En torno al estreno de "Macías", ópera puertorriqueña
Si otros dramas significativos del romanticismo español alcanzaron la fortuna de ser llevados a los pentagramas por un Verdi (El trovador, La fuerza del sino), no sucedió lo mismo con Macías, de Larra. Que sepamos sólo dos compositores convirtieron en ópera la pieza de Fígaro: el español Joaquín Espín y Guillén (1812-1881) y el puertorriqueño Felipe Gutiérrez Espinosa (1825-1899).
No sabemos la suerte que habrá corrido la obra de Espín, si es que llegó a tomar vida en los escenarios alguna vez. De la de Gutiérrez Espinosa escribimos hoy porque acaba de estrenarse, un siglo después de su creación, en el teatro Tapia por la Opera de San Juan, dirigida en esta ocasión por Odón Alonso. Estreno importante pues añade al parvo repertorio lírico de signo romántico una ópera de validez universal y de especial significación española. Opera bien escrita, con interesantes modulaciones, buena orquestación y excelente adaptación de la música al texto, según observa el musicólogo estadounidense Robert Stevenson, primerísima autoridad en muscilogía e investigación sobre la música histórica de España.
El compositor y su obra
Poco se sabe de Felipe Gutiérrez Espinosa, salvo lo comunicado por Batista, Augusto Rodríguez y María Teresa Babin. Por las informaciones del primero conocemos la excelente preparación técnica del que Augusto Rodríguez denomina «nuestro primer músico de eminencia». Formado en Puerto Rico, bajo la dirección de su padre, llegó a ser músico mayor de la Banda del Regimiento de Iberia y maestro de capilla, «posición cumbre -según Juan Cepero en El mundo- dentro del panorama musical a que se podía aspirar aquí».Practicó la enseñanza hasta llegar a fundar una importante academia musical en la que se reunieron 360 alumnos, lo que supone un 2% de la población de San Juan por aquellas fechas. Entre los discípulos de Gutiérrez figuró Braulio Dueño Colón (1854-1934), una de las más destacadas figuras de la música puertorriqueña al lado de Julián Andino, Julio de Arteaga, Arístides Chavier, Manuel Tavarez (que dedicó en París una Fantasía a la emperatriz Eugenia) y Juan Morel Campos, cuyas danzas, hondamente entrañadas en el pueblo, alcanzaron tan gran éxito como amplia divulgación. Compositores nacidos entre 1825 (Gutiérrez) y 1867 (Areteaga).
Gran parte de la obra de Gutiérrez Espinosa ha desaparecido, pero se tiene noticia de sus misas (La Circuncisión, Purificación, Corpus Christí), de un Mafníficat, un Miserere y una Lamentación escritas, junto a otras partituras religiosas durante su largo ejercicio como maestro de capilla que María Teresa Babin extiende hasta cuarenta años de duración.
En el género orquestal destacan las oberturas La familia, La peseta y El parto de los montes y en el teatral, una zarzuela El amor de un pescador y tres óperas Guarionex, El Bearnés y Macías. No es mucho lo que queda -y aún de lo citado se perdió bastante- si pensamos que Gutiérrez produjo alrededor de trescientas partituras, a lo largo de las cuales experimenta un proceso evolutivo precisado por Braulio Dueño Colón con estas palabras: «La primera etapa termina con la misa de la Purificación. A partir de esta obra empieza a notarse una nueva tendencia en las composiciones del maestro consistente en sacrificar la forma melódica para amoldarse, según el propio Gutiérrez, a las exigencias de la nueva escuela.»
¿Fueron reacciones luego de su viaje a Europa hacia 1973, en compañía de su amigo y discípulo el cantante-pintor Francisco Oller? Alfredo Matilla anotó esta posibilidad. En cuanto a Oller que estrenaría en Puerto Rico Guarionex, le encontramos en Barcelona, cantando en el teatro Principal la ópera La dama del castello, de Gilardoni y Eduardo Domínguez, el 7de septiembre de 1845.
Dedicada a Alfonso XII
La ópera Macías, cuyo libreto se atribuye al puertorriqueño Martín Travieso y del Rivero, basándose en el drama de Larra, fue premiada en 1871 pero nunca se representó antes de ahora. El año 1877, el compositor se la envía dedicada al rey de España, Alfonso XII, con estas palabras: «Sin más títulos que mi adhesión a la real persona de vuestra majestad, me permito el honor de dedicarle mi ópera Macías, fruto de mis afanes en la espinosa carrera que he emprendido. Si mi obra no llena las exigencias del arte, perdone vuestra majestad, benignamente mi osadía; si, al contrario, tiene ese mérito, dígnese vuestra majestad proteger con su alto valimiento el trabajo de un artista puertorriqueño. San Juan de Puerto Rico, 4 de octubre de 1877.»No obtuvo Macías el valimiento de su majestad que no podía ser otro que el de procurar el estreno de Macías. Pero la circunstancia de la dedicatoria ha permitido el estreno mundial que acaba de realizarse en el teatro puertorriqueño de Tapia, ya que la partitura se conserva en el archivo del real palacio en donde fue localizada por el historiador Cruz Monclova.
La Opera de San Juan, que trabaja eficazmente para sentar en la capital puertorriqueña el género operístico, ha montado con todo género de exigencias, musicales y escenográficas la valiosa obra de Gutiérrez Espinosa. Tanto la regie de Pablo Cabrera, como la escenografía de Julio Biaggi han merecido los más decisivos elogios de crítica y público, en unión de cantantes, coro y orquesta. Ha sido un acontecimiento importante en la vida musical de Puerto Rico, cuyos ecos deben llegar, pronto, a la escena madrileña. Quienes han hecho posible la resurrección de Macías y su autor han dedicado, con palabras similares a las de Gutiérrez, el fruto de su trabajo al rey don Juan Carlos. Sería justa y bella respuesta acometer el estreno español de la ópera, tanto tiempo dormida en los archivos, dentro del próximo festival de primavera en Madrid.
Babelia
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