríguez que obligó a Burgos Bengoechea a pitar, después de consultarlo, un segundo penalti que sirvió para que el Valencia, a través de su gran especialista en estos lanzamientos, Pepelu, acortara distancias.
El tanto del valenciano reactivó a la afición. La hinchada elevó a su equipo, mortecino hasta entonces. El duelo se hizo especialmente copero. Las correas fueron saltando y el partido se descontroló. Había ocasiones en las dos áreas, aunque ninguno de los dos aspirantes a los cuartos de final logró concretarlas.
El Valencia redobló su apuesta ofensiva en la reanudación. Baraja, que había visto que todo transcurría por la banda de Fran Pérez, retiró a Alberto Marí del otro flanco y colocó a Sergi Canós, un jugador con capacidad para desbordar y crear peligro por la izquierda. Pero el Celta, acurrucado alrededor de su área, sabía encontrar sus opciones con Douvikas, De la Torre, Williot Swedberg y Miguel Rodríguez, que se convirtieron en especialistas en colarse entre la defensa valencianista.
Baraja fue recuperando a sus titulares de los partidos de Liga para intentar enderezar la eliminatoria y, después de Canós, entraron también Gayá y Hugo Guillamón, que liberó a Javi Guerra para que pudiera adelantarse. Pero entre tanta oleada valencianista, obligado por el tictac del reloj, se colaba el Celta, muy sobrio toda la noche, para generar buenas ocasiones. Creaba el mismo peligro el equipo de Benítez con tres contragolpes, que el Valencia asediando el área celtiña.
La paciencia de Benítez tuvo premio gracias a un gran cabezazo de Douvikas, que empalma tres dobletes seguidos en la Copa del Rey, seis goles en tres partidos para el griego, que se convierte en el máximo goleador de la competición y que premia a Rafa Benítez, el maestro que volvió a superar tácticamente, como ya sucedió en el partido de Liga en Mestalla, a su alumno en aquel Valencia campeón, el Pipo Baraja.
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