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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Campañas de descrédito

LOS DIRECTIVOS de la Fundación Francisco Franco han sido recibidos por el Rey.Los responsables de la fundación han pedido a don Juan Carlos I dos cosas: un local en el palacio de El Pardo y su intervención «para poner fin a la campaña de descrédito, insultos y falsedades en torno a la figura insigne de Francisco Franco».

Respecto a este último punto es muy posible que los periódicos españoles se presten a colaborar contra cualquier campaña de falsedad vertida contra el general Franco. Este, desde ahora, ofrece sus páginas para la defensa de la verdad histórica en torno a un régimen de tan dilatada y personal extensión. Lo que parece dudoso es la oportunidad de pedir al Rey una intervención personal. Si existen falsedades o insultos a la memoria de un español. ahí están los tribunales de justicia.

La función del Rey en una monarquía moderna consiste, básicamente, en velar por el cumplimiento de la Constitución. O, como dijo don Juan Carlos en el primer mensaje de la Corona, «cumplir y hacer cumplir la Ley», lo cual no autoriza a que los herederos de Franco pidan que el actual Jefe del Estado ejerza tareas de juzgado de guardia.

Dos precisiones resultan en este punto necesarias: los fundadores de la fundación aspiran razonablemente a que se respete la figura de Franco: lo que se supone es que no pretenderán detener -so pretexto de campaña de descrédito- la marea de análisis crítico que invade desde hace un año la sociedad española. El general Franco asumió en solitario una prolongada etapa de poder absoluto: a lo largo de ella el régimen pudo anotar en su haber realizaciones que están a la vista. Pero la España actual ha heredado también un saldo negativo en que el vacío institucional, la represión política y cultural, la corrupción administrativa y el descontrol económico son notas sobresalientes. Esperemos que el necesario y urgente análisis de los hechos no sea considerado «campaña de descrédito» por los promotores de la fundación.

En segundo término hay que considerar que en la España moderna no hay precedentes de campañas de descrédito. falsedades e insultos como las que se montaron bajo el mandato de Franco. Para los propagandistas y hagiógrafos del sistema, toda la edad contemporánea del país se resumió en la fórmula «siglos de incuria y abandono». Todo nuestro pasado próximo fue oficialmente condenado. excepto los «seis años de buen gobierno» de Primo de Rivera. La II República fue falsamente historiada y sus protagonistas englobados en la nómina de los «enemigos de España». La monarquía tampoco resultó precisamente favorecida: las campañas contra la institución duraron decenios y su virulencia corrió pareja con su pintoresquismo: se conservan galeradas de prensa tachadas por llamar al castellano «lengua de Cervantes y de Alfonso el Sabio». El jefe de la dinastía fue calumniado en la prensa oficial, sin que tuviera -al igual que los demás discrepantes del régimen- posibilidad de defenderse. La primera vez que el príncipe Juan Carlos desfiló como cadete en Madrid, el Partido Unico promovió una manifestación para insúltar al actual Rey.

El franquismo residual hace bien en pedir que no se descredite ni se injurie a nadie, pero debe recordar que bajo Franco se quitó el crédito y la libertad a quienes discreparon o se enfrentaron abiertamente con él.

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