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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un atrayente manifiesto libertario

He aquí un libro estimulante y oportuno. Estimulante por lo que tiene de reto, y oportuno porque, pensado por un español para el público español, señala unas urgencias y unas necesidades que nuestro entorno, con honrosas excepciones (de las que es un ejemplo el prologuista), mayoritariamente desdeña.Díez del Corral pasa revista al sesgo economicista y político-institucional (es decir, burocratizante, perpetuador de aparatos), que, por razones de orden histórico-ideológico, desde luego, ha solido tener hasta el presente, y siguen teniendo en sus versiones clásicas, las empresas revolucionarias. Pero ese tipo de ethos productivista y burocrático, al que ni siquiera el propio Marx se sustrajo, y mucho menos Lenín -prosigue el autor-, debe abandonarse en nuestros días en las sociedades industriales avanzadas, en las que el enorme cambio operado lo hace aparecer irremediablemente obsoleto.

Liberación o barbarie

Francisco Díez del Corral Madrid: Editorial Cambio 16, 1977. Prólogo de José Luis L. Aranguren.

El cambio en estas sociedades ha afectado, principalmente, a la estructura de clases (que difícilmente ofrece ya sujetos colectivos ontológica u objetivamente revolucionarios), las fuerzas productivas (con irrupción de la ciencia y la tecnología como tales fuerzas), y la detentación del poder (extraordinariamente disperso en una constelación de centros decisorios). Bajo estas condiciones, que la palabra consumismo pudiera resumir, ni las metas a conseguir por los movimientos populares pueden ser ya las meramente sindicales, ni el tipo de poder a conquistar puede ser el meramente político-representativo. Trasladados los conflictos y su percepción a un ámbito que ya no es sólo económico y político, sino también -y quizá inicialmente- cultural, lo que la insatisfacción ante el consumismo reclama es un nuevo tipo de cultura, unas nuevas pautas, una nueva organización, basada en otra clase de racionalidad, que afecte a la globalidad de la vida social (la pasión libertaria, a la postre, como concluye el autor en feliz expresión). Ya no son mantenibles las tesis clásicas según las cuales, modificadas la economía y la política, se irán produciendo unas más profundas transformaciones sociales; por el contrario, sólo iniciando el camino de estas profundas. transformaciones culturales -que se han de evidenciar a partir de los más mínimos escalones del comportamiento cotidiano- se conseguirán romper a la vez los rasgos alienantes y constreñidores de la economía y la política tradicionales.

Dos objetivos

Con gran acierto en mi opinión, Diez del Corral propone dos objetivos fundamentales: por un lado, la conquista de nuevos espacios de contrapoder social -énfasis éste que la idea de autogestión aglutina como aspiración permanente; por otro, la búsqueda de definiciones o dimensiones alternativas para las metas o móviles últimos de las luchas emancipadoras.El autor escribe desde una perspectiva parisina (situacionismo, Castoriadis), que no tiene apenas en cuenta explícitamente esfuerzos teóricos y movimientos concretos en la misma dirección y aún anteriores, pertenecientes a otras latitudes; aunque el eco de los discursos contemporáneos críticos y negativos es siempre patente. Claro que Liberación o barbarie no creo que pretenda ser una obra académica o erudita, ni siquiera -con toda probabilidad- innovadora. Lo que parece pretender -y por supuesto consigue- es ser incisiva. Lástima, a este respecto, que las referencias a la realidad española estén elegantemente obviadas. Un ejemplo: mientras la crítica del eurocomunismo ocupa bastantes páginas del libro, nunca se menciona por su nombre al carrillismo).

El eurocomunismo no es el único tema marxista estudiado. Casi todos los planteamientos marxistas son examinados a través de los grandes clásicos (Marx mismo, Lenin, Luxemburgo, Gramsci y, de refilón, Mao). Este recorrido crítico y reflexivo, esta «vuelta a las fuentes» en sentido depurador, llega a una interesante conclusión (una más entre la suma de conclusiones brillantemente articuladas del capítulo final): el marxismo sólo puede ser fuerza creadora si se desreifica, si renuncia a ser cuerpo de doctrina, y pasa a ser respuesta y avance permanente (al fin y al cabo, todos los grandes marxistas fueron heterodoxos, apunta el autor). De otra forma el marxismo, además de escolastizarse, se integra, por vía tecnológica y estatal, en la racionalidad unidimensional de Occidente, como el desarrollo de la URSS demuestra.

Diez del Corral enarbola la más bella bandera: la del rechazo, la de la anticipación, la de la utopía; lo cual habla en su honor, según dice muy bien el profesor Aranguren en el por desgracia brevísimo prólogo. Más textos como éste deberían venir a refrescar nuestros rutinarios pagos.

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