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La violencia se recrudece en todo el País Vasco

Un policía amado disparó la ráfaga que mató al manifestante en San Sebastián

José Ignacio Barandiarán Urcola, de 19 años de edad, resultó ayer muerto por un tiro en el corazón en los enfrentamientos que ayer a mediodía se produjeron en San Sebastián entre grupos de manifestantes y la Policía Armada. Todas las versiones -más de un centenar- recogidas por la Consejería del Interior del Consejo General vasco a lo largo de la jornada contradicen la versión oficial dada al final de la mañana, según la cual la policía había repelido un ataque armado de los manifestantes. Todos los testimonios coinciden en afirmar que entre éstos no hubo armas, aunque sí se lanzaron piedras.

Más información
Nota del Gobierno Civil
El Consejo General vasco condena la actuación policial

Desde primeras horas de la mañana en San Sebastián se respiraba clima tenso. Los graves incidentes de Pamplona habían caldeado el ambiente ya el día anterior.A las nueve de la mañana sólo estaban abiertas en San Sebastián algunas tiendas de comestibles y farmacias; el resto del comercio permanecía cerrado. No circulaban autobuses ni taxis. A esa hora continuaban instaladas en diferentes puntos de la ciudad las barricadas formadas el día anterior y en las principales calles de la ciudad podían verse coches cruzados, tablones, ladrillos, vallas y toda clase de objetos. Los accesos a la ciudad por carretera y tren estaban cortados. La fuerza pública tenía tomada prácticamente la ciudad. Se tenían ya entonces noticias de que el paro laboral era total en toda la provincia.

Hacia las 9.30 de la mañana se inició una manifestación de empleados de banca, cajas de ahorros y seguros -unas 2.000 personas- que pacíficamente recorrió las calles céntricas, barrio de Gros, Avenida, Bulevar y Hernani. En este punto hizo acto de presencia la Policía Armada, que disolvió a los manifestantes con pelotas de goma y botes de humo.

Los primeros disparos

Un pequeño grupo de unas cuatrocientas personas se dirigió entonces a las inmediaciones de la cuesta de Aldapeta, cerca del cuartel de la Policía Armada. En ese momento dos policías armados y dos presuntos policías de paisano subían por unas cercanas escalerillas que conducen desde el juzgado hasta el citado cuartel. En versión de la Consejería del Interior uno de ellos, vestido con un jersey polo color granate, pantalón marrón y gafas comenzó a disparar con una pistola contra los manifestantes que se encontraban en el cruce de las calles Víctor Pradera y San Bartolomé. Testigos presenciales afirman que aquél efectuaba sus disparos apoyado en la barandilla de las escalerillas. «El otro presunto policía de paisano -dice la nota de la Consejería del Interior-, vestido con camisa blanca, forcejeó sin éxito con el que efectuaba los disparos para impedir su acción; intervino posteriormente la Policía Armada, que consiguió que cesaran los disparos. La persona que los efectuaba se encontraba en un alto grado de excitación y, sujetaba la pistola con ambas manos.»

Hacia las doce del mediodía el grueso de manifestantes había sido disuelto por la fuerza pública pero a los pocos minutos se habían reunido nuevamente en la calle San Bartolomé, donde cruzaron varios coches en forma de barricada.

En las esquinas de este cruce se situaron, a pocos metros de la barricada, cuatro policías armados con material antidisturbios que respondían a las pedradas de los manifestantes con pelotas de goma. Cuando los citados policías se vieron materialmente acosados por las piedras que llovían desde las calles San Batolomé y, Víctor Pradera, retrocedieron hasta situarse a la altura de los jeeps situados en la cuesta de Aldapeta. Este amomento fue aprovechado por los manifestantes para ganar terreno, situando, en forma de barricada frente a los jeeps, una furgoneta del servicio de aguas del Ayuntamiento de San Sebastián. Detrás; del vehículo se hizo fuerte un centenar de personas, mientras el resto aguardaba tras la barricada inicial, situada treinta metros más abajo.

Por la cuesta de Aldapeta bajaron entonces tres furgonetas blindadas de la policía que se situaron a unos quince metros de la barricada formada por la furgoneta del servicio de aguas. Del primer vehículo blindado -según consta en los testimonios realizados en la Consejería del Interior- un policía salió haciendo varios disparos de pistola, al parecer., de carácter intimidatorio. En medio de la humareda y de los estallidos de las pelotas de goma, por la puerta posterior del mismo vehículo salió un segundo policía que, metralleta en mano, disparó una ráfaga contra la barricada. Varios proyectiles rebasaron lateralmente la misma y uno de ellos alcanzó a José Ignacio Barandiarán Urcola, que se hallaba a la altura de la segunda barricada.

Tras escuchar más de un centenar de testimonios en persona y por radio (desde las tres de la tarde el edificio del Consejo General vasco era un continuo ir y venir de testigos presenciales), la Consejería de Interior confirmaba el relato anteriormente expuesto en un comunicado hecho público a las 6.30 de la tarde.

En el mismo se añade que «en ningún momento medió agresión armada por Fiarte de los manifestantes a las fuerzas de orden público ni éstas se encontraran acorraladas o sitiados ni en estado de dificultad, como se demostró posteriormente al cargar y disolver a todos los manifestantes sin grandes dificultades».

Relato de los que auxiliaron a la víctima

En las mismas oficinas del Consejo General vasco, en San Sebastián, EL, PAIS pudo recoger el testimonio de Iñaki Albistur, Xabier Arderas y Marián Aróstegui, tres jóvenes que sé encontraban junto a Ignacio Barandiarán en el momento en que éste caía herido. En el coche de la última trasladaron a la víctima hasta la residencia sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu, de San Sebastián. «Los hechos han sido tal y como los ha relatado el consejero del Interior -dicen-. «Nos encontrábamos -añaden -junto a José Ignacio cuando ha sonado la ráfaga. Hemos visto cómo tambaleándose daba varios pasos, traspasaba la barricada y caía unos metros más adelante. Tenía la mano izquierda sobre el corazón y allí un orificio limpio del que salía un hilillo de sangre. Sólo murmuraba. Le metimos en el coche y, con el pañuelo fuera y a gran velocidad, le trasladamos a la residencia. Resoplaba y el pulso le latía fuerte. Al llegar al centro sanitario tenía los ojos ya en blanco y la mirada perdida. Estaba muerto».

Los tres jóvenes, tras depositar al herido en el centro sanitario, acudieron al Gobierno Civil para denunciar el caso. El gobernador les hizo esperar tres cuartos de hora antes de recibirles.

A partir del momento en que se tuvo noticia de la muerte de José Ignacio Barandiarán se desataron los ánimos entre los manifestantes.

A la salida del funeral por Germán Rodríguez, al que asistieron varios centenares de personas, la policía cargó contra las concentraciones de personas. En una de estas acciones resultó herido por efecto de un culatazo un joven de veintitrés años, que fue ingresado en la residencia sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu. Veintidos personas fueron detenidas.

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