El Leverkusen de Alonso bate un récord histórico y pasa a la final de la Liga Europa
El campeón de la Bundesliga consigue su 49º partido invicto con un empate en el minuto 97 ante la Roma, y amplía una trayectoria de leyenda
El Bayer Leverkusen completó su décima remontada de la temporada pasado el minuto 90 y elevó su racha de imbatibilidad a 49 partidos. Stanisic anotó el 2-2 en el minuto 97, y selló la eliminación de la Roma. Con el aura mágica de una invencibilidad insólita en el último medio siglo en el fútbol europeo, superior en un partido al hito del Benfica de Eusebio en 1965, el equipo de Xabi Alonso se clasificó para la final de la Liga Europa que se disputará en Dublín, el próximo 22 de mayo. Ahí se medirá a la Atalanta, que derrotó al Marsella por 3-0.
El despecho alimenta pasiones. Sardar Azmoun fue rechazado por el Bayer Leverkusen después de dos temporadas con altibajos. Con 28 años, fue cedido a la Roma. La Liga Europa lo devolvió a Leverkusen, como los náufragos que arrastra la marea a puerto. Llevaba un uniforme extraño. Convertido a la romanitá —la religión de los modernos romanos paganos— y, sobre todo, con lo que parecía un marcado sentido de la venganza. No hubo un atacante más activo en toda la Roma durante las estrecheces de la primera parte. Cuando los despliegues del Leverkusen intimidaban a sus compañeros, al iraní lo animaba una determinación que parecía ajena a todo. Suyo fue el primer remate contra la portería local y suya fue la acción que desencadenó el penalti.
Angeliño metió la clase de centro que suele acabar en la valla publicitaria. El gallego cruzó la línea de mediocampo y proyectó un balón al segundo palo, donde merodeaba Lukaku. La pelota volaba cuando Tah cogió por la camiseta a Azmoun, que cayó en el punto de penalti. Makkelie no dudó. El juez señaló penalti. Después de 40 minutos de acoso, el acosador se vio en un aprieto. Palacios metió el 0-1. El Leverkusen había saltado al campo con dos goles de ventaja y el entusiasmo que le ha caracterizado en los últimos meses. Como inspirado por una fe invencible en sus posibilidades, dirigido con el mismo sentimiento imperativo por Xhaka, el equipo de Alonso hacía el acordeón de área a área. En cada transición sorprendía a sus adversarios con ímpetu y certeza en el cambio de posiciones. Se sucedían las llegadas desde la segunda línea. Se multiplicaban los desmarques en profundidad de Frimpong. Fue Palacios quien asustó a los romanistas con un tiro al palo que casi acaba dentro después de rebotar en la espalda de Svilar. El sobresalto activó al portero visitante para bien, en los minutos siguientes. Paró un tiro cruzado de Frimpong, le paró un remate a Adli, otro a Hlozek, y a Hofmann, y a Hlozek otra vez. La Roma se tambaleaba cuando el vengativo Azmoun provocó el penalti del 0-1.
El Leverkusen regresó del descanso como si Xabi Alonso hubiera convencido a sus futbolistas de disuadir la revuelta de Azmoun y sus seguidores. Frente a los palos de Svilar prosiguió la tormenta. Pero en la primera estirada, tras un córner, Hlozek tocó el balón con la mano y el árbitro volvió a señalar penalti. Paredes profundizó la ventaja de la Roma (0-2) y el Bayer se encontró en una de esas situaciones apretadas que en tantos momentos de la temporada le había impulsado hacia reacciones aparentemente desaforadas que realmente forman parte de un patrón. Frente a rivales cansados, cuando los partidos se abren y entra la segunda unidad desde el banquillo —Stanisic, Odilon, Wirtz, Schick—, los que deberían desesperarse se comportan como si tocaran una partitura conocida. Parece ensayado. Desdoblamientos, llegadas masivas, pausa en los metros decisivos, y emboscadas triunfadoras.
El 1-2 se lo metió Mancini en propia puerta tras un córner diabólicamente lanzado por Grimaldo; el 2-2 lo metió Stanisic, un central de cuna, oficiando de Frimpong, extremo nato. Fueron ellos. Pudo ser cualquiera. La turbina emocional del Leverkusen produce goleadores de todos los colores.
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