El Viti ya tiene sucesor como "enfermero": Manzanares
Estalló el escándalo en el último toro. ¿Toro? Un animalito sin trapío, inválido total, era ese llamado toro, que correspondió a Manzanares. Horrísona bronca, iracundia colmenareña, vertida en lluvia de botes de cerveza sobre el redondel, y almohadillas no, porque no vendieron almohadillas, quizá en previsión de lo que podía ocurrir.Que el torito estaba inválido se vio desde que saltó a la arena, pero el presidente aligeró los trámites de los primeros tercios para capear el temporal y por si colaba. El presidente de la corrida de Colmenar es un triunfalista. ¿Qué pasa con los presidentes que, a salvo excepciones, son unos triunfalistas y se hacen los suecos cuando protestan toros, y de miel si les piden orejas? A mayor abundamiento: ¿Son trámites, y nada más que trámites, los primeros tercios, en la lidia de un toro?
Claro que el especimen en cuestión ya queda dicho que no era toro: torito, Y gracias, medio muerto, además. Así que la afición colmenareña, o la llegada de Madrid, o quien fuera, la emprendió a trastazos y estaba fuera de sí. Pero Manzanares se puso a dar pases. Se jugaba muy seriamente la vida. No por el torito -de eso, nada-, sino por los botes y algún que otro cantazo que le podían dar. Y seguía, y seguía, y seguía. Hay quien asegura que dio doscientos pases. Al principio se le caía el torito. Luego, se caía menos. Al final no se caía. ¡Milagro!
Está El Viti -maestro enfermero en la ciencia de mantener sobre sus pezuñas reses inválidas- sin querer marcharse de la profesión, sólo porque esa maestría no se pierda, pero ahora puede irse tranquilo: ya tiene sustituto. Manzanares es el nuevo maestro enfermero, el enfermero-rey de la moderna tauromaquia. Con tamaña ciencia, más esa cierta gachonería que lo tiene situado, en torero de moda, va a hacerse el amo. Ayer, en Colmenar, se vio que sí. Hacia el medio centenar de pases llevaba instrumentados cuando el público dejó de lanzar objetos al redondel. Hacia el centenar, las palmas ahogaban a los pitos. De ahí en adelante vino el triunfo. Doce minutos y medio de reloj estuvo dando pases. Los hubo buenos, claro, pues sólo faltaría que fueran malos, entre tantos, con un torito medio muerto y bobalicón. A los catorce minutos y medio (es decir, cuando ya debían haber sonado dos avisos, y no hubo ni uno) rodaba el torito de un espadazo malo y descabello, que no fueron suerte suprema y su complemento, sino eutanasia. Y el presidente se apresuró a concederle dos orejas, que muy poca gente había pedido. Y unos cuantos sacaron a hombros al torero, mientras volvían a caer botes de cerveza, porque aquello ya era pasarse de triunfalismo.
Aquí gustó de verdad, más bien -ya se sabe que sobre gustos no hay nada escrito- la lidia torerísima de Andrés Vázquez al toro que abrió plaza. aparente, bravo, fuerte hasta derribar, aunque luego perdía las manos. Hubo verónicas de sabor, tres medias belmontinas, justos y bellos capotazos en la brega y una faena variada, suave, mandona, atemperada a las condiciones del noble y quedado animal, con tres derechazos excelentes, dos naturales de alta escuela, pases de la firma y una gran estocada. Tuvo ritmo la faena; superficialidad u hondura, según convenía, y estuvo construida de tal forma que concluyó con el toro cuadrado, exactamente en el remate del último muletazo que podía admitir.
El cuarto, un cojo más de la corrida, fue sustituido por un toro de una vez, con edad y problemas, al que no quiso ni ver el torero de Villalpando. Tampoco quiso ni ver, Manzanares al tercero de la tarde, terciado y que se quedaba corto, y que, por cierto, no se caía. El segundo -un arenque- derrotaba por ambos pitones, y Ruiz Miguel lo tuvo que aliñar. Al quinto, muy noble, con gran recorrido, le hizo este diestro una faena muy entusiasta, muy larga, muy escasa en calidades.
El público, que abarrotaba la plaza, protestó una de las orejas que el señor triunfalista del palco concedió a Andrés Vázquez, la que obsequió a Ruiz Miguel, y de las que se llevó Manzanares, ya queda hecha la anotación. Pero poco importan trofeos, únicamente importa que cuando nos diga adiós El Viti seguiremos teniendo enfermero. Que es, naturalmente, lo que la fiesta necesita.
Babelia
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