Negociar, movilizar, negociar
«(...) Después de muchos meses de incertidumbre, el Gobierno pretende, ahora, cuando ya todos dan por segura la convocatoria de elecciones generales, sacarse de la manga un sustituto de los pactos que no han querido firmar. Cuenta para ello, naturalmente, con el apoyo de algunos empresarios de la CEOE, cuya directiva, en un claro ejemplo de desconocimiento de la situación política y social de nuestro país, hizo públicas hace unos días sus directrices para las negociaciones de los convenios. El absurdo de tales directrices -10% de tope máximo, no negociación de la jornada laboral, etcétera- es tan evidente que, al parecer, han sido muchos los empresarios que las han considerado irreales, comprendiendo que son una clara incitación al conflicto laboral.Y exactamente lo mismo va a ocurrir con los topes que pretende incluir el Gobierno entre su política económica. Aun cuando éstos serán más elevados -se supone que estarán entre el 11% para los funcionarios y el 13% para las empresas públicas, con la intención de hacerlo extensivo a las privadas-, no podrán ser aceptadas por las centrales sindicales. En primer lugar, porque suponen una pérdida del poder adquisitivo de los salarios y esto, ya, es inaceptable. Y, en segundo lugar, porque todos los trabajadores españoles acaban de conquistar, al aprobar la Constitución, el derecho a negociar ellos mismos sus condiciones de trabajo y sus salarios, sin tener que aceptar, en ningún caso, intromisiones de alguien que no les representa, por muy vicepresidente del Gobierno que sea. El aumento de la conflictividad de las últimas semanas, cuando aún no había nigún tope que romper y los trabajadores únicamente pedían negociar, es sólo un indicio de lo que ocurrirá a la hora de negociar los convenios si se intenta partir de topes preestablecidos.
Dado que este mismo razonamiento debe habérselo hecho el Gobierno, cabe preguntarse cuál es la «carta magna» con la que pretendería cortar esa conflictividad. No puede ser otra que la apetura de un proceso electoral y el llamamiento a los peligros de una desestabilización.
En uno y otro caso van a pinchar en hueso. Las centrales sindicales, que han renunciado en el último año a gran número de movilizaciones en aras de esa estabilización democrática, no van a caer en la trampa. Nicolás Sartorius decía en estas mismas páginas hace un par de días que desmovilizar a los trabajadores en estas circunstancias «sería un grave factor de desestabilización porque alejaría a los trabajadores y a las masas de la política, de los sindicatos, de la democracia y, por supuesto, les dejaría indefensos». (...)
(...) Los trabajadores son conscientes de que han hecho sacrificios a cambio de conquistar el derecho a participar en la toma de cualquier decisión que les afecte. Y van a participar. En principio, lo harán tratando de llegar a acuerdos negociando. Pero, si esto no es posible, lo harán igualmente volviendo a utilizar sus armas tradicionales. Y con la misma responsabilidad con que siempre las utilizaron. (...)»
26 diciembre
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