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La seguridad en un partido de Liga | “Con esta cámara te cuento las pecas en el pómulo de esa persona”

EL PAÍS acompaña durante siete horas al dispositivo de vigilancia de un choque del campeonato, el Valencia-Alavés. Casi 300 cámaras captan imágenes de alta resolución dentro y fuera del estadio

La sala UCO de Mestalla donde se controlan las casi 300 cámaras que vigilan el interior y exterior del estadio
La sala UCO de Mestalla donde se controlan las casi 300 cámaras que vigilan el interior y exterior del estadio.Ana Escobar
Lorenzo Calonge

La tarde transcurre tranquila en Mestalla antes del Valencia-Alavés del pasado domingo. Sol, paseantes y gente tomando sus cervezas. No se intuye ningún peligro a simple vista. Pero da igual. Por si acaso, una batería de hasta 280 cámaras de alta resolución lo captan todo, dentro y fuera del estadio. Hasta 88 enfocando solo las gradas. Un afinado dispositivo de seguridad, una especie de Gran Hermano futbolero, dirigido por un inspector de policía que, llegado el momento de describir de forma gráfica hasta dónde alcanza la vigilancia de lo que allí sucede, no se pierde en formalismos: “Aquí te puedo contar las pecas que aquella persona [en la distancia] tiene en los pómulos”, asegura. Y lo demuestra. Le pide a uno de sus ayudantes que haga zoom con una de las cámaras que apunta al exterior para dejar claro que es así, que el nivel de calidad de las imágenes que reciben es tan depurado que resiste la comparación. “Toda actuación ilícita es bastante probable que quede registrada”, advierte el mando, que tiene su campamento base en la llamada sala UCO (Unidad de Coordinación Operativa), en el interior del recinto, donde también hay efectivos sanitarios, de la policía local y, si el choque es de alto riesgo, también bomberos.

EL PAÍS presenció y acompañó durante más de siete horas todo el despliegue de seguridad de este encuentro, un ejemplo de lo que se moviliza en una jornada liguera, en la que también participan con un papel protagonista los dos directores de partido de LaLiga, encargados entre otras muchas funciones de registrar cualquier cántico ofensivo, insultante o racista que se produzca en las instalaciones o los aledaños. Y en esta ocasión, también les acompañó uno de los tres oficiales de seguridad de la patronal.

Efectivos sanitarios y de la policía local, en la sala UCO de Mestalla.
Efectivos sanitarios y de la policía local, en la sala UCO de Mestalla.Ana Escobar

Empieza el partido y en la sala UCO el balón es un acompañante de fondo que se mueve en un monitor sin sonido. En los primeros minutos, la única voz que entra en la habitación es la del micrófono de la persona que dirige los cánticos en la grada de animación del Valencia, filiada previamente por la policía. No el sonido ambiente de esa zona, sino directamente la toma del sistema de megafonía. Hasta ahí llega también el control. En paralelo, el inspector y una operadora van pinchando, viendo y ampliando en seis pantallas grandes las imágenes de las casi 300 cámaras repartidas en cada rincón. Todo lo que captan se almacenará durante alrededor de un mes en unos servidores y, según avisa el oficial de seguridad de LaLiga, “se podría utilizar como prueba directa en un juicio”. “No admiten manipulación”, puntualiza tajante esta persona que, como todas las que participan en el reportaje, no desvela su nombre ni su cara por seguridad.

A la UCO llegan los sonidos de la grada de animación local, pero cerca de allí también se acomoda uno de los dos directores de partido de LaLiga, una figura que se terminó de impulsar a raíz del caso Jimmy, el ultra del Dépor muerto en 2014 en una pelea con ultras del Atlético cerca del Calderón. Él y su compañero, el principal, situado en el túnel de vestuarios, toman nota de los cánticos susceptibles de ser elevados al Comité de Competición y a la Comisión Antiviolencia.

“En 2015, igual reportabas 25 cánticos corales [ofensivos], y hoy hay partidos que ninguno”, valora uno de ellos mientras recuerda cómo eran aquellas tardes de hace una década. Más agitadas. En el caso del Valencia-Alavés, registraron tres cánticos ofensivos. Lo que sí ha aumentado es el celo en perseguir lo que pueda producirse. Quizá la gran diferencia: la respuesta.

La llegada del autobús del Alavés al estadio del Valencia una hora y media antes del partido.
La llegada del autobús del Alavés al estadio del Valencia una hora y media antes del partido.Ana Escobar

Los dos directores de partido están conectados a través de un chat que crean exclusivamente para cada encuentro donde están ocho personas, incluidos varios responsables de LaLiga, y en el que van dando parte en tiempo real de cada movimiento o posible incidencia; no solo en materia de seguridad. Una especie de registro notarial interno antes de que a las 8.00 del lunes, como muy tarde, entreguen cinco informes en la sede central de la patronal. “Por la noche, o en los días siguientes, siempre hago una búsqueda en redes para ver qué se dice o por si se nos ha pasado algo”, indica uno de ellos.

Recibidos sus escritos, empleados de LaLiga empiezan el lunes a bucear en las imágenes de tres cámaras seleccionadas estratégicamente (en todo lo grabado, no solo en lo emitido por televisión) para localizar los cánticos identificados por los directores de partido y, si lo ven pertinente, presentar eso como prueba en Competición y Antiviolencia. Si lo necesitan, recurren a una empresa de peritaje de labios. Esta temporada, han encargado siete informes por seis hechos. “Hemos endurecido los criterios sobre lo que se considera insultante”, avisan. No existen más ataques, pero sí más denuncias.

En lo referente al racismo, el organismo cree que en breve habrá sentencias condenatorias en vía penal. El episodio que sufrió Iñaki Williams en Cornellà en 2020, subrayan, fue un momento clave en este asunto, y hace un año aplaudieron la creación de la figura del fiscal de sala coordinador de delitos de odio. En todo caso, insisten en una puntualización: “Todos los cánticos racistas y homófobos han sido individuales, nunca corales. Por ejemplo, el de hace unas semanas contra Nico Williams en el Metropolitano”. Este curso, de los más de 750 partidos de Primera y Segunda disputados hasta la jornada pasada, LaLiga había presentado 12 denuncias en la justicia ordinaria por insultos, y no todas por racismo.

La afición del Alavés, sentada en la segunda parte como solidaridad por la expulsión de dos hinchas en la primera mitad.
La afición del Alavés, sentada en la segunda parte como solidaridad por la expulsión de dos hinchas en la primera mitad.Ana Escobar

En Mestalla, la sesión vespertina solo se vio alterada por un incidente en la grada visitante, donde se ubicaron 178 aficionados del Alavés con entradas nominativas. Según la policía, dos de ellos, pertenecientes a la sección más radical, fueron expulsados por negarse a dejar libre un pasillo de seguridad y romper dos asientos. Pocos minutos más tarde, varias decenas abandonaron el recinto en solidaridad. La situación se resolvió sin problemas aparentes.

La entrada había transcurrido con normalidad, más allá de que a tres hinchas se les permitió pasar con tickets de otras personas. Dentro estaban más vigilados. Y la salida también se produjo en calma. Algún aficionado, eso sí, no estaba muy de acuerdo con que el resto de la zona alavesista siguiera la segunda parte sentada, casi sin cantar y con las pancartas del revés en solidaridad con los expulsados. “Han decidido no animar y bueno, lo hemos acatado”, comentaba resignado uno de ellos ya en la calle. Sobre todo, porque el 0-1 les había dado la salvación matemática. Por la noche, los directores de partido, siguiendo sus protocolos, leyeron la protesta en redes sociales del grupo de los expulsados, en la que adjuntaron un vídeo sobre el presunto mal estado de las butacas. “Se caían solas”, escribieron.

Los aficionados del equipo vitoriano abandonan el estadio al finalizar el partido.
Los aficionados del equipo vitoriano abandonan el estadio al finalizar el partido.Ana Escobar

Mientras, en el túnel de vestuarios, el director de partido principal no varió sus rutinas. Además de la seguridad, atendía a su segunda competencia: la televisión, porque la patronal es quien produce la señal. Una de las razones por las que surgió esta figura (ahora son 40), según explican, fue dar uniformidad a la imagen de cualquier partido de la Liga.

Su trabajo en Mestalla comenzó a las 14.35, cuatro horas antes del encuentro, con una reunión en una sala sin ningún lujo, de gotelé gris, junto a tres miembros del operador televisivo y el director de partido del Valencia, en la que se desgranaron con una minuciosidad microscópica los detalles de la retransmisión: cuántos micros habría en una entrevista; las cámaras (16 en total, 36 en un clásico) que se iban a usar y para qué; la duración al milímetro de la entrevista del descanso (“vamos a hablar con el árbitro para que salga el último, y que entre la pregunta y la respuesta no haya más de 30 segundos”, pidió el principal); el volumen de la megafonía en la previa y el post…

El encuentro, de 19 minutos, tomó la forma de una escaleta donde todo estaba pautado, salvo lo que harían los jugadores con la pelota. Posteriormente, revisaron los vestuarios para que, cuando entraran las cámaras, solo se viera el patrocinador principal de cada club; subieron al palco para comprobar que la señal de televisión era la correcta; e hicieron fotos con el móvil de cada entrevista para adjuntarlas en sus informes. Cuantas más entrevistas concede un equipo, más puntos obtienen en un ranking que luego se traduce en dinero. El Alavés estaba contento: eran terceros.

A las 21.42, con los aficionados vascos de vuelta a casa, la zona de Mestalla en calma y los dos equipos fuera del estadio, los dos directores de partido salieron por la puerta. Las 280 cámaras se apagaron hasta el siguiente encuentro.

El árbitro Melero López entra en el túnel de vestuarios al finalizar el encuentro.
El árbitro Melero López entra en el túnel de vestuarios al finalizar el encuentro.Ana Escobar

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