Madrid se organiza para albergar ocho millones de personas en el año 2000
La infraestructura urbana madrileña se ha quedado pequeña. Prueba de ello son el caos circulatorio, la escasez de viviendas, la deficiencia de dotaciones escolares o sanitarias, las redes de transporte, etc. Paralelamente a esto, se organiza el Madrid de los ocho millones de habitantes del año 2000. Para conocer más a fondo este proyecto que se forja, Angeles García ha entrevistado al arquitecto Manuel Paredes, integrante de un equipo de Urbanismo y Arquitectura, que frecuentemente ha trabajado y asesorado a asociaciones de vecinos.
M. Paredes: Ciertamente, en el centro de Madrid se está organizando una transformación, aunque el hecho no se ha formulado de modo claro, porque si se hiciera se vería una línea de actuación muy poco presentable para la sociedad. Esa línea está dentro de lo que se puede calificar de Urbanismo monopolista, línea estrechamente vinculada a la consolidación del capitalismo monopolista. Esta tendencia se inició en 1970, con el Ministerio Mortes. Es entonces cuando, desbordada el área metropolitana madrileña y con el crecimiento de los pueblos de la periferia el capitalismo financiero entra directamente a controlar la producción del espacio urbano. Por todo esto ese Madrid de ocho millones de habitantes se organiza de una manera coherente en el sentido de que será un espacio ordenado y jerarquizado al servicio de los intereses monopolistas.EL PAIS: ¿Cuál será el aspecto físico de esa transformación?
M. Paredes: En cuanto al centro, la medida afectará fundamentalmente al casco viejo y al antiguo ensanche. Lo que ahora constituye una zona residencial se convertirá en la zona central del gran área metropolitana. Con esto se van a producir una serie de cambios de uso consistente en que se realizará un gran desarrollo de las unidades comerciales y grandes supermercados. Entonces habrá un gran comercio central que absorberá a las pequeñas tiendas o las desplazará a la periferia. Por otra parte, al desarrollarse en ese centro las actividades terciarias y directivas se planteará un tipo de residencial especializado, como es el apartamento de lujo, y que acabará con la unidad familiar típica.
Las actividades de ocio -cines, teatros, etcétera- también quedarán en el centro de Madrid.
A este centro se le pretenderá dar una gran accesibilidad para que las familias residentes en la periferia puedan llegar con la mayor facilidad a los grandes almacenes, a los centros de ocio, etcétera y, además, para que haya una gran comunicabilidad entre los centros de producción y los cuadros directivos alojados en el centro.
Inversión inadecuada
EL PAIS: Pero esa transformación del centro, ¿no supondrá un gran desembolso económico?M. Paredes: Desde luego, parece una medida que va contra los tiempos. En estos momentos en los que hay una gran crisis de materias primas energéticas no se entiende cómo se puede contemplar impunemente cómo el patrimonio del centro se está demoliendo para construir otras áreas. Personalmente opino que sería mucho más conveniente invertir todo ese dinero en potenciar otras ciudades nuevas o en base a ciudades menos desarrolladas donde no tuvieran que andar destruyendo para propiciar los cambios de uso. Evidentemente hay dos razones, una es a nivel especulativo, ya que cuando el capitalista mira un plano, no ve una ciudad, sino que ve un solar. Lógicamente al capital le interesa más destruir una ciudad para levantar una nueva (han utilizado mucho la imagen de que vale más un edificio nuevo que uno antiguo) que reformar lo antiguo. La segunda razón está en función de la revalorización de un espacio muy amplio, relacionado y jerarquizado donde se consiga un gran mercado de mano de obra. De forma clara, lo que ocurre es que se está jugando con la oferta y la demanda del trabajo, medida que rebaja el valor de la fuerza de trabajo y aumenta los costes de plusvalía de la producción.
EL PAIS: ¿Cuál sería la solución política a este problema?
M. Paredes: El hecho simple de otro sistema político refrendaría el problema de la tendencia a organizar el espacio en función de unas jerarquías que, como decía, es terreno abonado para la concentración monoposlista, de las unidades de producción y de las unidades comerciales y que en la transformación del espacio central está originando ya unas actividades especulativas. En el marco de otro sistema económico, esa tendencia que está detentada por la oligarquía financiera capitalista estaría frenada de hecho.
Pero hablar de cómo se resolvería este problema en otro sistema político o económico sería hablar de otro país no de éste. En la situación en que estamos ahora, posible paso previo a una democracia formal a través de una serie de órganos los vecinos están haciéndose oír. Entonces, si a la vuelta de dos o tres años aquí se accede a una democracia formal, esto puede pararse por el simple hecho de que la opinión pública será tenida en cuenta.
Como ejemplo puede valer el que el Plan del año 63 de Madrid está por un lado superado por los acontecimientos se ha olvidado. Este ha quedado sustituido por una serie de planes sectoriales como es el plan de comunicaciones, transportes, medio ambiente, urbanismo concertado, etcétera, todos ellos coherentes con la política del urbanismo monopolista, pero que nunca se han llegado a unificar en un solo plan, porque a ninguno les interesaba. Precisamente en este momento en que se puede acceder a marchas forzadas a una democracia han dado la orden de que se termine en un plazo perentorio el Plan General de Madrid. De aquí se puede sacar un dato y es que ahora se quiere atar de prisa. Si nos fijamos en el Plan de Roma redactado por Mussolini, y más aún, en el equipo director del Plan, una vez derrocado el fascismo, y hasta bien entrados los años 60, ha seguido vigente y el motivo ha sido la inercia, fundamentalmente. Por eso ahora se dan prisa.
EL PAIS: ¿Cómo se realizará el proceso de trasladar a las clases populares desde el centro de Madrid a la periferia, a fin de que dejen libre el espacio central en el que se van a realizar toda esa serie de transformaciones?
M. Paredes: Ese proceso es muy fácil y ya se está realizando, no hay más que ver la cantidad de desahucios por ruinas u otros motivos que cada día se efectúan en el centro. Generalmente, esta gente se traslada a la periferia de Madrid. Además de esto hay que contar con una política de desdotación del centro que consiste en ir demoliendo sistemáticamente colegios centros sanitarios, etcétera, medidas siempre encaminadas a limpiar el centro de lo que no sean centros comerciales, residenciales o de ocio.
Por eso puede decirse que tanto el plan de Malasaña como el plan de reforma interior del casco antiguo por mucho que califiquen a las zonas que afectan de residenciales, al estar materialmente desdotadas difícilmente podrán ser de uso residencial. Todo ello encaminado a construir el Madrid jerarquizado del que ya hemos hablado.
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