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La polémica de las centrales nucleares

Los recursos energéticos españoles, escasos y costosos

El sector de la energía sufre una crisis profunda, tanto en España como en el mundo entero. Ello justifica sobradamente el interés que el tema despierta y los esfuerzos desarrollados a todos los niveles para encontrar soluciones, mediante el establecimiento de una base de consenso, nacida de la definición rigurosa del problema y su aceptación generalizada, que permita formular una política de actuación. Otra cosa es que el debate energético se desarrolle siempre con objetividad y rigor. Con demasiada frecuencia se olvidan costes y plazos de las alternativas que se proponen. No es difícil encontrar quien propugna como solución inmediata, explícita o implícitamente, un cambio radical del modelo de sociedad, sin caer en la cuenta de que plantea un problema de más alcance y difícil solución que el energético.Hoy, hablar o escribir, que viene a ser igual, pero peor, de la energía, no es tarea fácil. Casi todo está dicho. Sin embargo, creo que conviene desdramatizar en este tema. No porque la situación no sea grave, que lo es sin duda alguna, sino porque a corto y medio plazo no cabe esperar soluciones brillantes e, incluso, el campo de actuación, es decir, lo susceptible de planificación es, a mi modo de ver, bastante limitado. Otra cosa es sentar las bases para el desarrollo futuro a largo plazo.

La primera medida es clara. Intensificar la utilización de los recursos energéticos propios. Ciertamente, en nuestro entorno físico y desde Einstein todo es susceptible de ser considerado recurso energético; sin embargo, las cosas no son tan fáciles y cuando nos referimos a un recurso disponible entendemos que esta expresión engloba tanto el recurso original (materia o energía natural) como todas las tecnologías de transformación y proceso necesario para desembocar en su aprovechamiento útil, y en consecuencia, todo el soporte de infraestructura de transformación, transporte y distribución del mismo. Y aquí las cosas ya se complican.

Los recursos convencionales son la base del abastecimiento en todos los países industrializados. Son la energía hidráulica, el carbón, el petróleo, el gas y el uranio. A través de diferentes procesos tecnológicos muy desarrollados y complejos en algunos casos, dan lugar a las formas finales de productos energéticos aptos para el consumo: electricidad y combustibles sólidos, líquidos y gaseosos. Veamos cuáles son sus posibilidades.

Capacidad hidráulica de reserva

La energía hidroeléctrica ha sido la base del desarrollo del sistema eléctrico español aportando su producción mayoritariamente hasta 1970. Pese a ello España no cuenta con una densidad de potencial elevada y sus 320 megavatios-hora por kilómetro cuadrado (MWH/ Km 2) son algo menos de la décima parte del potencial específico suizo, menos de la quinta parte del austríaco e incluso ligeramente inferior al alemán.Las últimas evaluaciones del potencial bruto lo cifran en 155.000 gigavatios-hora por año (GWH/año) en hidraulicidad media, magnitud teórica resultado di recto de las aportaciones y desniveles naturales. Su con unto compone el denominado potencial hidroeléctrico técnico evaluado en unos 65.000 GWH/año, que representan una razonable fracción del potencial bruto. De ellos, algo más de la mitad se encuentra ya en explotación, por lo que las nuevas realizaciones tienen un techo de unos 30.000 GWH/año con hidraulicidad media. Por otra parte, su utilización exige obras dispersas y costosas que requerirían plazos muy dilatados y además, en términos de cobertura de las necesidades, sólo cabría contar con la producción esperable en hidraulicidad seca, que no va más allá de un 60 % del promedio. Este recurso -ya se ve que muy limitado- debe ser utilizado cuidadosamente, ya que presenta características singulares de calidad en cuanto permite aportar flexibilidad y capacidad de regulación -si las instalaciones están diseñadas con este criterio- al conjunto del sistema eléctrico, mejorando sus rendimientos y aumentando las posibilidades de los otros medios de producción.

Baja calidad y modestos recursos carboníferos

En cuanto al carbón, que junto con la hidráulica ha sido la base de la energía autóctona en el pasado, España no cuenta en términos generales con una situación favorable, ya que las reservas disponibles, evaluadas en algo más de 2.000 millones de toneladas equivalentes de carbón (TEC), representan un valor modesto en términos absolutos, que al mismo tiempo, y en general, aparecen en condiciones de dispersión y calidad que limitan las posibilidades de su utilización y elevan los costes finales.Su participación actual en la cobertura de la demanda de energía primaria es de u¡¡ 16 %, que podría elevarse ligeramente en la próxima década mediante la puesta en marcha de un plan basado en la recuperación de la hulla, el mantenimiento de los niveles de explotación de las antracitas y el lanzamiento de una campaña intensiva de explotaciones de lignitos. Están asegurados los 36,5 millones de toneladas anuales que, dado el bajo poder calorífico de algunos de sus componentes, representarían veinte millones de TEC, equivalente a catorce millones de toneladas de petróleo, y pueden superarse incluso ampliamente si se confirman las prospecciones en curso.

Petróleo: cincuenta millones de consumo frente a dos millones de producción

La oferta interior de petróleo es muy reducida. Los yacimientos actualmente en explotación dan una producción escasa y en general de mala calidad, sin que quepa esperar, incluso a nivel de 1985, aportaciones que rebasen los cuatro o cinco millones de toneladas anuales, frente a un consumo actual del, orden de cincuenta millones de toneladas. España puede considerarse como un país con posibilidades petrolíferas bajas que hasta el momento ha invertido en prospección cantidades específicas muy inferiores a las de otros países que tampoco han logrado aportaciones sustanciales de las explotaciones en su propio territorio. Las reservas conocidas se estiman en unos ochenta millones de toneladas. La intensificación de los programas de búsqueda, siempre costosos, no permite en ningún caso ser excesivamente optimistas y resulta más fiable la participación técnica y económica en explotaciones en el exterior.España carece de recursos detectados de gas natural, ya que sólo se conocen los yacimientos de Amposta - muy limitados- y en este área cubre la demanda con una participación muy elevada, superior al 70 %, de gases licuados del petróleo a diferencia del resto de Europa, donde la participación del gas natural alcanza casi un 90 %. Los planes previstos de desarrollo de la oferta de gas natural se basan en suministros exteriores y presentan, por tanto, única mente las ventajas que se deducen de la diversificación y de la adecuación de este recurso a determinados consumos.

Más uranio caro que barato

Finalmente, queda el uranio, base de la producción de energía nuclear que figura en este apartado de recursos disponibles a través de los reactores nucleares térmicos. Aquí la cosa es algo más complicada, ya qué el recurso al origen, es decir, el uranio, si bien es imprescindible, representa una parte económicamente modesta y globalmente reducida del proceso. España cuenta con unas reservas detectadas con costes razonables de explotación de 18.000 toneladas y unas 30.000 más probables con costes de extracción superiores, que cabe esperar se vean incrementadas por los resultados de un amplío programa de prospección puesto en marcha. Un grupo de 1.000 MW, como los que actualmente se están instalando en España, consumirá a lo largo de su vida económica unas 3.000 toneladas de uranio natural. Tal vez sea más interesante aquí tener en cuenta el esfuerzo ya realizado en la asimilación de esta tecnología, esfuerzo que representa una capitalización de cara al futuro aún más valiosa en tiempo que en inversión, que no debe ser olvidada, y que permite considerar este recurso como autóctono en gran medida. Actualmente, y tras recortes sucesivos, se prevé que cubra en 1987 algo menos del 15% de la demanda total de energía primaria.Estamos donde estábamos. Somos pobres en recursos energéticos. El primer recurso, virtual por supuesto, invocado desde el comienzo de la crisis ha sido el ahorro y el llamado uso racional de la energía. La experiencia ha demostrado que su aplicación en términos significativos o va unida a una disimulación o estancamiento del crecimiento económico, con lo que nada se resuelve, o requiere tiempo y sacrificios. La recuperación económica, en este año, de la Comunidad Europea ha supuesto un nuevo crecimiento de su demanda energética. Y es que se trata de un problema eminentemente estructural. Los españoles tenemos un consumo energético per cápita modesto dentro de los países desarrollados. Pero al mismo tiempo nuestro sistema productivo es energéticamente ineficiente; la relación de energía consumida a producto nacional bruto es muy alta. Cambiarlo no será fácil y necesitará una política energética realista, de muchos pocos, sacrificada, que no es precisamente la utilización de la crisis energética.

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