Pastiche pseudobíblico

King Vidor terminó su larga carrera de director con esta malhadada obra, realizada en 1958 en España, testimonio de un glorioso tiempo, felizmente ido, donde algunos avispados productores norteamericanos se veían obligado a a usar las tierras y las caras de los españoles para ahorrar presupuesto y emplear los millones de dólares de las empresas multinacionales congelados en nuestro país. Todavía faltaban muchos años para que Samuel Bronston -quien mejor supo explotar el invento- instalara sus cuarteles permanentes para colonizar cinematográficamente nuestra incipiente industria, pero ya existían algunos precursores, de los que el más importante fue Ted Richmond, responsable de este engendro rescatado ahora de los archivos.Visto ahora, Salomón y la reina de Saba -inevitablemente asociado al final de la carrera de su autor- no sólo carece de atractivos, sino que incluso se queda muy por debajo de bastantes «peplums» o pastiches seudobíblicos como, queramos llamar al género en que se inscribe, producidos después en Italia y encargados a artesanos perfectamente desconocidos. Cecil B. de Mille -con todas sus limitaciones e insuficiencias- sabía alcanzar una cierta grandeza en obras de similares ambiciones, de las que habría que mencionar a Sansón y Dalila y Los diez mandamientos. Vidor, en cambio, se muestra incapaz de elaborar con dignidad un producto comercial como el que se le pedía, y sólo acierta a insuflar sus temas fundamentales -la pasión arrolladora que hace pecar al hombre recto ante la tentación encarnada en una mujer y la supremacía del deber -y las obligaciones morales sobre la carne débil- en este guión esquemático y fundamental que recoge a los dos célebres personajes bíblicos en la más tópica de las adaptaciones posibles.