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Tribuna
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La psicología científica de orientación dinámica

La psicología científica de orientación dinámica opera sobre la realidad de lo humano (individuos, grupos, instituciones) y plantea una metodología analítica (lectura de lo obvio, interpretación de lo subyacente) desde una comprensión de la totalidad indisociable de la conducta humana, en sus tres aspectos: cuerpo, mente y acción.El para qué de la psicología es la transformación, el cambio. Esto nos plantea la necesidad de explicitar la dirección y sentido de este cambio. La psicología dinámica plantea que salud mental no significa ausencia de síntomas ni adaptación acrítica a la norma, sino, la capacidad de lo humano para reconocer su proceso y cuestionándolo modificar su estructura y desarrollo. Por ejemplo, la cesación de un episodio angustioso en un individuo no posee en sí un significado, sino en el contexto de la historia vincular del sujeto. Así, si bien desaparece la angustia, permanece, por ejemplo, una estructura rígida de personalidad que no posibilita al sujeto para su transformación en el seno de lo social.

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Esto supone trabajar en favor de la desadaptación creativa, de la conciencia social subjetiva y objetiva y la crítica de la posición del sujeto en el sistema. El papel del psicólogo es el de acompañante, y en su caso detonador, de este proceso.

La concepción del aprendizaje humano en la psicología de orientación dinámica plantea que las experiencias más arcaicas pertenecen al universo de conductas aprendidas en la edad más temprana, en el seno del grupo familiar, entorno en el cual aprendió las primeras pautas de socialización y acomodación al medio. El aprendizaje es un proceso de reproducción, multiplicación y autoconstrucción de pautas de conducta que permiten al individuo una permanente acomodación alternativa a los conflictos que se le planteen en su proceso de crecimiento. Esta capacidad de aprendizaje es un indicador de salud mental.

Comprensión del síntoma

Tanto la información recibida como el estilo de socialización tienen que ver con los patrones culturales en general, y lo concreto con el lugar social desde donde se le transmitieron. Podríamos decir que el profesional de salud mental interviene en este proceso porque o bien han fallado los mecanismos de acomodación y es el individuo el que viene pidiendo ayuda, o bien éste es traído como portavoz de una situación (por ejemplo, familiar), de cuya crisis es representante.

Veamos algunos aspectos del modo de acción desde los planteamientos de la psicología dinámica. Un sujeto consulta por insomnio sin otras anomalías conductales relevantes. Ante el síntoma insomnio, además de eliminarlo, para lo cual podemos utilizar una variada metodología (tratamientos farmacológicos, psicoterápicos, etcétera), podemos posibilitar al individuo para que descubra el porqué del síntoma y facilitar así su autocontrol significativo, la posibilidad de operar de manera transformadora en sus procesos psíquicos, en lugar de ceder al psicólogo un papel de omnipotencia, de fe en lo científico.

Ante un problema de rendimientos escolares insuficientes podemos, mediante una actitud básicamente sintomática, eliminar dicha anomalía conductual sin una clara comprensión de su significado. Esto supone que no estamos atendiendo -como señalan los planteamientos dinámicos- a la presencia determinante de otros conflictos en el sujeto y que eliminemos un sistema de protesta que tiene el sujeto sin facilitarle alternativas. Con la actitud sintomática nos convertimos en cómplices de la estructura familiar en lo que tiene de determinante en la conducta anormal y en cuanto ésta es funcional a aquélla. Aquí planteamos el papel de portavoz de la patología familiar que asume en este caso el hijo a través de su conducta. Es significativo señalar que con frecuencia complejas manifestaciones anormales de la conducta infantil han desaparecido totalmente tras realizar tres o cuatro entrevistas operativas con los miembros de la familia.

Conductas alternativas

Revisemos ahora de qué forma se trabaja la problemática de un individuo en el seno de un grupo. Partimos de la concepción de cómo es el aprendizaje humano. Sabemos también que lo está poniendo en práctica en la calidad de sus relaciones con los otros o las vivencias de sí mismo (cómo se piensa a sí mismo, cómo se siente). Vamos organizando un rompecabezas que nos habla de su historia, para esto nos ayudamos no sólo de la información directa que él nos da, sino también de su acción en el grupo.

Nuestra intervención en su proceso tiene sentido cuando podemos ayudarle a comprender la reactualización de lo histórico, es decir, las manifestaciones de su aprendizaje en los conflictos actuales, y brindarle un abanico de conductas alternativas que puede poner en práctica, ensayar con sus compañeros de grupo, y en su ámbito cotidiano. Conductas alternativas que no son, ni mucho menos, consejos o dictámenes de lo que es bueno o malo, sino que el propio sujeto construye con la información del porqué y del para qué de su experiencia anterior, cuestionando su proceso cuando puede darse cuenta de que el sentido anteriormente elegido no es el único posible.

En el camino que los integrantes de un grupo y los psicoterapeutas recorren juntos, se da todo un interjuego de devolución de información, tanto entre los integrantes del grupo como entre integrantes y equipo psicoterapéutico. Devoluciones que tienen que ver con los estilos de socialización de los porqués de los conflictos que se plantean y de la funcionalidad social de las conductas, cualquiera que sea su significación. Cada sujeto aprende con los demás, lo que le posibilita el cambio, pero un cambio que le es propio, que él construye cuando puede discriminar en qué se diferencian sus conflictos de los de sus compañeros de grupo.

La necesidad social de la práctica psicológica en una sociedad en proceso de cambio se desarrolla en múltiples niveles: lo individual, los grupos básicos de pertenencia (familia), lo institucional (hospital, escuela, centro de trabajo, partido político, etcétera) y lo comunitario (comunidad barrial, rural, etcétera) y señala un objetivo básico a esta práctica: la actuación psicohigiénica.

La psicohigiene es la auténtica profilaxis o prevención de las enfermedades mentales, la promoción de un mejor nivel de salud mental en la población, a través de una actuación directa en el contexto social que las produce. No se trata, pues, solamente de erradicar la enfermedad, sino de favorecer el desarrollo integral, tanto individual como comunitario.

Trabajar en el campo de la psicohigiene significa inevitablemente estar actuando en los problemas sociales y en las condiciones de vida de los seres humanos; quiere decir ubicarse como trabajador social al servicio de objetivos comunitarios, tanto en ámbitos microsociales como macrosociales, en los que el desarrollo integral supone no solamente condiciones de existencia y promoción de la salud, sino favorecer los niveles de libertad y participación social.

La psicología científica de orientación dinámica plantea como método de acción en asistencia psicológica popular los procesos correctores de duración y objetivos limitados, entre los que se encuentran la psicopedagogía operativa, la orientación vocacional, la psicoprofilaxis específica, la psicoterapia individual, la psicoterapia de grupo y otros.

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