Ayer se presentaron las novedades de Alfaguara
Ayer se presentaron, en los locales de la Editorial Alfaguara, sus novedades para la Feria del Libro, que empieza hoy. En una de las más serias ruedas de prensa -en las que, curiosamente, no era la prensa la que más preguntaba, sino el grupo de escritores presentes- a la que se pueda asistir en los medios culturales, Jaime Salinas y sus colaboradores nos hicieron trabajar a todos. Un paquete de libros esperaba a los críticos y a los comentadores de los periódicos, y ese whisky que es un aliciente en estos casos, se sirvió durante, mientras la gente se estrujaba los sesos en torno a todos los problemas que en el mundo del libro han sido. La poesía, que no se vende. Los relatos, que más bien, tampoco. La novela, que casi no hay (en el acto se presentaban un Juan Benet (En el Estado), y un Juan José Millás (Visión del ahogado), además de unos cuentos de Cortázar y otros de Marta Lynch. De la traducción, que es uno de los problemas eternos de la edición de extranjeros. Del libro infantil, al que Alfaguara se ha lanzado, que no todo va a ser editar para exquisitos, sino también prepararlos. De los problemas de las distintas lenguas nacionales, especialmente en el mundo de la literatura infantil, más indefenso.También se habló de la crítica. Ese ente de domingueros, al que algún autor calificó de tribunal o santa inquisición de la producción literaria, y a sí mismo, reo; y otro compadeció casi por tener que vivir de eso. Que no viven. Y de la distribución de libros, y sus problemas, y de la falta de bibliotecas, y de cierto posible contubernio deseable, destinado a que este país, que no lee nada, pero tampoco relatos, comenzara, quizá si alguien, desde el cuarto poder, y desde otros, le animaba.
La política, desde luego, también fue tema. Tratado desde esas alturas un tanto indiferentes y tediosas que se suelen, alguien dijo que había que cuidar que Alfaguara no se diera cuenta de que la mayor parte de las editoriales andaban con la política, y que parecían ganar dinero. Y que siguiera con la literatura. Jaime Salinas, el árbitro de aquella literal y literaria mesa redonda, puntualizó que su editorial no respondía a criterios políticos fijos, ni siquiera en las colecciones de economía, historia o política, que tanto tienen que ver. Después de todo esto, y de anunciar un programa del que daremos noticia a ustedes, nos fuimos a comer.
Babelia
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