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La ayuda que pide la prensa

La Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE) ha vuelto a plantear recientemente ante el presidente del Gobierno la delicada situación que atraviesa la prensa privada española, en su calidad de asociación que agrupa a la práctica totalidad de los empresanos de diarios de nuestro país, excepción hecha de la prensa estatal. En los últimos ineses no han faltado las promesas de una ley de ayuda a la prensa por parte del Gobierno, ley que no debe demorarse más porque frenaría una crisis que no hace sino agravarse.El lector español, poco familiarizado con los problernas internos de la prensa, puede tener una impresión equivocada del momento que vive esa prensa. En los últimos tres años, y coincidiendo con la transición a la democracia, ha surgido un gran número de nuevos títulos, diarios, semanarios y periódicos o revistas de todo género, que aparenternente evidenciarían un período de expansion. La realidad es bien distinta. Hoy son mayoría las empresas periodísticas déficitarlas. De la nuev a pre nsa sur-ida con la democratización -y cuya aparición ha sido lógica y deseable-, muchos han sido títulos efímeros y ya han desaparecido, otros conocen las mismas dificultades que la prensa preexistente, y los que se sostienen sin dificultades son los menos, y, desde luego, fuera de los que ofrecen planteamientos meramente comerciales o frívolos, muy escasos.

En esa situación de crisis confluyen factores muy diversos. Al ya conocido del aumento fortísimo de los costes -encarecimiento del papel, subidas salariales- se une, en el caso español, el descenso de la publicidad por la crisis económica y por la competencia extraordinaria de la televisión, que recoge porcentajes crecientes de la inversión publicitaria en los medios de información.

Conviene ingualmente resaltar que, contra lo que podía esperarse, la democracia no ha traído en general nuevos lectores, con la libertad de expresión no se han producido aumentos medianamente importantes de las tiradas. Incluso, factor que está también presente allende nuestras fronteras, esas tiradas tienden al descenso.

La prensa española necesita, pues, ayuda. Créditos para firíanciar una reconversIón técnica imprescindible y en la que sejuega su futuro, desgravaciones -fiscales, porque no se debe cargar con impuestos a lo que no es -cuando está rectamente concebido-, sino servicio a la comunidad, facilidades, en fin, para transporte de ejemplares, rebajas en tarifas postales o telefónicas. Medidas que no suponen descubrir nada nuevo, porque están vigentes en todos nuestros vecinos europeos, incluidos países con mucho más hábito de lectura y un mayor desarrollo económico, y por tanto, publicitario y tecnológico.

De no concretarse pronto esas medidas de ayuda, el futuro de la prensa española está muy claro: la concentración de títulos y la aparición pues, de regiones sin una prensa propia. En definitiva, los monopolios informativos. Durante años, la prensa española ha sido vanauardia del cambio político, y así le ha sido reconocido. No se piense que, llegada la democracia, ese papel se extingue. Hoy, más quizá que antes, la prensa tiene un papel insustituible en la consolidación de la democracia. Defender el pluralismo amenazado es defender una parcela muy importante de la misma democracia. La prensa, por ello, no pide privilegio sino, sencillamente, estar en condiciones para seguir a la altura de los tiempos.

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