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Tribuna:La opción europea de España/4
Tribuna
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Más allá de la diplomacia

Ante las evidentes dificultades y problemas que plantea la candidatura española, así como ante la importancia de las obligaciones y derechos que deben asumirse como consecuencia de la adhesión conviene comenzar a prepararse, elaborar una estrategia capaz de vencer los círculos de resistencia y, sobre todo, crear unos mecanismos abiertos para la negociación.

La preparación interna

La adhesión a las Comunidades requiere, en primer lugar, que exista un orden económico y social internos, capaz de asumir el resto del libre cambio. En segundo lugar hace falta que se difunda y promueva un conocimiento profundo de la realidad comunitaria y en tercer lugar que se preparen los medios humanos que se requerirán en el horizonte de 1981.

En materia económica, la integración europea exige la similitud de sistemas económicos y la adecuación de las economías mutuas en el curso de un periodo razonable de transición. Esta integración se basa en unos principios fundamentales, tales como la existencia de un mercado único, la libre circulación de personas, servicios y capitales, la libre competencia con el control severo de las distorsiones y abusos de posición dominante, la libre iniciativa y la elevación del nivel de vida y mejora de las condiciones de vida y trabajo.

Como decía Jean Monnet, la construcción europea ha sido concebida para unir pueblos con ideales afines, en beneficio del ciudadano y, desde un punto de vista económico, esta construcción europea ha dado sus frutos a través de la llamada economía de mercado. La segunda vertiente de la preparación económica consiste en adecuar nuestra economía a la europea, para que el matrimonio se haga sin traumas y que las diferencias en el nivel de desarrollo económico no se acentúen, sino que disminuyan.

A este respecto debemos pensar seriamente en los términos de un plan económico que tenga en cuenta la opción europea de nuestra economía, no potenciando sectores hoy problemáticos en el resto de Europa y que mañana serán problema nuestro y buscando la complementariedad de las economías en lugar de las divergencias.

Para conseguir el éxito de un planteamiento económico e industrial es requisito indispensable la apertura de un diálogo no apasionado entre los diversos componentes de las fuerzas sociales. Los países europeos que han logrado un mayor desarrollo económico, social y de bienestar del ciudadano son precisamente aquellos en que el diálogo positivo ha existido y sigue existiendo, pero no entendido como bloqueo de situaciones, sino como progreso en común.

Por lo que se refiere a los derechos y obligaciones, es lo que se llama, en jerga comunitaria, los logros de la integración, que derivan tanto de los propios tratados institucionales como de los actos y decisiones intervenidos en el curso de los años de existencia de las comunidades, que son de tipo muy diverso y contienen aspectos muy amplios como son la libre circulación de mercancías, la armonización de normas técnicas, la armonización fiscal, el derecho de sociedades, la libre circulación de trabajadores, el derecho de competencia, la reforma de los monopolios, la libre circulación de servicios, la armonización de disposiciones sociales, la política agrícola, la política de medio ambiente, la protección del consumidor..., etcétera.

Otra de las consecuencias de la adhesión es la necesidad de un importante potencial humano, para asumir sus tareas en las instituciones europeas, en la Administración española, que deberá ser reforzada, y en las organizaciones públicas y privadas. Es ésta una tarea urgente y que debe afrontarse inmediatamente, porque 2.000 especialistas no se crean en pocas horas.

En la preparación interna, por consiguiente, el Gobierno y las fuerzas económicas, políticas y sociales tienen una gran tarea inmediata que cumplir, para preparar la economía y para desarrollar un gran esfuerzo de conocimientos y adaptación al sistema al que vamos a unirnos.

En el fondo, lo que se necesita es una amplia reflexión e importante modificación de hábitos de la sociedad, de la empresa y de la Administración para asumir con plena responsabilidad el poder político y tas competencias económicas transnacionales para pensar y decidir con, en lugar de pensar y decidir por sí mismo, ya que la transferencia de las, hoy, competencias soberanas es un hecho capital al que hay que comenzar a habituarse. En este momento no puedo dejar de señalar la inmensa tarea que, desde hace casi diez años vienen desarrollando las Cámaras de Comercio españolas y su Consejo Superior, y que ha servido, sin ningún lugar a dudas, a crear este clima de opinión y de conocimiento que permite hoy al Gobierno español presentar la candidatura con el respaldo consciente de los operadores económicos.

La estrategia externa

La estrategia externa debe tener en cuenta el hecho de que las Comunidades son un ente en movimiento y que, en los próximos meses, aparecerán serias resistencias económicas.

La primera de estas circunstancias, es decir, el que en los años inmediatos las Comunidades seguirán avanzando y legislando, exigirá que debamos seguir muy de cerca el proceso de integración y que, además, se instauren los mecanismos adecuados para que las nuevas decisiones que vayan adoptando las instituciones comunitarias se hagan con una participación directa o indirecta nuestra. Puede, así, pensarse en tener una presencia permanente en el Parlamento Europeo, en el Comité Económico y Social y en todos aquellos organismos y comités cuya labor nos interese, bastando con desarrollar, por ejemplo, el reglamento interior de la comisión mixta.

Para la ruptura del cerco de resistencias hay que proceder a diversos niveles y preparar la opinión pública europea a enjuiciar sin apasionamientos y sin manipulaciones demagógicas la candidatura española.

Cada sector de la sociedad tendrá su parte de responsabilidad en esta acción, cuyo objetivo será el de desapasionar un debate examinar con seriedad las posibles soluciones a problemas concretos.

Conviene así crear grupos de trabajo bilaterales para analizar los problemas, promover el contacto permanente del Gobierno con sus homólogos europeos, invitar a las instituciones europeas para que conozcan nuestra realidad e ir a Europa a conocer la de ellos y a mejor explicar la nuestra. Sólo un conocimiento real y una explicación permanente a la opinión pública europea permitirá que no se elabore una doctrina de excusas para impedir que las negociaciones progresen.

En este sentido, convendría que el presidente del Gobierno hiciera una «gira de capitales», visitara las instituciones y pronunciara sendos discursos ante el Parlamento y el Comité Económico y Social. No se trata de «copiar» la gestión de Portugal sino de reforzar nuestra imagen exterior, hoy más bien folklórica.

Sería igualmente conveniente que una delegación parlamentaría española asistiese a la sesión del Parlamento Europeo de los días 12 a 16 de septiembre. Las Cámaras de Comercio han iniciado ya un programa que refuerza más la útil y eficaz acción que desde hace años han emprendido en Europa.

Un organismo para negociar

Negociar la adhesión no es lo mismo que negociar acuerdos internacionales clásicos porque, como hemos repetido en múltiples ocasiones, la adhesión de España a las Comunidades no es un acto administrativo, sino un acto político de envergadura, al determinar una opción fundamental en materia de concepción del presente y futuro del país. Ingresar en las Comunidades supone no sólo asumir unas obligaciones que tendrán importantes repercusiones sobre la actividad social, económica, de política interna y externa, sino que, además, supone el querer construir con otros, mediante una cesión progresiva de soberanías, un nuevo conjunto económico, político y de relaciones internacionales.

La opción es muy seria y fundamental. Las condiciones que se pacten lo serán igualmente. Por ello, esta tarea no puede ser la competencia exclusiva de un ministerio y diría que ni siquiera de la sola Administración.

Si la preparación de la candidatura se ha elaborado con sigilo, no así lo pueden ser los pasos siguientes, respetando, evidentemente, la necesaria discreción de unas negociaciones y posturas que tampoco se pueden llevar en la calle.

Habida cuenta de la importancia de la opción, del conjunto de factores que habrá que considerar, de la necesaria acción exterior perfectamente coordinada, parece oportuno que la dirección de esta negociación no sea con fiada a un Ministerio, sino que se cree, dependiente de la propia Presidencia del Gobierno, una Secretaría de Estado o Ministerio que sea el «coordinador» de la acción y el interlocutor en Madrid y Bruselas.

Diversas razones abogan en favor de esta fórmula:

— Los ejemplos que vemos en situaciones análogas: Inglaterra Lo hizo con eficacia. Grecia dispone de un «ministro de Coordinación» para las negociaciones y Portugal ha creado un comité especial de nueve personas, procedentes de horizontes profesionales diversos y que constituye el equipo de confianza del presidente del Gobierno, Este comité es asistido por un comité interministerial.

— La Comisión Europea ha creado ya una task force, teniendo un comisario, un director general y un importante equipo de especialistas, a quienes asiste una comisión interservicios. Por parte española se debería corresponder de la misma forma, con una task force. Esta no es la tarea de la misión de España cerca de la CEE, sino la tarea de un equipo dinámico en Madrid que planifique, dialogue con todas las fuerzas interesadas y coordine las acciones internas y externas en este tema tan concreto de las relaciones hispano-comunitarias.

— Las negociaciones con la Comunidad vienen provocando tradicionalmente diferencias importantes de puntos de vista entre departamentos ministeriales. Encontrándose esta vez concernido el conjunto de las coordenadas del país es necesario que exista una dirección única por encima de las opiniones particulares de ciertos ministerios y a tenor de las grandes opciones del país. De ahí la necesaria intervención de Presidencia, asistida por dicha task-force.

Una vez efectuada la adhesión, en materia europea muchas de las competencias exteriores dejarán de pertenecer al Ministerio de Asuntos Exteriores por ser cada responsable de un departamento quien se sentará en la mesa del Consejo de Ministros comunitario. No sería malo que también desde ahora nos fuéramos preparando al respecto y creando los grupos de especialistas necesarios.

La importancia de las negociaciones, la necesaria transparencia de las mismas a través de un diálogo abierto, las dificultades que se encontrarán en el camino requieren la existencia de un sistema ágil, operante y eficiente, capaz de conducir esta dinámica y de asociar a la negociación a los representantes de las fuerzas económicas, sociales, políticas y regionales, porque no se trata del ejercicio de una diplomacia clásica, sino de la combinación del conjunto de los factores que componen el país.

Sólo si logramos que Europa deje de utilizarnos como argumento y nosotros dejamos de utilizarla como presión; sólo si somos capaces de idear una mecánica que utilice las ayudas que cada uno, desde su parceia, puede aportar, dejándonos de autosuficiencias; sólo si ante la dificultad del dossier logramos, por lo menos en este tema, una coordinación de acciones, una transparencia y un respaldo político y social unánimes, conseguiremos que lo que hoy no ha sido más que el planteamiento de una opción sea, mañana, la confirmación de una opción europea de España, ámbito de consolidación democrática y eje de acción del futuro.

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