...y las candidaturas del PSOE
LOS VIENTOS de fronda que han desencadenado en Galicla las listas electorales del PSOE no se circunscriben a ese partido -también UCD ha visto cundir la rebeldía en Orense y Pontevedra- ni se detienen en esa región. Constituyen, en cierto modo, un preocupante síntoma de las debilidades y carencias del sistema de partidos y de democracia representativa en todo el país.Las inextricables vinculaciones entre la Administración pública y UCD, nacida desde el Gobierno y nutrida, por la élite de los grandes cuerpos del servicio civil, pueden servir de explicación a la confección de sus candidaturas desde el Poder, aunque sólo el realismo cínico puede transmutar ese defecto en virtud. Las tradicionales prácticas de centralismo -piadosamente llamado democrático- de los partidos comunistas, debilitadas pero en modo alguno desaparecidas con el eurocomunismo, como demostró hace unos meses la purga asturiana, hacían también previsibles la decisiva influencia de la dirección del PCE en cada circunscripción y la resignada aceptación por los comités provinciales de tales intervenciones. Pero la luz verde dada por el Partido Socialista a la propagación en su seno de los hábitos caciquiles del vértice de la pirámide significa un paso atrás en la maduración de la democracia. Porque los partidarios de la disciplina férrea en el PCE, o de la omnipotencia del Gobierno en UCD encontrarán en esos comportamientos del PSOE la mejor coartada para sus propia posiciones autoritarias.
Para los ciudadanos sin militancia partidista, pero dotados de convicciones democráticas, constituye un espectáculo sorprendente que las direcciones de los partidos políticos, sobre los que descansa el peso entero del sistema parlamentario, prediquen para la sociedad global la libertad de expresion y el derecho a elegir a los gobernantes mientras sofocan las discusiones en su seno, aplican medidas disciplinarias contra los disidentes (hasta llegar a la expulsión, como ha sucedido ahora con Seara y Fortes) y fortalecen su poder al convertirse en electores de quienes deberían elegirlos. Desde que Robert Michels publicara su estudio acerca de la tendencia de los partidos a constituir cerradas oligarquías en sus puestos de dirección, nadie se hace excesivas ilusiones en torno a la participación de las bases militantes en la adopción de decisiones. Pero una cosa es presentar demagógicamente como factible la inmediata y espectacular elevación de los índices de movilidad, transparencia y representatividad en el interior de los partidos, y otra muy distinta aceptar, como irremediables las fuertes corrientes antidemocráticas dentro de esos colectivos o falsear descaradamente esa te rca realidad negando los hechos y simulando que lo negro es blanco. Las críticas contra la «partitocracia» y contra los «politicastros» disparadas desde la ultraderecha tienen evidentes propósitos antidemocráticos y se basan en el aborrecimiento de las libertades que han acabado con su monopolio del Estado. Pero las prácticas caciquiles, habituales en el sistema de partidos, no pueden ser ocultadas o disculpadas con el argumento de que suministran munición al fuego graneado de esos sectores involucionistas, que desean su destrucción y. no su perfeccionamiento.
El PSOE inicia su actividad electoral bajo el eslogan de «honradez y eficacia». Durante los mítines de la anterior campaña sus partidarios coreaban la consigna «Socialismo es libertad». Nada dice en su favor que la actual arranque con las protestas de las organizaciones socialistas de Galicia y de otras zonas por las purgas de los candidatos electorales propuestos por las bases y sustituidos por otros impuestos desde Madrid. La prepotencia de los organismos de dirección de los partidos, su tendencia a exportar la libertad de expresión y los hábitos democráticos fuera de su ámbito, la costumbre de señalar la paja en el ojo ajeno y ocultar la viga en el propio, o el irritado reflejo de atribuir las críticas a maniobras de la competencia no son, ciertamente, rasgos exclusivos del PSOE, sino prácticas generalizadas en el resto de las formaciones políticas. Sin embargo, la sospecha de que la designación imperativa de candidatos socialistas se ha realizado mediante el doble criterio de escoger hombres seguros, leales y obedientes, cualesquiera que sean su capacidad e idoneidad para las tareas parlamentarias, y de excluir a quienes reúnen sobradas dotes para ese trabajo, pero no ofrecen las garantías de incondicionalidad y ciega disciplina que los líderes exigen, constituiría, caso de confirmarse, un regalo envenenado al sistema de democracia representativa y una inequivoca muestra de inseguridad de la dirección del PSOE.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.