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Reportaje:

Setenta mil personas en la Fiesta de la Solidaridad Popular con América Latina

La Fiesta de la Solidaridad Popular con América Latina, que tuvo lugar ayer en el campo de fútbol de San Blas, supuso un enorme éxito de público. Las entradas (unas 50.000) se agotaron ya a media tarde. Pero, desde luego, las personas que consiguieron introducirse en el recinto por otros medios, entre los cuales habría que destacar el salto de la valla, el de la rueda de entradas o el de aprovechamiento de tumulto, elevarían el número de asistentes a cerca de 70.000. El servicio de orden, que con muy buenas maneras intentaba canalizar a riada humana que se les venía encima por las escasas puertas del estadio, se vio pronto desbordado. Afortunadamente, y a pesar de los empujones, avalanchas y sudores, la cosa no llegó a mayores.En uno de los fondos se situaba el escenario y en el otro se distribuían los más heterogéneos stands. Esta parte fue la que en cierta forma dio un carácter más definido a la fiesta. La jaima que había montado el Frente Polisario cobijaba bajo sus lonas a los elementos más heterodoxos, mientras que un poco más lejos grandes cantidades de salchichas y morcillas eran asadas sobre unas parrillas dignas de banquete medieval. Aparte de los ya clásicos puestos de venta de todos y cada uno de los partidos y grupos políticos, es necesario destacar uno solitario de pan integral (de cuyo pan quedaban algunas pellizcadas muestras de harina). Los ecologistas vendían desde piedras pintadas hasta tomillo y lavanda, pasando por vértebras pintadas de verde, que según su propia publicidad es un color que combina con todo. Una señora mayor vendía propaganda de la Copel, mientras un grupo de ácratas animaba al personal a participar en un tiro a la boina sin ningún premio visible. Así, entre el griterío político y marginal, entre cogorzas mal disimuladas y una presencia masiva y reivindicativa de minusválidos, se manifestaba la vitalidad de unas masas que demostraban su solidaridad participando.

Expresión popular

El secretario general de Justicia y Paz, una de las asociaciones organizadoras, nos comentaba que «esto representa una nueva aproximación a las relaciones entre España y América Latina. Estas relaciones, que primero encontraron su expresión oficial en el Día de la Raza y después en el Día de la Hispanidad, sólo pueden adquirir un nuevo contenido como expresión popular. Todo cuanto intente hacerse desde arriba tendrá las mismas características burocráticas que bajo la dictadura».En el escenario las cosas no rodaban tan ágilmente. Problemas de sonido impusieron un retraso de varias horas en el comienzo de las actuaciones. Cuando finalmente éstas pudieron comenzar, surgieron nuevos problemas derivados de la excesiva cercanía del público al escenario. Desde éste se sucedían los comunicados de solidaridad de grupos políticos, así como advertencias de que no podrían continuar las actuaciones si no se dejaban libres los cables de sonido. Los cantantes iban subiendo al escenario según el orden de llegada al estadio, y así lo hicieron Luis Pastor, Labordeta, Daniel Salinas, Alpataco, Pablo Guerrero y Adolfo Celdrán, el cual explicaba que «estos festivales están muy bien desde el punto de vista político, pero no así desde el artístico. En cinco canciones no podemos exponer nada de nuestro trabajo y sería necesario el montar festivales en los cuales sólo actuaran dos o tres artistas. En todo caso estas manifestaciones son un sueño para los que hace ya muchos años cantábamos el No nos moverán frente a cincuenta personas y con la policía en la puerta».

Soledad Bravo a pesar de estar anunciada no pudo acudir por encontrarse en Caracas y Bibiano lo hizo mucho más tarde de lo previsto, ya que acababa de grabar su próximo disco a las nueve de la mañana.

Las dos grandes atracciones eran, sin embargo, y por la fuerza de sus circunstancias, Joan Manuel Serrat y Daniel Viglietti. Serrat, tremendamente esquivo e inalcanzable hasta la hora de su actuación, no pisaba suelo madrileño desde hacía dos años. La expectación levantada en tomó suyo por aquellas declaraciones mexicanas, así corno por las que realizó nada más aterrizar en el aeropuerto de Barcelona, le destacaban como el número fuerte del programa.

Otro tanto puede decirse de Daniel Viglietti, que se trasladó a España para este festival después de más de tres años de tener prohibida la entrada en nuestro país, a raíz del Festival de Gloria Rognoni. Según Viglietti, «este Festival de Solidaridad con Hispanoamérica debe servir para sensibilizar, una vez más, a la opinión española sobre las violaciones de los derechos humanos en numerosos países de América Latina».

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