Fred Vergnoux: “Mireia se autolimitaba hasta que se transformó en un animal físico”
El entrenador que más medallas olímpicas ha logrado en la natación en línea de España reflexiona sobre su deporte y sobre la clase de competición que se avecina en los Juegos de Tokio
“¿Qué hace falta para ganar una medalla olímpica?”. Al oír la cuestión, Fred Vergnoux (Ardeche, Francia, 1973), el entrenador que junto con Anna Tarrés más medallas olímpicas ha conseguido en la historia de la natación española —un oro, dos platas y un bronce— hace una pausa. Por su cabeza desfilan los 11 campeonatos del mundo y los 36 de Europa logrados por sus nadadores.
“El sábado”, dice, “al final del entreno le dije a un nadador: ‘Tú la última parte vas a decidir: o haces cuatro o seis’. Él tenía la opción de hacer dos series más. Y después de cuatro vi que se paraba y le pregunté: ‘¿Por qué?’. No podía contestar. No tenía argumentos. Había sido un entreno muy difícil con bañador de competición. El preparador mental, que estaba presente, me decía: ‘Esto no es grave; no va a determinar un resultado en una semana, dos o tres, pero cuando se trata de buscar la excelencia es una forma de autolimitación’. No todo el mundo tiene la capacidad de superarse. Cuando estamos a tope estamos al 85% de nuestra capacidad física o mental. El 15% restante hay poca gente que lo pueda utilizar, que lo entienda, que se pueda integrar en esa zona. Esa es una de las características de los campeones y por supuesto de Mireia Belmonte. Recuerdo a varias nadadoras que en los entrenamientos eran su competencia directa. Siempre hacían una reflexión muy interesante. ‘No, es que esto es solo para Mireia’. Y yo les preguntaba: ‘¿Por qué? Esto también es para ti. No se trata de que Mireia haga cosas que tú no puedes hacer’. Y luego te das cuenta de que sí. Que es solo para Mireia. Hay una doble perspectiva. Pero como entrenador siempre digo: ‘Si Mireia gana los Juegos vosotros también podéis’. Estoy convencido porque lo he visto. Nuestras posibilidades son mucho mayores de lo que imaginábamos”.
Pregunta. ¿Cómo se detecta a los que quieren emplear el 15% de la capacidad que nadie emplea?
Respuesta. Cada temporada que pasa se encuentra menos gente dispuesta a esto. Cada vez hay más nadadores que te dicen “yo estoy para nadar el 200”, cuando tú sabes que son fondistas o nadadores de 400. “Yo estoy para el 50”, te dice otro. Y yo le digo: “Pero chaval, si mides 1,75 y no tienes ni fuerza, ¿cómo vas a hacer un 50?” La mayoría de la gente se distancia del trabajo. Te encuentras muy pocos nadadores de 400 que te digan: “Yo voy a intentar el 1.500”. Un entrenador a día de hoy tiene suerte de encontrar un nadador que quiera trabajar, que como Alberto Martínez cubran entrenamientos de lunes a domingo, de mañana y tarde, durante meses y meses. Porque el otro aspecto que marca la diferencia es la visión a largo plazo y la capacidad de entender que lo que hacemos son ciclos largos. Esos ciclos son la única manera de mejorar.
Cada temporada que pasa se encuentra menos gente dispuesta a emplear el 100% de su capacidad. Los nadadores consiguen cualquier cosa a través del iPhone. Vivimos en un mundo opuesto a los valores del largo plazo, la paciencia, la suma del esfuerzo…
P. ¿A qué se refiere?
R. Decía un entrenador australiano que gracias a la pandemia muchos países no han podido competir. ¿Y qué han hecho? Pues entrenar más. Se han encontrado con una fase de mayo a diciembre. Los australianos han hecho unos trials más brillantes que los estadounidenses. Pero esta reflexión es importante: Yo no puedo competir por la covid, no puedo salir de mi isla, ¿y qué hago? Pues cada entrenador se ha tenido que hacer un plan de 30-40 semanas. Cuando tú ves la realidad normal de una temporada la carga de competiciones reduce el tiempo de trabajo. En el caso de Mireia para ganar el oro en Río fueron ciclos de dos años, 2010-12; 2012-14; y 2014-16. La preparación olímpica de Mireia fueron 30 semanas: de septiembre al Open de Sabadell para clasificarse, y luego otras 16 semanas. Esta visión de ciclos largos, de invertir seis semanas en hacer la fuerza máxima y luego otras cuatro semanas de trabajo excéntrico… Eso lo ves cada vez menos. Los nadadores te dicen: “Fred, tú me estás hablando de los Juegos de 2024 y estamos en 2021 y yo no sé ni lo que hago el mes que viene”. Eso me hizo reflexionar. Los ves todo el día con el iPhone. Si necesitan unas gafas las compran en Amazon y al día siguiente las tienen. Nadie se pregunta cómo son posibles estas cosas. Vivimos en un mundo opuesto a estos valores: el largo plazo, la paciencia, la suma del esfuerzo una, dos, treinta semanas… Esto cuesta cada vez más.
P. Usted habla de carácter. Pero si un nadador no tiene carácter para luchar, ¿el entrenador puede cambiarlo?
R. Las personas deben decidir. Yo no puedo decirle a un nadador lo que puede conseguir porque nadie lo sabe. Lo que sé es lo que podemos implementar para construir un camino. Diseñar este camino es a veces la mejor forma de cambiar las personalidades. Y lo que sé es que si hacemos ciertas cosas seguro que no vamos a llegar. Segurísimo. Si tú eres un nadador de 400 y haces menos de 50 kilómetros por semana no vas a llegar. Si haces dos semanas en altura en lugar de tres y lo haces dos veces al año en lugar de tres, no vas a llegar. Yo lo digo como es: “Haciendo este trabajo no llegas”. Se lo he dicho a Mireia en los últimos cuatro años. Si estás practicando un deporte en el que eres el 25º del ranking mundial, cuando vayas a la competición no podrás ser el primero. Esto no es posible. Lo que harás es quedar 25º. El nivel de preparación de Mireia en los Juegos de 2016 ha sido el mejor del mundo. En todos los parámetros. Eso le ha permitido ganar en 200 mariposa, ser tercera en los 400 estilos y cuarta en el 800 crol. ¿Por qué? Porque hubo tres que fueron más rápido. Así de fácil. ¿Y eso cómo lo prevés? Mirando los rankings cada tres meses y sabiendo dónde estás. Porque si vas a los Juegos con el 8º tiempo del 400 estilos no vas a ganar. Si vas la primera, la segunda o la tercera, tú sabes que tienes muchas opciones de ganar medallas. Si estás el 20º o el 18º no vas a ganar ninguna medalla. Explicar esto al nadador es responsabilidad del entrenador. No podemos vender sueños ni jugar con los deportistas diciéndoles que en la competición van a pasar del 25º al 1º del mundo, porque esto no ocurre. Yo lo hago con todos y lo he hecho con Mireia. Esto debe trasladarse a los entrenamientos. Se lo digo a Mireia: si antes de los Juegos de Río hacías series de 50 mariposa en 28 segundos y ahora estás haciéndolas en 30, seguramente no harás 2:04 en 200″. Porque no estás al nivel. Lo que harán Mireia y Jimena o Anja en Tokio será una repetición del nivel que tienen ahora. No se producen milagros.
No podemos vender sueños diciéndoles a los deportistas que en la competición van a pasar del 25º al 1º del mundo. Esto no ocurre. Se lo digo a Mireia: si antes de los Juegos de Río hacías series de 50 mariposa en 28 segundos y ahora estás haciéndolas en 30, seguramente no harás 2m 04s en 200
P. ¿Cómo se refleja el trabajo de sus nadadores en Sierra Nevada?
R. En las analíticas de Alberto Martínez hemos comprobado que los depósitos de ferretina, que son una molécula del hierro, se van sumando de año en año. La acumulación de trabajo en altura, más una buena comida, un buen descanso y una buena suplementación, hacen que un chaval como Alberto Martínez esté más preparado este año que el año pasado y que el anterior. La altura es parte fundamental de la preparación de un fondista y parte fundamental de las medallas de Mireia. España tiene el mejor centro de altura del mundo, en Sierra Nevada, y lo tenemos que aprovechar mucho más.
R. ¿Los australianos entrenan en altura?
R. Ellos viajan: van a China, o a Sierra Nevada. Duermen en apartamentos y tiendas de hipoxia, y en algunos sitios tienen túneles de hipoxia sobre la piscina, donde reproducen la altitud artificialmente en dos o tres calles. En una calle recrean el contenido de oxígeno en el aire de 3.000 metros de altura y en otra están a nivel del mar. Japón tiene una piscina de 25 completamente preparada para trabajar en hipoxia dentro de un edificio que está concebido como una tienda de hipoxia. Si te quedas a vivir allí es como si vivieras en altura. Aprietas un botón y un día nadas a 1.000 metros, otro a 3.000 y otro a nivel del mar. Desde que tienen este edificio en Tokio los japoneses han dejado de venir a Sierra Nevada.
Dressel creció casi en la jungla. Siempre al aire libre, subiendo árboles, conviviendo con animales y peleando con caimanes si hace falta. En el agua sigue así
P. ¿De dónde salen los talentos como Dressel o Ledecky? ¿Son superdotados genéticos o estamos ante caracteres que son así de nacimiento?
R. Son una suma de circunstancias que hacen que el niño o la niña haya llegado a una piscina en el buen momento en manos de buenos entrenadores en un sitio ideal con una preparación casi holística, en donde todo es favorable, y con una visión genial de aquellos que le acompañan. Dressel crece casi en la jungla. Siempre al aire libre, subiendo árboles, conviviendo con animales y peleando con caimanes si hace falta. En el agua sigue así. Su entrenador vio un chico que físicamente sabía hacer muchas cosas. La visión de Ledecky es similar: descubren una chica potente, fuerte, y su entrenador la pone a entrenar con chicos. De hecho, ella técnicamente cuando la ves nadar tiene un estilo de chico, más que de chica. Phelps fue igual: se encontró con un entrenador que tuvo la capacidad de explicarle a un niño de 13 años que será muy bueno a los 20. Implementaron un plan de trabajo a largo plazo: en 2000 desarrollaron el plan para que la bomba explotara en los Juegos de 2008. Cuando dije que los Juegos de Río fueron la competición más fácil de Mireia es porque pasamos años preparándolos. Eso es lo que hacen de maravilla los estadounidenses y los australianos.
P. ¿Entonces, usted no cree que la genética de Dressel y Ledecky sea un aspecto decisivo?
R. Hay una anécdota que explica que la genética no es todo. Richard Carapaz, Rigoberto Urán, y Nairo Quintana, han nacido a más de 3.000 metros de altura. Genéticamente funcionan en altura. Cuando Carapaz prepara el Tour va a entrenar hasta 4.500 metros. Y cuando pasa el col del Maia en Andorra, el más alto del Tour este año a 2.400 metros, Pogacar tira de ellos. El hecho de que genéticamente seas el mejor preparado para la altura no te hace ser mejor que un chico que vive a nivel del mar todo el año. Sin duda la preparación de Pogacar ha sido mejor. Me reconforta pensar que cualquier persona puede llegar si está dispuesta a pagar el precio. Esto me hace ser optimista. Pero hay que tomar decisiones radicales. Tenemos que salir de la zona de comodidad.
P. Usted ha comparado la natación de máximo nivel con los deportes extremos. ¿El precio que hay que pagar por la excelencia no es demasiado alto?
R. Claro que sí: la natación olímpica es un deporte extremo. Y es evidente que hay que pagar un precio. Algunos hablan de sacrificios, yo prefiero decir que son decisiones. Pero yo siempre relativizo. Porque lo que hacemos no es difícil. Nadar 80-100 kilómetros a la semana no es difícil. Hacer deporte, levantarse a las 5.00, sudar, levantar peso, correr, competir, tener agujetas, es fácil. Nuestra responsabilidad como técnicos es enseñar la otra realidad. Por eso hemos ido varias veces a Sudáfrica a ver los suburbios de Johannesburgo, donde los niños juegan descalzos pateando una piedra por balón. Esa es la realidad del 90% de la gente en el planeta. Y luego te encuentras nadadores que se creen que la felicidad es un iPhone de 1.500 euros.
La tecnología cultiva un sentido del ego que hace que nos desconectemos de la realidad. Puede ser una forma de autolimitación brutal. Por eso es clave la relación directa nadador-entrenador
P. ¿Las redes sociales han transformado la mentalidad de los nadadores?
R. La tecnología cultiva un sentido del ego que hace que nos desconectemos de la realidad. Y para fomentar ese sentido de realidad es vital la relación directa entre el nadador y el entrenador. Es la clave de todo. La gente piensa que la conexión a internet te proporciona todo el conocimiento. Todos asumen esta fantasía. Todo el mundo sabe cómo entrena Bob Bowman, pero nadie se ha ido a pasar un mes con él para verlo. Todo el mundo sabe lo que hizo Fred Vergnoux con Mireia para que fuera campeona olímpica, pero nadie vino a verlo. Nadie me preguntó por los entrenamientos. Asumimos que sabemos muchas cosas gracias a la tecnología y realmente no es así. Esto es muy peligroso. Es una forma de autolimitación brutal. Se autolimitan los nadadores y las organizaciones que dirigen a los nadadores.
P. ¿Mireia se autolimitó?
R. Por ejemplo en los primeros años Mireia no quería tener músculos. Por su concepción del cuerpo. Le habían dicho que una chica tiene que estar fina. Ella estaba obsesionada con que no se le viera el bíceps. Parte de mi trabajo con Mireia fue convencerla de que tenía que transformarse en un animal físico, una luchadora, alguien más parecido a una atleta. Y pasamos de una niña que no quería tener músculos a una chica que quiere ver sus abdominales en el espejo y controla los pliegues de grasa para saber si está bien. Ahora está controlando ella misma su composición corporal porque sabe que forma parte integrante del éxito.
P. ¿Qué nadador le ha fascinado en este ciclo olímpico?
R. Dressel es un velocista, pero me gusta que en muchas competiciones nade el 200 estilos y nada [U2] el 200 crol. En Tokio es muy probable que nade el relevo de 4x200. Lo que está haciendo fuera del agua es brutal. Yo considero al nadador como un atleta y él es un atleta que nada los cuatro estilos. Es la base. Como la música. Cuando eres un pianista o un saxofonista cada día debes repetir el do re mi fa sol la si. Las escalas musicales. Louis Armstrong cuando practicaba cada día comenzaba por las escalas igual que el niño que entra por primera vez en su vida en la escuela de música. Las gamas musicales de la natación son los cuatro estilos y el nado subacuático. Greg Troy, el entrenador de Dressel, piensa de la misma forma. Si Dressel va a ganar medallas en Tokio es porque hace seis años se preparaba para esto.
P. ¿Y la nadadora de referencia en Tokio cuál puede ser?
R. Me gusta Ariane Titmus y su entrenador, Dean Boxall, que es un zumbado. Forman un gran dúo. El dúo entrenador-deportista es la clave. Mireia ha confiado en mí al 100%. Yo se lo digo a los nadadores: “Ya te puedes llamar Michael Phelps, que si no confías en mí al 100% es mejor que te vayas”. Porque no va a funcionar. Eso lo debemos defender.
P. ¿Eso ha cambiado?
R. En el ambiente de la natación contemporánea el que manda es el nadador. Y así no funciona. En ningún país. Cuando acaben los Juegos cogeremos a todos los medallistas de oro y estoy convencido al 100% de que habrán sido campeones gracias a un programa en el que controla el entrenador. No encontraremos en la historia de la natación un campeón olímpico que haya hecho el programa como quiere. Pero ahora todo el mundo quiere mandar. Y la gente que ha sido campeona olímpica y después se ha autogestionado no ha funcionado. Adam Peaty va a ganar otra vez los 100 braza porque su entrenadora manda. Y Katinka Hosszu no va a ganar el oro porque manda ella y antes mandaba su entrenador. Con Chad Le Clos y con Mireia Belmonte ocurrirá igual.
Me gusta Ariane Titmus y su entrenador, Dean Boxall, que es un zumbado. El dúo entrenador-deportista es la clave. Yo se lo digo a los nadadores: “Ya te puedes llamar Michael Phelps, que si no confías en mí al 100% es mejor que te vayas”
P. Los grandes campeones no siempre siguen conductas lineales o racionales. A veces se comportan como salvajes. ¿Cómo se gestiona esto?
R. El campeón por naturaleza es alguien diferente. A veces no nos damos cuenta de lo que está delante de los deportistas. Hablas de los Juegos, de ganar, de nadar rápido, de hacer la marca, de la medalla... Estás en el bucle del éxito: tienes que ganar, ganar ganar, mejorar, mejorar, mejorar… Hay poco placer. Por eso la parte de la preparación mental es fundamental. A veces los técnicos somos bastante burros y no nos ponemos en lugar del deportista. Por eso yo a Mireia en mi primer 800 crol con ella en piscina de 50 m la vi salirse del agua después de 100 metros. Desapareció y reapareció dos horas después. Y al año siguiente hizo dos récords del mundo. Lo que me encanta de eso es que estas crisis son necesarias. A veces me pregunto: “¿Por qué con este nadador no he tenido ni una crisis en todo el año? ¿No será porque es relativamente mediocre?”. Creo que he tenido nueve campeones del mundo y con todos he tenido crisis. Son obligatorias para pasar al siguiente escalón o para romper. Con Mireia hemos tenido que gestionar muchas crisis para llegar a lo más alto. Es la parte bonita de nuestro trabajo.
P. ¿Cómo visualiza estos Juegos?
R. Serán bastante herméticos y tristes. Pero llevamos un año compitiendo sin público. Ya sabemos lo que es. Encontraremos gente muy preparada. El nivel será el de siempre. Brutal. Será una competición muy abierta, donde veremos medallistas inesperados, muchos jóvenes, un cambio generacional… Los Juegos ayudan a explicar nuestro deporte. Los veo como algo positivo, incluso en el ambiente actual, para interpretar cómo será el futuro. Y el futuro pertenecerá a los que trabajen como en el pasado. A la gente que tenga la visión de decir: “me voy a embarcar en un plan el 1 de septiembre de 2021 para ser el mejor el 1 de agosto de 2024”. Esta gente va a funcionar. Es una oportunidad que pocos ven. Pero si hay gente dispuesta a pagar el precio el futuro ofrecerá muchas oportunidades en la natación.
P. ¿Dónde ve margen de mejora en los próximos años?
R. Contemplemos, por ejemplo, la final de 400 estilos femeninos: una chica va a ganar en el entorno de 4 min 31 s. Cinco o seis segundos más lenta que el récord mundial. Si alguien está dispuesto a mirar a largo plazo y trabajar, en París va a hacerse una foto en la Torre Eiffel con varias medallas. Ya lo dijo Mireia cuando le preguntaron cuál era la diferencia entre el alto nivel y la elite: la disciplina personal. En el futuro pagaremos por apagar el móvil. Mireia supo cuándo apagar el móvil. Cuando les haces esta reflexión a los menores de 20 piensan que eres de otro planeta. Llevan el móvil en la mano y no se dan cuenta. Lo más preocupante es que seguramente nosotros como padres que no hemos tenido móviles de pequeños aceptamos estos cambios de comportamiento.
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