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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un alcalde digital

EL CESE como alcalde de Madrid del señor Arespacochaga y el nombramiento del señor Alvarez, miembro destacado de UCD para sustituirle, parece anunciar que el Gobierno, finalmente, ha resuelto convocar, para los próximos meses, las primeras elecciones municipales democráticas después de la guerra civil. El relevo en la alcaldía no tiene más justificación -en sí misma endeble y criticable- que el designio del partido en el poder de preparar los comicios locales, a fin de no dejarse arrebatar un puesto de tanta significación política y carga simbólica como la alcaldía de Madrid. Los grandes progresos realizados en las negociaciones para la integración del PSP dentro del PSOE, y el anuncio de que el profesor Tierno, una figura a la vez popular y respetada, será el candidato de los socialistas en la lucha por el Ayuntamiento de la capital de España, han disipado seguramente las últimas vacilaciones y escrúpulos del Gobierno, animándole a tomar una medida tan insólita como reveladora.La gestión del señor Arespacochaga al frente de la alcaldía de Madrid deja en los madrileños un recuerdo no muy dulce. Sus dos grandes orgullos, el Plan de Urgencia de Acondicionamiento de Barriadas, y el Plan de Saneamiento Integral de Madrid, se ven matizados en su verdadera dimensión cuando se examinan en relación con otras cuestiones prioritarias de la capital y con la eficacia misma de su realización. La opinión popular asociará también la memoria del señor Arespacochaga con el esperpento de la plaza de Colón -por más que no sea responsabilidad de su etapa gestora- y con su negativa, una vez más, a permitir que se colgara La sirena varada, de Eduardo Chillida, del puente sobre la Castellana.

Pero el Gobierno no ha cesado al señor Arespacochaga por las carencias de su gestión. Tiempo sobrado tuvieron para ello el señor Suárez o el señor Martín Villa desde el mes de julio de 1976. Esa destitución y el nombramiento del señor Alvarez es una auténtica «alcaldada». La razón no es el deseo de replantear a fondo la estructura y la actividad del Ayuntamiento de Madrid, entre otras cosas porque no hay materialmente tiempo, de aquí a las elecciones municipales -que pueden celebrarse en verano o a comienzos del otoño-, ni para que el nuevo alcalde estudie seriamente los expedientes de una ciudad de crecimiento tan desmesurado y tan graves insuficiencias de infraestructura como Madrid. Todo indica que se pretende que, durante este corto, cortísimo plazo, algunos gestos espectaculares y algunas medidas inmediatas fortalezcan la imagen de UCD ante los madrileños y permitan a su futuro candidato -sea el señor Álvarez, sea un correligionario- capitalizar en votos municipales.

Para esta operación de embellecimiento del partido del Gobierno, el nuevo alcalde no puede estar solo. El alivio o la solución de los problemas de la capital de España necesitan fondos que no pueden provenir sólo de la hacienda local. Y, también, precisan la colaboración del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, del Ministerio de Transportes, y de otros departamentos de la Administración central. Sin duda, el señor Álvarez recibirá ahora mejor trato, mayores facilidades y más ayuda de sus compañeros de partido situados en carteras ministeriales de lo que obtuvo su predecesor, Todas las asistencias serán pocas para afrontar los múltiples desafíos que le esperan: desde la puesta en uso de las nuevas líneas de Metro y el pavoroso déficit de la Empresa Municipal de Transportes, hasta la obtención de suelo para la expansión de la ciudad y la colaboración estatal en la mejora de la infraestructura. En cualquier caso, es preciso dar un margen de confianza al nuevo alcalde, hombre de una eficacia reñida con la brillantez, a la hora de plantearse los problemas reales que Madrid tiene. El hecho de haberse beneficiado del dedo nombrador del Gobierno no le va a facilitar las cosas mucho, con los tiempos que corren. De su habilidad y buen sentido políticos dependen en gran parte que UCD no convierta en una farsa la lucha electoral por la alcaldía.

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