Brasil, eliminada del Mundial por Jamaica, se queda otra vez de piedra
El equipo entrenado por Pia Sundhage no supera la fase de grupos, apeada por el equipo caribeño y por Francia, y sigue lejos de un laurel nunca logrado
Una vez más, Brasil no ha dado la talla en un Mundial, apeada en esta ocasión a las primeras de cambio tras superar a Panamá, caer frente a Francia y empatar este miércoles con Jamaica, que ha logrado un pase histórico como segunda de grupo. Brasil, de nuevo y a pesar del trabajo de la federación, se queda de piedra, un fiasco morrocotudo.
Cuenta la historia de la selección femenina que la Copa del Mundo, al contrario de lo que ocurre con la masculina —pentacampeona y con más laureles que ningún otro equipo—, es una quimera. Fue eliminada en dos ocasiones en la fase de grupos (1991 y 1995), otras dos en octavos (2015 y 2019) y en cuartos (2003 y 2011), tercera en 1999 y subcampeona en 2007. Sin gloria y ahora con pena, pues hizo mutis por el foro a las malas al ser incapaz de superar a Jamaica. Y eso que la Confederación Brasileña de Fútbol se esmeró en corregir la tara desde 2019, cuando contrató a Pia Sundhage para el banquillo —había pasado por el de Estados Unidos y Suecia—, al tiempo que exigió a los equipos profesionales la sección de un equipo femenino. Barbecho que parecía sacar sus frutos con nueva savia, caso de Ary Borges —hat-trick en el primer choque ante Panamá— Kerolin, Geyse... Pero hay más, porque la CBF se lo había tomado en serio. Pero ni con esas.
Un ejemplo claro fue que integraron en el cuerpo técnico a una ginecóloga y obstetra, Tathiana Parmigiano, que revisa el ciclo hormonal de las jugadoras y trata de entender lo que cada una necesita. Así, aunque no viajó a Nueva Zelanda, Tathiana mantenía un contacto diario con las jugadoras, que se descargaron una aplicación en los móviles para responder preguntas sobre su ciclo menstrual y cómo se sentían. Además, estaba en contacto con todos los miembros del cuerpo técnico para consultar situaciones con el preparador físico o el nutricionista.
Por otro lado, antes de acudir al Mundial, Sundhage debió explicar el plan que tenía para afrontar el torneo en una reunión que se entendió como constructiva, pues se juntó con el presidente de la federación, Ednaldo Rodrigues, con la supervisora general del fútbol femenino, Ana Lorena Marche, además de con el secretario nacional de fútbol, José Luís Ferrarezi, y la directora de políticas de fútbol y promoción del fútbol femenino, Sandra Maria dos Santos. Aprobado el proyecto, el país se volcó con el equipo, que se concentró primero en la Granja Comary (Tersópolis) para después partir hacia Australia, al estado de Queensland, en Gold Coast, donde instaló su campamento base. Y fue entonces cuando la CBF tuvo el detalle de poner una carta de los familiares de las jugadoras en la habitación de cada una. Marta Vieira, de 40 años, seis veces ganadora al premio FIFA de la mejor del mundo aunque con un papel secundario en este Mundial, mostró entre lágrimas un vídeo en las redes sociales de la misiva de su mamá Tereza y su novia Carrie Lawrence, que juega con ella en el Orlando Pride de la liga de Estados Unidos.
“Cuando empecé no tenía un ídolo femenino. No se daba en la televisión y no podía imaginar que llegaría a la selección, a ser un referente. Ahora, te paran y te dicen que sus hijas quieren ser como tú, como nosotras. No hubiese ocurrido si nos hubiésemos parado ante los primeros obstáculos. Es un orgullo. En 2003, nadie conocía a Marta, ahora soy la referencia para muchas mujeres. Hemos abierto puertas para la igualdad”, reflexionó Marta, emocionada y entre llantos, antes de medirse a Jamaica y cuestionada por la evolución del fútbol femenino. La jugadora, que marcó en cinco Mundiales y en este se quedó a las puertas del récord de golear en seis diferentes, siempre será un referente en Brasil y el fútbol femenino. Pero las nuevas generaciones, seguramente, no se fijarán demasiado en este equipo, descabalgado del Mundial de buenas a primeras.
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