Durante los próximos veinte años el petróleo continuará siendo la principal fuente de energía
Es un hecho conocido, cómo la crisis energética de 1973 ha contribuido en forma decisiva a detener el ritmo de crecimiento económico del mundo occidental, así como también que de la evolución de estos suministros, vitales para las naciones industriales, dependerá no sólo el futuro económico de los próximos 15/20 años sino que incluso podría afectar también a la supervivencia misma del sistema capitalista en su configuración actual. Estas razones hacen que el problema del abastecimiento energético figure a la cabeza de las preocupaciones de los principales países del mundo, y en particular, para España, dependiente en más de un 70% del exterior para su aprovisionamiento energético, las condiciones en las que se desarrolle el mercado energético mundial, serán decisivas para la evolución económica y la estabilidad social durante la próxima década. En las líneas que siguen se analiza cuáles son, a la luz de los conocimientos actuales, las perspectivas a largo plazo del más importante mercado del mundo.
Los elementos condicionantes de la demanda de energía
Los elementos claves que encuadran el futuro del mercado energético mundial, son de un lado el crecimiento económico de los países industrializados y del otro, el ritmo previsible de nuevos descubrimientos de las energías tradicionales y la puesta en valor de otras nuevas fuentes energéticas.Respecto al primero, se estima que el crecimiento económico de las áreas industrializadas será menor que en el pasado. Durante dos, décadas, desde 1953 a 1975, los países industrializados de Occidente experimentaron un crecimiento medio del PNB del 4,5 % anual en términos reales, este crecimiento se estima descenderá al 3,7 % para el período 1980-1990 debido a ciertos cambios fundamentales en el entorno económico y en concreto a: descenso de la productividad del capital relacionada con los costes adicionales para la defensa del medio ambienté, altos costos para la energía y otros recursos naturales, déficit permanente de la balanza de pagos, debidos en gran parte a los mayores precios de la energía, y tasas de inflación relativamente elevadas. Este ritmo de crecimiento sería aún menor si los precios de la energía se incrementaran de nuevo en forma sustancial.
Aparte del crecimiento económico, el otro elemento fundamental condicionante de la futura demanda energética estará constituido por las medidas de ahorro de energía que se adopten en los diferentes países, En el período anterior a la crisis, la de manda de energía creció más rápidamente que el PNB, sin embargo, las medidas de conservación puestas en marcha como consecuencia de los mayores precios de la energía han invertido esta relación histórica serán del 9 %, llegándose al 17 % para 1990. La elasticidad a corto plazo de la demanda de energía respecto al precio, ha sido por término medio de -01 (1), pero a largo plazo (unos diez años) se estima estará comprendida entre -0,2 y -0,1 En todo caso debe señalarse, que para que estos, ahorros sean efectivos, y se produzca una mejora importante en la eficiencia de los equipos utilizadores y un cambio general en la estructura económica del país, es preciso una vigorosa acción del Estado en este sentido, que en el caso de España, al contrario que en el resto de los países industrializados de Occidente, todavía no ha comenzado. En estas condiciones, los crecimientos previstos para el PN B y la demanda de energía son los que figuran en el cuadro 1.
Las posibilidades de la oferta
Para la cobertura de esta demanda no podrá contarse, en los próximos quince/veinte años con otras fuentes distintas a las convencionales, las cuales parecen hoy suficientes en las hipótesis de crecimiento económico anteriormente descritas hasta, al menos, 1990. Debe señalarse además que habida cuenta de la gran inercia de la puesta en valor de nuevos descubrimientos, los posibles suministros hasta más allá de mediados de los años 80, están prácticamente determinados, así por ejemplo, el desarrollo de un nuevo campo petrolífero puede oscilar entre cuatro y diez años, una, nueva mina de carbón entre cuatro y ocho años, la construcción de una planta nuclear entre seis y diez años, etcétera, lo que en definitiva hace los es quemas de ofertas relativamente rígidos a medio plazo. Estos esquemas muestran que durante los próximos quince/veinte años el petróleo continuará siendo la principal fuente de abastecimiento energético, pero mientras que hasta 1980 su crecimiento será mayor que el de las demás fuentes de energía, a partir de ese año él crecimiento de las fuentes energéticas no petroleras será casi doble que la del petróleo (cuadro 2).De las energías no petroleras a la vista de los planes actualmente en proyecto y ejecución, la nuclear es la que experimentará un mayor grado de desarrollo, pasando de representar un 2 % en 1975 a un 11 % en 1990. El carbón seguirá cubriendo un mismo porcentaje, 19%, lo que implica un crecimiento considerable en términos absolutos, mientras que el petróleo y el gas natural descenderán en un porcentaje apreciable (gráfico 1).
Las principales consecuencias que se pueden extraer de este análisis a largo plazo de las perspectivas energéticas mundiales son:
a) El petróleo continuará cubriendo la parte principal de la demanda energética mundial, y su demanda estará siempre próxima a la capacidad de producción máxima, lo que dejará muy poco margen de flexibilidad al equilibrio oferta/demanda durante los años 80.
b) Se producirá una tendencia creciente al empleo de energía en forma de electricidad, consecuencia en gran parte del fuerte desarrollo que experimentará la energía nuclear (cuadro 3), la cual producirá en 1990 alrededor de la mitad del total de la energía eléctrica mundial.
c) Las nuevas energías (solar, eólica, bioconversión, geotérmica, reactores rápidos, etcétera) no podrán aportar más que una parte insignificante (menos del 0,5 %) de las necesidades energéticas a nivel mundial en los próximos quince años, pero serán esenciales después de este período para cubrirla falta de las energías clásicas que podrían haber llegado a un límite de crecimiento al final de este período, con la única excepción del carbón.
Este análisis a largo plazo de oferta y demanda de energía a nivel mundial, muestra pues una debilidad notable de los países consumidores, dada la fuerte dependencia que se mantendrá todavía del petróleo crudo, y el hecho de que el 80 % de las reservas hoy conocidas, fuera del bloque de países socialistas, se encuentra concentrada en los países de la OPEP.
A pesar de que se está efectuando un esfuerzo considerable para desarrollar nuevos campos petrolíferos fuera del área de la OPEP, esta dependencia continuará siendo vital, hasta el punto de que si cualquier nación entre las grandes exportadoras (Arabia Saudita, Irán, Iraq, Kuwait, Nigeria o Venezuela), disminuyera su producción por cualquier motivo, ello podría destruir el frágil equilibrio de oferta/demanda e imponer restricciones energéticas al mundo occidental. En este sentido, la política que siga la Arabia Saudita será la clave y también la mayor fuente de incertidumbre.
En concreto, si el acercamiento israelo-egipcio iniciado por la reciente visita del presidente Sadat a Jerusalén, se consolidará en un pacto de no agresión o una alianza, el panorama petrolero de Oriente Medio quedará modificado en forma sustancial, ya que estos dos países, con los mayores ejércitos y la más alta tecnología de la zona, pasarían a ser los árbitros indiscutibles de la situación. En este sentido la conferencia de, la OPEP en Caracas el próximo día 20 de diciembre, y las decisiones que en ella se tomen, van a estar influidas en forma decisiva por esta nueva situación política que puede afectar en forma directa a los intereses y a la estabilidad de los gobiernos de los países productores mayores del mundo.
(1) Es decir un incremento del 10 % del precio de la energía al consumidor dará como resultado un descenso del 1 % en la demanda de energía.
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