Navidades sin Franco
Puede decirse que éstas son las primeras navidades sin Franco que pasamos muchos españoles, ya que, en las inmediatamente anteriores, aunque no estuviera él, aún rumiábamos su jijonenca ideológica.Estas son las navidades de la duda. Qué digo de la duda. Han sido las navidades de la discordia. Un suponer la misa del gallo:
-Perdonen, pero mi señora y yo nos retiramos ya, que tenemos que madrugar.
-¿Ah, de modo que no oyen ustedes la misa del gallo por la televisión, que queda tan piadosa?
Franco nos había dado el problema resuelto del nacimiento. Todos los españoles éramos católicos por decreto. Naturaleza caída. Perfectamente punibles en cualquier momento, pero esencialmente redimibles. Yo no me he planteado lo del cielo hasta que se ha muerto Franco, pues nos lo había arreglado todo. Franco era muy útil y salía muy práctico para ateos, masones, librepensadores, laicos, rojos y krausistas, sobre todo los krausistas. Ya se sabía que íbamos a la misa del gallo porque había que ir, porque habíamos ganado una guerra, para eso, para ir a misa del gallo. Y el que luego cada cual, entre horas, fuese ateo, masón, librepensador, laico, rojo, krausista o poeta, era una cosa que se daba por supuesta, como el amor con la santa esposa, una cosa de la que nunca se hablaba y sobre la que no había que definirse. Pero ahora al fin ha quedado claro que los que no oímos la misa del gallo de la tele somos una minoría.
Una minoría, una inmensa minoría juanrramoniana y lujuriosa que nos fuimos a la cama el día 24 zaheridos por las Cartas cristianas de Tarancón, quien nos recuerda hebdomadariamente, con santa insistencia, que España es inercialmente católica. Y lo mismo el belén, porque en mi urbanización han puesto un belén, y antes el rojo, el ateo, el masón y el krausista no tenían empacho de coger una zambomba y darle a la mula y al buey, porque ya se sabía que aquello era para tener contento a Franco.
Pero, este año, el ateo no coge la zambomba por si le sale un villancico de verdad, el masón da la vuelta a toda la urbanización para no pasar por delante del belén, el rojo no sale de casa siquiera, y el krausista me consta que el día de la misa del gallo se pasó al segundo canal.
-¿Y el republicano?
El republicano estaba escribiéndoles a los psoes la moción esa de la cosa para cambiar la forma del Estado. Y en estas fechas. Una impiedad.
Aquí otra vez el problema de las autonomías morales, mucho más inquietantes para mí que las otras, los líos entre vecinos, y cuando vienen Mónica o Natalie, que son niñas del barrio, a darme un beso y desearme felices pascuas, me embozo en la bufanda porque no me asome el krausista al brillo de los ojos y las vaya a asustar, criaturas como son.
O volvemos a Franco o quitamos las navidades, que las navidades sin Franco son mucho lío, todo el mundo tiene que definirse, unos se quejan de que por la tele dan muchos villancicos y muchas misas, y otros de que Lazarov ha sacado muchos culos. El problema, teológico está ahí, vivo, caído en mitad de España, eterno, como una espada o un crucifijo, que así al contraluz no lo veo bien. La agonía del cristianismo se enfrenta al sentimiento trágico de la vida, España invertebrada se enfrenta a España sin problemas y don Miguel de Unamuno trae una oveja plateresca por los hombros, para el belén de mi urbanización. Para que se vea la confusión de los tiempos, una de las actrices detenidas, de Els Joglars, se llama María de Maeztu.
-No te costaba nada haberte quedado a la misa del gallo -me dice mi santa esposa.
-Un krausista muere krausista -carraspeo antes de apagar la luz.
Con Franco se podía ser krausista o ateo o librepensador mucho más tranquilamente. Todo el mundo lo daba por supuesto. Ahora hay ,que demostrarlo a cada paso y es agotador. Y para el domingo, otra carta de Tarancón.
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