Falla, entre los suyos
Exposición, conferencias y concierto en Cádiz
La llegada a Cádiz de la Exposición Falla, montada por el Banco de Granada, ha dado ocasión a dicha entidad para organizar un bien estructurado ciclo de conferencias. Protagonista de todas ellas, el compositor, gaditano ilustre que amó siempre a su ciudad y recibió de ella largas motivaciones para su música desde las primeras piececillas juveniles hasta Atlántida.En tanto la Casa de la Cultura albergaba la serie de recuerdos, documentos, autógrafos, objetos de uso personal y obras de arte relacionadas con Falla, en la Facultad de Medicina, a la sombra del impresionante drago, se ha contado la vida y las circunstancias del compositor. Sobre Falla y Cádiz habló larga y emotivamente el alcalde gaditano, don Emilio Beltrán; los días de infancia y juventud en la Plaza de Mina y en la calle Ancha, en el salón de los Viniegra, los Quirell, los Fernández de Celis, los Lovental, los Iraola, fueron evocados por Diego Navarro, en tanto el crítico del Diario de Cádiz, Francisco Padín, estudió los perfiles humanos y artísticos, los valores del hombre y el músico. Un nuevo e interesante punto de vista: La obra desde el aficionado. Tema en el que profundizó Ricardo del Cid, antes que Manuel García Ceballos, que fuera Teniente de Alcalde durante el proceso de Atlántida, leyó un interesante epistolario sobre la cuestión: cartas de José María Pemán, Halffter, D. Germán de Falla, Valcarenghi, director de la editorial Ricordi, que son ya un capítulo, incluso polémico, de historia. Me correspondió a mí, como clausura, estudiar la completa producción pianística de D. Manuel, incluidas las páginas que dejara inéditas, como introducción a la excelente intervención de José Enrique Matute. Parcialmente retirado de la música por exigencias de la vida, no olvida Matute su singular condición de pianista que durante unos años se llevara todos los premios. No olvida tampoco su calidad de último depositario de una tradición que le vino dada por el aprendizaje con José Cubiles y la herencia del excelente músico que fue el padre de nuestro intérprete. De modo que lo musical y lo gaditano habitan intensamente el espíritu de Jacinto Enrique, lo que se advierte en cuanto aborda una «copla», traza con garbo un ritmo o, simplemente, establece el «balanceo» que anticipa el carácter de la Cubana.
Las «piezas», la Fantasía bética, resuelta en sus dificultades para que aflorase la intención y el subsuelo «jondo» que la animan y, en fin, un perfecto Fandango de la molinera y una Danza del fuego que parecía inédita, completaron -a petición insistente del público- la actuación de Matute, casi un exiliado interior. Cuando escuchábamos a Matute creo que una sola idea nos asaltó a todos: algo no anda bien en nuestra música cuando un pianista así ha de ser registrador de la propiedad en Carmona.
El tono de todos los homenajes resultó particularmente grato por su falta de oficialidad, su ausencia de cosa suntuaria y el aire de verdad que se respiraba.
Babelia
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