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Los sindicatos preparan una respuesta vigorosa

El presidente Giscard parece dispuesto a seguir adelante con el proyecto de plan de lucha contra la inflación que, después de un mes de discusiones, consultas, sigilos e indiscreciones, será conocido el próximo día 22, tras el Consejo de Ministros, Según parece, el plan primitivo del primer ministro Raymond Barre ha sido incluso «endurecido» por el presidente, para quien en los momentos actuales el problema de la popularidad -le resulta accesorio. Giscard juega a largo plazo, coloca sus peones y ordena su estrategia mirando a las elecciones.Una encuesta del IFOP, publicada por el diario France Soir, revela que el presidente Giscard es hoy incomparablemente menos popular que hace dos meses. Un 47 por 100 de franceses está satisfecho por la política inspirada por el presidente, mientras que un 43 por 100 se coloca claramente en contra. En julio, una encuesta semejante había dado resultados bien diferentes: un 58 por 100 de los encuestados apoyaba la política de Giscard y un 35 por 100 la rechazaba. Para France Soir este cambio en la opinión pública se relaciona directamente con la sequía y el impuesto para resarcir a los agricultores.

Es más que probable que el drástico plan de lucha contra la inflación (que incidirá en la política de precios, en los créditos y en los impuestos sobre ciertas profesiones), al que se oponen sectores cada vez más amplios, haga que este 47 por 100 se reduzca.

Por de pronto, los dos sindicatos más importantes del país, la CGT (comunista), y la CFDT (socialista) hicieron pública ayer, su decisión de preparar conjuntamente una "respuesta vigorosa" contra el plan de austeridad de Barre. Los dos sindicatos parecen dispuestos a luchar contra «todo atentado al poder adquisitivo de los trabajadores». Para los sindicatos franceses, el plan de Barre repercutirá directamente sobre las clases menos favorecidas.

La primera redacción del plan fue presentada al Consejo de Ministros francés hace tres días, y considerablemente enmendada por el propio presidente posteriormente.

«La casa no está ardiendo todavía», acaba de decir el primer ministro francés a los periodistas que le preguntaban sobre la gravedad de la situación económica. Pero todo el mundo sospecha que, de implantarse con todo su rigor el nuevo plan -cuyos detalles son desconocidos incluso para algunos de sus redactores-, el consumo bajará. Es decir, los franceses tendrán que apretarse los cinturones.

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