De la veteranía de Teresa Portela al desparpajo de Adriana Cerezo
Los Juegos de Tokio han encumbrado tanto a los ‘mayores’ como a los debutantes en la delegación española
El grito con el que Teresa Portela se dejó las amígdalas en la línea de meta del 200 en el Sea Forest Waterway quedará como una de las imágenes de la delegación española en estos Juegos Olímpicos. También la sonrisa con la que Adriana Cerezo, una niña de 17 años, saltó al tatami, conquistó al mundo y desarmó a sus rivales en su debut olímpico. Y las lágrimas de pura emoción de...
El grito con el que Teresa Portela se dejó las amígdalas en la línea de meta del 200 en el Sea Forest Waterway quedará como una de las imágenes de la delegación española en estos Juegos Olímpicos. También la sonrisa con la que Adriana Cerezo, una niña de 17 años, saltó al tatami, conquistó al mundo y desarmó a sus rivales en su debut olímpico. Y las lágrimas de pura emoción de Sandra Sánchez, oro en la cuna del kárate con un kata de corazón con el que entregó el alma a los jueces: “Si tenía que ser oro, tenía que serlo así”. Y la cara de asombro de Alberto Ginés, otro joven de 18 años que ni entraba en las quinielas para las medallas y arrebató el oro a los favoritos en la escalada. Y la serenidad de Maialen Chourruat, tercera medalla en tres Juegos, que dijo haber descubierto a sus 38 años que perseguir los sueños, aunque no se cumplan, ya es mucho porque se aprende mucho intentando las cosas. Y la imagen, eterna, de Sául Craviotto subido a un podio olímpico, ya van cinco, en cuatro Juegos seguidos: 17 años al más alto nivel en un deporte que castiga músculos y cabeza. A sus 36, el piragüista ha igualado a David Cal como el deportista español con más medallas olímpicas (5) y le queda París 2024, donde llegará con 39; la edad justo con la que Teresa Portela se agarró a la plata, su primera medalla olímpica en sus sextos Juegos.
Veteranía y juventud. Fortaleza mental e inconciencia. Lo primero que hizo Adriana Cerezo tras conseguir la plata en taekwondo fue pedir disculpas. “Lo siento muchísimo que haya tenido que ser así la final. Nadie lo siente más que yo”. Y Craviotto, que sabe lo que cuesta una medalla olímpica, sonrió: “Una medalla con 17 años y lo primero que dice es que lo siente. ¡Disfrútala Adriana!”. Cerezo llegó a Japón como una desconocida -era su primer año en categoría absoluta- y se marchó con el apodo de niña maravilla. En 2020 ni siquiera soñaba con esto. El pasado mes de abril se proclamó campeona de Europa y en mayo consiguió el billete para los Juegos al ganar el preolímpico. La foto de esa celebración con la vena hinchada la tenía de fondo de pantalla en el móvil. Una vez en Tokio se despertaba cada mañana en la Villa Olímpica exclamando: “¡Madre mía donde estoy!”.
Y en Tokio se hizo grande. Fue la primera que compitió en el pabellón del taekwondo (en -49kg). Y su sonrisa de disfrute fue una declaración de intenciones: mientras las rivales andaban acongojadas, ella parecía estar en la fiesta de fin de curso. Derrotó a la subcampeona olímpica en Río 2016 (Tijana Bogdanovic), a una leyenda mundial de este deporte como Jingyu Wu (dos oros olímpicos) y a una dos veces campeona europea y dos veces bronce mundial (Rukiye Yildirim). Y encima consiguió echar una cabezadita antes del combate por el oro; se había traído las sábanas y la almohada de la villa. Los periodistas japoneses y extranjeros le preguntaban: ¿Pero cómo es eso de que nunca habías competido en categoría sénior? El futuro del taekwondo español es suyo. Criada y formada en el club Hankuk de San Sebastián de los Reyes –dice que allí hay tres compañeras más “de las que pronto me pediréis el teléfono porque darán de qué hablar”- es la única de los cuatro miembros del equipo español que no se entrena en el CAR (Centro de Alto Rendimiento).
Teresa Portela no pidió perdón por la plata en el K1-200. Sabía que el oro era inalcanzable contra Lisa Carrington, dominadora absoluta no sólo de esta distancia (tres oros en Tokio), pero subir al podio en un 200 –donde prima la explosividad- con 39 años es como que en un 100 libre en natación ganara alguien con 35. La suya era una lucha contra el tiempo, contra rivales a las que le lleva mínimo seis años. La dimensión de lo que consiguió la gallega la dio Saúl Craviotto, que en su 200 sólo pudo ser séptimo. La plata de Portela -una medalla olímpica era lo que le faltaba tras 20 años en la élite y 15 metales mundiales y 17 europeos- fue la segunda para el piragüismo español, que de los Juegos de Río regresó con tres oros y un bronce y en Tokio ha cosechado tres platas. Una de ellas la de Maialen Chourraut, en aguas bravas.
La palista vasca de 38 años tiene ya tres medallas olímpicas en tres Juegos seguidos, una oda a la regularidad que está al alcance de muy pocos en su especialidad (sólo lo han conseguido tres: los eslovacos Pavol Hochschorner, Michal Martikan y Jessica Fox). Craviotto, Portela y ella piensan estar en París 2024. La gallega, eso sí, tendrá que hacerlo en otra modalidad (K2-500 o K4-500) porque el K1-200 se cae del programa olímpico.
Hay cantera para acompañar a los referentes del piragüismo español –que en el Europeo júnior y sub-23 disputado en junio cosechó 11 medallas- empezando por los juniors que han debutado en Tokio. Antía Jácome fue quinta en el C1-200 con sólo 21 años; su margen de mejora es enorme. Pablo Martínez y Tano García, octavos en el C2-1000; hasta hace nada eran la pareja de desconocidos del piragüismo español y a partir de la semana que viene empezarán a preparar el C2-500 para París 2024.
En París no estarán ni Sandra Sánchez ni Damián Quintero, oro y plata en Tokio, respectivamente, porque el kárate, que debutaba en Japón, se cae del programa olímpico. Quintero (37 años) dejó entender que lo dejará después del Mundial de Dubai en noviembre, porque lleva 19 años en el equipo nacional y ya lo ha dado todo a este deporte. Sánchez (39 años), después del oro dijo que todavía era pronto para hablar de las vacaciones porque había que preparar el Mundial y dar guerra en Dubai. Seleccionadora del equipo de katas femenino en categoría sub-21, cadete y júnior, no ha hablado todavía de su futuro. Cuesta imaginarla lejos de este deporte.
Alberto Ginés era casi era un niño cuando se clasificó de forma impensada para los Juegos, tanto que el comentarista del certamen que le abrió las puertas para Tokio no sabía ni su nombre. Era su primera temporada en categoría absoluta. Cuando, en 2017, le dieron la beca en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat, Alberto tenía 15 años; el proyecto que se presentó era para París 2024. El acelerón ha sido bestial y más en un país con muy pocas instalaciones comparadas con los punteros.
Otro joven, Joan Cardona, 23 años, también se subió al podio en la vela, en la modalidad Finn. Un bronce sin futuro, al menos próximo, porque su modalidad no estará en los Juegos de París 2024. Tampoco la 470 –será mixta en la capital francesa- con la que Jordi Xammar y Nico Rodríguez consiguieron el bronce y pusieron fin a un ciclo olímpico del que nunca se bajaron del podio mundial y europeo.
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